María del Rosario también puede ser considerada como María del Misterio, porque ella, al ofrecernos el Santo Rosario nos invita a contemplar el Misterio del Amor de Dios hecho carne: Cristo.
Significado de Misterio
Una de las acepciones que nos ofrece la Real Academia Española sobre la palabra misterio es que se trata de algo que no se puede comprender o explicar. Y así es como nosotros experimentamos el amor de Dios: como un verdadero misterio, inexplicable, imposible de comprender. María misma experimentó esta incomprensión, pero, lejos de desesperarse, ella “guardaba todas estas cosas en su corazón” (Lc. 2,19), tenía toda su fe puesta en las palabras que el mismo Dios había anunciado por medio del ángel: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido” (Lc. 1,30). Su vida fue la contemplación plena del misterio de su Hijo a la luz de la fe.
Ella supo contemplar los gozos, la luz, los dolores y la gloria de su amado Hijo. Con su propia vida ella nos enseña a vivir de cara al misterio del Verbo Encarnado, del Hombre-Dios, escándalo para algunos, y locura para otros (Cf. 1Cor. 1, 23).
Los misterios en nuestra Vida
En nuestras propias vidas encontramos muchos misterios, situaciones inexplicables, gozos, luces, dolores y glorias, pero todo esto solo podemos verlo con claridad a la luz del Misterio del Verbo Encarnado, porque “Cristo manifiesta el hombre al propio hombre” (GS 22), pero solo podemos ser capaces de descubrirlo en tanto y en cuanto contemplemos los misterios de la vida Cristo que se nos ofrece de una manera única en el Santo Rosario.
El Santo Rosario, mas que la repetición de oraciones, nos ofrece la oportunidad de unirnos más a Cristo por medio de María.
La vocación del hombre de estar unido a Dios encuentra esta respuesta en la práctica del rezo del Rosario. El hombre y Dios se unen en la persona de Cristo, de quien, en el Rosario, contemplamos su vida.
María Santísima, en su contemplación del Misterio de la vida de su Hijo, se hizo parte y participó de esa obra.
Ella se incorporó de manera activa a la obra salvadora. De la misma manera, nosotros, por medio del rezo y la contemplación de los misterios del Santo Rosario, nos hacemos parte de la vida de Cristo; ya no solo como simples espectadores, sino también dejándonos transformar y configurar nuestra vida a la de Cristo, para así poder decir junto con el apóstol “ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2, 20).
Contemplación de los misterios
Así como el Hijo de Dios se hizo carne, murió y resucitó venciendo a la muerte y el pecado para salvar a la humanidad, cada vez que contemplamos estos sagrados misterios nos asociamos a la obra salvífica de Cristo, y lo hacemos de forma personal, de modo que en nuestra propia vida podemos experimentar esta acción redentora.
En el siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana venció a la turca, que era muy superior.
La clave la encontramos en que el Papa san Pío V pidió a los fieles cristianos que rezaran el Rosario para que María intercediera. Este acontecimiento, más allá de ser un dato histórico, es una invitación a confiar en el poder que esta oración tiene, no existe batalla que no pueda ser ganada por medio de esta poderosísima arma.
Los santos, a lo largo de la historia, nos dan testimonio del valor del Santo Rosario. San Juan Pablo II nos deja este ejemplo: «El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo».
Ǫue María, la Madre del Misterio, y Madre nuestra nos ayude a vivir como verdaderos hijos, contemplando el gran Misterio de su amado Hijo Jesús, para que así, como ella, podamos alcanzar la eterna Salvación.