Santo Tomás Moro exclamaba “la tierra no tiene ninguna tristeza que el cielo no pueda curar”, esta sencilla frase debe estar más que nunca en vigencia; puesto que, en la actualidad, en medio de tanta tribulación, de tanta indiferencia; nuestro corazón debe descansar en la virtud de la esperanza.
El mundo ha vivido en el último período eventos devastadores y desoladores; una pandemia global, crisis económicas grandes e incluso el día de hoy un conflicto armado a gran escala, te preguntas: ¿cuándo esto acabará?¿Cuánto más tenemos que sufrir? Cada vez que estás triste o más dudas desalienten tu corazón recuerda “esta esperanza nunca defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón” (Rm5,5).
La esperanza nunca decepciona
El Papa Francisco nos enseña sobre la esperanza, recordándonos que esta no es una ilusión. Nos recuerda que aquel que espera nunca será decepcionado, al ver el inmenso amor de Dios y su Misericordia día a día, toma mucha fuerza para el corazón el recordar que si esperamos confiados y abandonados en Dios, nunca seremos decepcionados.
Una hermosa secuencia de Domingo de Resurrección nos dice “resucitó de veras mi amor y mi esperanza”, en esto consiste la esperanza de los cristianos; en que a pesar de las tribulaciones, a pesar de las turbaciones que podamos tener día a día nuestro corazón espera en un Dios que tanto nos amó que dio su vida por nosotros y fue capaz de vencer la muerte para que tú y yo tengamos vida y vida en abundancia.
Emily Dickinson dice que la esperanza “es una criatura alada, que se apoya en el alma, y canta melodías sin palabras sin detenerse nunca”, es esta virtud, es el saber esperar, es el confiar en el extremo amor de Dios lo que te enseñará a ponerle melodía a tu vida, a poder hallar siempre un motivo para seguir.
“Yo sé en quien he creído”
En una homilía en el año 2019 el Papa Francisco afirmó que la esperanza necesita de la paciencia, “paciencia de saber que sembramos, pero sabiendo que es Dios que da el crecimiento”. ¡Ánimo! Dios sabe qué hay en tu corazón, Dios conoce cada una de tus inquietudes y tus luchas; quizá te preguntes cuánto más tengas que pasar por todo por lo que estás pasando, pero recuerda “todo lo hizo hermoso a su tiempo” (Ecl 3,11).