No pertenezco al Opus Dei, y nunca había visto a un sacerdote con sotana. De hecho, no sabía lo que era una sotana. Menos pensaba que hubiera presbíteros tan bien puestos y amables como Don Andrés. Aquel sacerdote del Opus Dei que me miró y acogió cuando mi alma estaba aún cubierta con el excremento del pecado.
Han pasado 25 años y recuerdo ese día como si ayer me hubiera pasado. Es decir, esto de conocer a un sacerdote con sotana, atento y sonriente. Qué experiencia más inolvidable.
Como se lee en sus biografías san Josemaría advirtió que la novedad del espíritu del Opus Dei implicaba la necesidad de sacerdotes provenientes de los laicos de la propia institución, que se dedicaran de modo especial a atender pastoralmente a las personas de la Obra y a sus apostolados, aunque sin excluir a ninguna otra alma.
Desde el comienzo del Opus Dei, era claro que habría sacerdotes diocesanos que vivan el espíritu que Dios había confiado el 2 de octubre de 1928 a san Josemaría. Sin embargo, no fue hasta el 14 de febrero de 1943 cuando se encontró la forma de incorporarlos respetando la obediencia de cada presbítero a su propia jurisdicción.
Es conocido que el sacerdote diocesano no hace los votos solemnes que hacen los sacerdotes religiosos (y los hermanos y hermanas religiosos), pero sí hace promesas de obediencia a su propio obispo. Por lo tanto, debía funcionar como una asociación.
Una sociedad fecunda
- 25/05/2011 El Prelado del Opus Dei ordenó en Roma a treinta y cinco nuevos sacerdotes procedentes de quince países.
El Santo debe de ser muy feliz en el cielo al mirar los frutos de su abandono al pedido de Dios. Una sociedad que actualmente es copiosa en frutos con aproximadamente más de 4000 sacerdotes en el mundo.
A mí Don Andrés me robó el corazón. Conocerlo significó una profunda transformación en mí en torno a quién es el sacerdote. Conocerlo fue comprender que Cristo es tierno. Esta ternura que dentro de todos los caminos de espiritualidad recorridos, no he encontrado en ninguna otra religión. Todo esto es el acompañamiento espiritual que el sacerdote del Opus Dei da a las personas y a los presbíteros diocesanos que llegan como miembros a la Sociedad de la Santa Cruz.
Nace con tres objetivos concretos
La Sociedad de la Santa Cruz nació para ofrecer a los sacerdotes un medio que les ayudará a profundizar en la belleza de su vocación, a transformarse en otro Cristo; “a reaccionar tal y como lo hacia ÉL”.
Hay que tener el corazón para las personas y para eso hay que crecer
Tres fueron los objetivos del fundador del Opus Dei al crear la sociedad:
- Que la vida interior del sacerdote se convirtiera en un dulcísimo manantial de agua viva de Cristo. Y esto por medio de una estrecha consideración frecuente de la propia filiación divina. Es decir, una profunda identidad formada en el corazón del sacerdote desde la relación de amor y amistad con Jesucristo.
- San Josémaría quería inspirarlos a trabajar por la santidad personal: “la Obra viene hacer del trabajo una oración. A santificar el trabajo, a que nos santifiquemos con el trabajo, a que santifiquemos a los demás por el trabajo”.
- Fomentar la unión de cada uno con su propio Obispo y la fraternidad con los demás sacerdotes. Para el santo esto era sumamente importante. El amor a la Iglesia no iba separado de la obediencia al Obispo. El amor a la Iglesia no iba separado de la construcción fuerte de amistad y solidaridad entre ellos.
Un Padre que también dio un lugar a sus hijas
Pero fue también un día 14 de febrero, en 1930 cuando vio con claridad que las mujeres formarían parte del Opus Dei, de la Obra de Dios. No podía ser de otra manera, la llamada a la santidad es universal, es para todos, es para la mujer y es para el hombre.
Me impresiona mucho, su corazón de Padre. Solo ellas serían capaces de dar firmeza en la administración del hogar y de los apostolados. Organización, ternura y sabor en el hogar. Piedad, esmero en los detalles y maternidad. Sobre todo esto, cuando una mujer se conduce así, ejerce su liderazgo como verdadera madre, siempre une, siempre busca el bien del otro, siempre con su silencio da lecciones cristianas y lecciones de clase y señorío.
¡Qué afortunadas las mujeres que pertenecen a la Obra! Gracias san Josemaría por su obediencia al Espíritu Santo! ÉL escribe en sus apuntes: “Siempre creí yo —y creo— que el Señor, como en otras ocasiones, me trasteó de manera que quedara una prueba externa objetiva de que la Obra era suya. Yo: ¡no quiero mujeres, en el Opus Dei! Dios: pues yo las quiero”.
Muchas felicidades a todos los sacerdotes de la Sociedad de la Santa Cruz y a todas las mujeres que este día festejan y dan gracias a Dios por la docilidad tan profunda de esta alma, pues gracias a ella, la presencia femenina cuida, ilumina y embellece la Obra de Dios como nadie.
Te comparto este video para que conozcas más de las primeras mujeres del Opus Dei