Siento a Dios a mi lado cada día, en cada momento.
Pero esto no ha sido así siempre. Por mucho tiempo creí que era una “superwoman”. Que todo lo que lograba era gracias a mi esfuerzo. Recurría a Dios en forma aislada cuando tenía alguna situación muy difícil, sobre todo a nivel personal.
Hasta que llegó el día en que la “superwoman” quedó reducida a nada. Sentí mi vida detenerse abruptamente en el 2016, cuando tuve un accidente. Pasé por dos cirugías y necesité mucha terapia y ayuda. En ese momento me acerqué a Dios, me confesé después de muchos años. Pero poco a poco la “superwoman” se recuperó y siguió sintiéndose invencible, organizando su vida, siendo exitosa en el trabajo, pero sin llevar una vida coherente.
Y entonces llegó el año 2019, en el que tuve que aceptar que no era ni sería más una “superwoman”. Dios me llevaría a cumplir mi sueño…
Tengo que agradecerle a Dios por esas situaciones que llegaron a mi vida, pues fueron el detonante para que hiciera realidad mi sueño de ser escritora.
Soñaba con publicar un libro, pero nunca pensé que mi primer libro sería sobre el cáncer y menos sobre mi cáncer. Le tenía mucho miedo a esa enfermedad.
Gracias a un examen que me hice cada año durante una década, el cáncer se descubrió en etapa temprana. Sintiéndome afortunada, me puse a escribir un artículo que aparecería en el periódico con el fin de concientizar sobre el cáncer de ovario. Pero el artículo fue creciendo en páginas y se convirtió en mi primer libro, Te ofrezco mis puertas, que escribí durante los seis ciclos de quimioterapia.
Este libro es una bitácora donde asumí el proceso de mi enfermedad como una sucesión de portales. Uno de esos portales fue mi encuentro profundo con Dios, que comparto en uno de los capítulos. Ese encuentro vino de la mano de 10 minutos con Jesús América Latina, hoy Hablar con Jesús. Durante los días que esperaba el resultado de la biopsia, después de la cirugía, mi hermana Marta me envió una de las meditaciones diarias. Temía morir y sentía que tenía mi alma manchada por el pecado, por lo cual no podría ir al Cielo. Así que esa meditación llegó a un corazón sediento de Dios que no ha dejado de beber de su agua en los más de cinco años transcurridos.
Tengo que agradecerle a Dios por el cáncer que tuve. Esa situación ha hecho que siga siendo la misma Tere, pero una Tere que siente y vive diferente.
Lo he dicho en entrevistas y también lo he compartido en algún artículo: Dios nunca podrá mandarnos nada malo, ya que es un Dios de amor. Son solo situaciones que nos pasan, una enfermedad, un desastre natural, la muerte de un ser querido, en fin, tantas cosas. El asunto aquí es cómo decidimos enfrentar esas circunstancias: solos, creyéndonos un “superman” o una “superwoman” o, por el contrario, de la mano de Dios.
Yo decidí enfrentarlo de la mano de Dios y esa decisión ha permitido que siga abriendo los portales que llegan a mi vida con determinación. Hay veces en que he sentido miedo o incertidumbre, como en el año 2022, cuando el cáncer regresó, pero rápidamente me despojo de esos sentimientos y sigo adelante con Dios, bien agarrado de la mano.
Tengo que agradecerle a Dios por Te ofrezco mis puertas: fue donde di el primer paso para poner mi don de la escritura a su servicio.
Ese capítulo donde comparto el momento en que sentí el remezón espiritual fue el inicio de tantos artículos que he escrito desde el año 2020.
Un día recibí un mensaje por Instagram en el que me invitaban a escribir en el blog de 10 minutos con Jesús América Latina. No dudé en decir que sí.
Jamás pensé escribir en un blog católico, y ahora es una de las cosas que más disfruto: sentarme en mi computadora y pedirle al Espíritu Santo que me inspire. También cuando recibo un mensaje de la administradora preguntándome: Tere, ¿podrás escribir sobre este tema? o ¿tienes algún tema que quisieras compartir?
Tengo que agradecerle a Dios por Hablar con Jesús, que siempre toca la puerta de mi corazón para seguir poniendo mi don de la escritura a su servicio. Esto además me permite hacer un alto y analizar cómo voy en mi propósito de ganarme el Cielo.
Suele pasar que las personas me dicen que gracias a uno de mis artículos se sienten más cerca de Dios o que les llegó en el momento preciso para superar alguna situación o decidir qué hacer.
Entre esos lectores están sobrevivientes de cáncer que he conocido en presentaciones, o conocidos de amigos que les regalan el libro al ser diagnosticados de cáncer o quienes lo compran y me contactan por redes.
Tengo que agradecerle a Dios, que me ha permitido cultivar un grupo de lectores y hacer apostolado, algo que nunca pasó por mi mente.
Han pasado casi cinco años de la publicación de Te ofrezco mis puertas. En este tiempo he conocido a muchas chicas que ya no están aquí y que seguro están en el Cielo. Otras seguimos en este mundo terrenal. Una de estas sobrevivientes con quien me encontré en este caminar es mi amiga Maryluz Chávez Gómez.
Gracias, Dios mío, ya que al hacer realidad mi sueño de ser escritora fundé junto con Maryluz: COV PANAMÁ (www.covpanama.org), una guía para pacientes de cáncer y sus familiares.
Maryluz y yo, ambas comunicadoras, luego de ser diagnosticadas con la enfermedad, buscamos información en español sobre el cáncer de ovario, pero no la había, y menos de la región. El cáncer de ovario es el cáncer ginecológico que más muertes ocasiona en el mundo así que queríamos entender esta enfermedad. Así surgió la idea de fundar una plataforma informativa gratuita sobre cáncer de ovario. En mayo pasado cumplimos tres años y hemos formado una comunidad de pacientes. Publicamos periódicamente artículos sobre los diversos ángulos de la enfermedad, muchos de los cuales son casi tabú, pero una realidad para las mujeres que hemos tenido algún cáncer ginecológico.
Y, ¿cuándo nos conocimos Maryluz y yo? En febrero de 2020, durante una presentación de Te ofrezco mis puertas en una librería de la ciudad.
Así, una situación que parecía trágica, una enfermedad a la que le tenía mucho miedo, ¡miren todo lo que ha significado en mi vida!
Si esto no hubiera pasado, seguro seguiría siendo una “superwoman”, sin experimentar esa felicidad que viene de adentro, de sentir a Dios como centro de mi vida.
Ahora me siento una super hija agradecida de Dios, que no quiere decepcionarlo.
Le agradezco una y otra vez a Él por esas situaciones que llegaron a mi vida. Él las permitió, pero yo fui libre de decidir cómo las iba a vivir.
Y a ti que lees este artículo, te pregunto:
¿Eres un super hijo agradecido de Dios?
¿Qué tienes que agradecerle a Dios?
¿Abres tu corazón para recibir la gracia de Dios?