Una mujer culta, que sabía escribir, que conocía la Torá al revés y al derecho. Eso, nada más, ya era hace 2000 años algo no acostumbrado para las mujeres de su tiempo.
María de Nazareth con apenas quince años, aceptó ser la Madre del Mesías, el Hijo de Dios, sabiendo el peligro que corría al estar esperando un bebé, sin estar casada aún con José. En ese tiempo, le podía significar el repudio y la muerte a pedradas. Ella nuevamente desafió el status quo de la época, contra viento y marea decidió por sí sola tener al Hijo de Dios cueste lo que costara.
Admira su templanza y fe, admira su valentía y poder de decisión. Luego José su prometido, junto con Ella en equidad e igualdad cuando apenas era adolescente, cuidan y protegen a su bebé desde el nacimiento, la huida a Egipto y su vida entera.
¿Cómo sería criar al Hijo de Dios?
Un niño prodigio, un sabio que discutía con los Doctores de la Ley en el templo. Ella le enseñó a escribir, a decir sus primeras palabras, le explicaría los textos de la Torá, y su padre José, el oficio familiar: la carpintería. Este hijo que seguro llamaba la atención desde pequeño y que Ella lideraba a través de su niñez y adolescencia como todas las madres lo hemos hecho con los nuestros.
María al lado de su Hijo, sabiendo su gigantesca misión para el mundo, y sin saber cómo se llevaría a cabo. Luego queda viuda, todas quienes nos hemos divorciado o perdido a la pareja con niños pequeños sabemos que criarlos es una labor de mujeres fuertes y con mucho amor.
Nuevamente aparece la fuerza y amor de María, la unión de Madre e Hijo para salir adelante en tiempos difíciles. Puedo imaginarme cómo se apoyarían mutuamente cada día. Él trabajando y ella cuidándolo, haciéndole saber que está allí para lo que pueda necesitar. Dejándolo en su trabajo para que desarrolle todas sus habilidades, y dejando de ayudarlo a momentos para que se defienda solo.
Los momentos de cansancio, estar al lado de Él dejando de lado su propio cansancio para motivar a su hijo con su compañía y su amor, seguro con palabras de aliento para llenarlo de fuerza y ánimos. Luego lo repetiría en la cruz…
Vida pública del hijo
Durante la vida pública de Jesús, Ella seguro lo acompañaba, o lo miraba desde lejos encantada por ver concretarse la misión que ella escuchó del Ángel cuando apenas tenía 15 años. Dicen que Ella “guardaba todas esas cosas en su corazón”, como lo hacemos las madres viendo la vida de nuestros hijos: sabiendo que estaremos en los momentos más difíciles.
Ella seguro solo con su abrazo llenaría el corazón de Nuestro Señor para seguir adelante. La Madre del Hijo de Dios, que iba viendo a su hijo predicar y hacer milagros, convocando gente, cambiando corazones y que seguirá cambiando el mundo hoy y siempre.
Nuevamente María la Madre del Hijo de Dios que vino a cambiar el status quo, que causó polémica, que innovó en el amor a la humanidad. Solo su Sí, divide la historia de la humanidad en dos, y será Ella quien dirija y cuide a las piadosas mujeres que acompañaban a los apóstoles. Será Ella la coach de tantas mujeres seguidoras de Cristo como María Magdalena y también la que aconseje, uno a uno, a los apóstoles en sus miedos y vacilaciones cuando Jesús ya no esté.
María en la Cruz
Nuevamente valiente y amorosa, llenará de amor a su hijo a pesar del inmenso dolor de verlo maltratado, vilipendiado hasta la muerte en cruz. Ella a su lado, en el camino al Calvario se encuentra con Él y solo su mirada lo llena de amor, de seguridad en sus peores sufrimientos.
Quién sabe qué pensamientos y sentimientos tendría Ella , pero aún así, en el inmenso dolor y desolación es capaz de darle paz, amor , no solo a su hijo; sino a Juan y Magdalena.
María nuevamente con fuerza y amor, con sabiduría y decisión, con fe y entrega, aunque no entendiera, estaba al lado de su Hijo y de sus amigos para dar ejemplo: así es el liderazgo: más que palabras se mueven los corazones con el ejemplo en todos los momentos de verdad.
María en la espera de la resurrección, seguro estuvo dándoles paz a sus apóstoles, calmando con su amor a las mujeres y esperando en su inexorable e infinita fe. Sola, tal vez, orando al Padre para que se cumpla su voluntad: nuevamente como cuando tenía 15 años. Nuevamente abandonada en el Padre.
¿Sabemos cómo habrá movido el corazón de Dios esa entrega en el momento más doloroso de su vida? No lo sabemos, pero yo creo firmemente que su entrega consoló también el corazón de Dios Padre.
También en la Resurrección
María en la resurrección, su alegría seguro fue infinita, y también su certeza de que todo su camino junto a su hijo era lo que había guardado en su corazón con profunda fe y hoy lo veía realizado en la vida de su hijo, en la suya, en la de sus amados y en el mundo para siempre.
No me puedo ni imaginar el gozo profundo y gigante que llenaría todo su ser ya con 48 años, con su hijo de 33 resucitado y con el mundo redimido. Seguro todas esas cosas que guardaba en su corazón se hicieron claras y el camino en perspectiva se hizo perfecto, allí estaba la Madre del Redentor con una nueva misión: llevar de la mano a su Iglesia por todas las dificultades y logros del resto de la historia de la humanidad, en ese momento empezando con los Apóstoles y todas las mujeres y hombres seguidores de Cristo que pasarán cuestionamiento y persecución.
Ahí está Ella nuevamente, liderando a esos apóstoles, dándoles la mano, la fe y la entrega para seguir adelante. ¿Cuáles fueron sus palabras?. No lo podemos saber, pero lo que sí sabemos es que ella estuvo en la venida del Espíritu Santo. Que Ella estuvo entre ese grupo enorme de hombres, en un tiempo y un contexto en que las mujeres no participaban: Dios la pone de ejemplo , de líder, de madre, de mentora.
Cambiar el mundo
No solo eso: la pone delante para cuidarlos, para dirigirlos, para fortalecerlos: para llevarlos por el camino de la dura evangelización de cambiar el mundo.
Que vivió en su casita de Éfeso, donde la llevó el apóstol Juan. Allí seguro recibía a todos, los llenaba de amor, de fuerza para que cumplieran su misión: llevar la Buena Nueva al mundo para el mayor cambio de la historia.
María es por esencia la líder femenina del Nuevo Testamento, pero sobre todo con su Sí, el inicio de la salvación de los hombres. María de Nazareth, Inmaculada mujer que con su Sí cambió el mundo, ejemplo de liderazgo femenino que se arriesgó, desafió el status quo, educada y amorosa, lideró con su mano dulce y firme a su Hijo el Redentor que cambió el mundo entero.
Que sigamos Tu ejemplo para conseguir las metas como mujeres en un mundo que aún hoy nos es complicado. Que entendamos que el papel de la mujer es fundamental para cambiar el mundo, desde un liderazgo femenino en sinergia entre mujeres y hombres, en sinergia con el amor y la fortaleza, acompañadas de hombres y mujeres en equidad.
Lindo el artículo, muchas gracias
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