“Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido” Mateo 6, 7-8
Hoy los quiero invitar a rezar la oración más común, la que todos nos sabemos, la que repetimos y repetimos en automático, la que nos alegramos de profesar, pero se nos olvida practicar. Intentaré desarrollar algunas de las líneas del Padre Nuestro, ahondar en lo que tal vez Jesús quiere que interpretemos, no lo sé, quiero compartirles lo que yo interpreto.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre.
Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan nuestro de cada día
Y perdónanos nuestros pecados, como también nosotros hemos perdonado a los que nos ofenden, y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal
¿Qué les evoca el Padre Nuestro? ¿a qué nos llama? ¿entienden la invitación?
El Padre Nuestro representa la idea de unicidad, de integración con el otro, de perdón. Si lo interiorizamos nos damos cuenta que no evoca ninguna idea de culpa, ni castigo, ni miedo ni de juicio final.
“Nuestro”:
Es la palabra con la que Jesús nos advierte una y otra vez que en realidad somos las raíces de una sola semilla, las ramas de un tronco único, las hojas del mismo tallo, todos y todas células del mismo árbol, nos une una profunda conexión, pero no nos damos cuenta.
“Venga a nosotros tu Reino”:
El reino de la paz interior, de la comunión, de la dicha del júbilo por tener a Cristo cerca. Para nadie es un secreto que el lugar más cercano al Reino de los cielos, lo presenciamos en la Eucaristía, en la Comunión, en la exposición del Santísimo.
Sin embargo, podría creer que lo podemos presenciar a diario, cuando dejamos de lado el egoísmo, la rabia, el rencor, los celos; y nos empeñamos en cultivar el amor, la fraternidad, la empatía y el cuidado por el otro.
Así me imagino el reino de Dios ¿y tú cómo te imaginas el reino de Dios? Él nos lo ha dicho “mi reino no es de este mundo”, pero nos la pasamos buscando la forma, el por qué, buscamos entender sus maneras, sin darnos cuenta que su mundo, es el de la elevación de la forma.
“Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”:
La voluntad de Dios está íntimamente relacionada con la obediencia, Alessandra Borghese nos lo explica mejor; la tentación de pensar que somos autosuficientes, es el mayor enemigo de los cristianos, nos dice, creer que tenemos la capacidad de resolver todo en nuestra vida y no precisamos de Dios.
El peligro es hacer ‘superfluo’ a Dios. La voluntad de Dios la encontramos cuando la Iglesia nos dice que no, porque Jesús está convencido que tenemos mejores posibilidades de vivir la vida. Pero se nos va la vida buscando la simple y cotidiana voluntad de Dios.
A veces se nos olvida, pero Borghese nos recuerda que, aunque tenemos mucha humanidad, también poseemos una parte divina. La obediencia no proviene de la carne, se obedece por amor. “Ése es el sentido de esta virtud: Dios no quiere servidores de mala gana, sino hijos/as libres que quieran cumplir su voluntad con alegría. La obediencia nace de la libertad y conduce a una mayor libertad”.
Concluye Borghese diciendo que “cuando una virtud flaquea, se debilita toda la vida interior y la falta de obediencia puede tener sus raíces en la falta de unidad de vida” .
Creo que contar con la voluntad de Dios, es un privilegio y honrarla es más que una simple cortesía. Hay que estar a la altura de su deseo.
“Perdónanos como también nosotros perdonamos”:
Repetimos esta oración mil veces, pero se nos olvida perdonar, vivimos rencorosos, deseando el mal a quienes nos han lastimado. No nos han enseñado a perdonar. Como podemos perdonar si seguimos buscándole una lógica al daño, “pero es que es injusto lo que me hizo”, el perdón no viene de la razón, sino de la inteligencia emocional y espiritual de la capacidad de pasar la página, sin buscarle un porqué.
“No me dejes caer en la tentación”:
De mi propia identidad, de mis pensamientos oscuros, de mi inconforme naturaleza humana, de mis celos, de mis quejas, de mis envidias. ¿Qué haces cuando arriba la tentación a tu cabeza? ¿la evitas? ¿le das vueltas y vueltas? ¿caes en ella?
Como individuos, olvidamos el “nuestro” con el abuso de atención solo a mi mundo, a mi yo, a mi familia, a mis limitadas ideas. “El yo y el mí del ego son los dos lápices con los que escribimos sin darnos cuenta la historia de la ausencia de Dios en nuestras vidas” Luis Cañón.
Bien decía Borges que las palabras se conquistan viviendo, ¿Qué tanto vives el Padre Nuestro? ¿Qué tanto conquistas sus líneas? No faltarán excusas, pero conquistar las palabras de Dios y enfrentar la incertidumbre guiados por su mano, es una buena prueba de que estamos vivos y vamos por lo nuestro.