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Este es mi hijo amado

UNA VIDA LLENA DE MILAGROS

Descubre lo que el Señor tiene para decirnos en la gran fiesta de la Epifanía

El Bautismo del Señor, marca el final de la celebración de Navidad. Nos hemos sumergido en este tiempo en los misterios en torno a la venida de Jesús al mundo, nuestro corazón se preparó en el Adviento, y junto al cielo entero dimos Gloria al niño que nació en Belén. Nuestros corazones se llenaron de gozo, por haber vivido la llegada al mundo de Nuestro Salvador.

La gran manifestación de amor de Dios para nosotros, tiene su inicio en los misterios que hemos recordado de Navidad. Un Dios que nos ama tanto que para que tengamos vida eterna fue capaz de enviar a su propio Hijo, para que sea el mismo Jesús que nos dé vida y vida en abundancia. Misterio de amor, milagro de amor, que gran acto de amor de un Dios amoroso, para con nosotros sus hijos necesitados de su amor.

Ahora vivimos la revelación de Nuestro Señor Jesús, que vino al mundo como un niño pequeño, ahora es un hombre de unos 33 años, que hace su primera aparición pública a orillas del río Jordán, para ser bautizado. Cuánto tenemos que aprender de Jesús, todo un Dios, todo un Rey, y aun así obediente de la ley de los hombres, aquella ley que dictaba que debía ser bautizado.

En este nuevo año que comienza ¿qué podemos aprender del bautismo del Señor?, ¿cómo nos habla Dios en esta fiesta de la Epifanía? Ciertamente de muchas formas nos habla el Señor al corazón, te invito a que descubramos la voz de Jesús hablándonos al corazón en su Epifanía.

Como Juan el Bautista, que siempre hagamos lo que debemos hacer

Un personaje muy importante en este relato del Bautismo del Señor es Juan el Bautista, la voz que clama en el desierto, el precursor, aquel que preparó el camino para la venida del Señor. Hijo de Santa Isabel y Zacarías; los Evangelios nos cuentan que este hombre durante años vivió en el desierto alimentándose de miel y langostas.  Ya de adulto se dedicó a predicar un mensaje de conversión, pidiéndole a quienes le escuchaban el arrepentimiento de sus pecados y la conversión de sus vidas.

Antes del Bautismo del Señor Juan aclaraba en su predicación que delante de él venía el Mesías, alguien a quien él no era digno de desatarle las sandalias siquiera, la humildad de este hombre es tal que todos deberíamos aprender de ella;   en un mundo donde la grandeza se cree como lo más importante debemos tomar ejemplo de este hombre que no se aprovechó de la circunstancia para ganar protagonismo, y siempre se reconocía como servidor del Mesías que estaba por venir.

El Episodio del bautismo de Jesús

Ya en el episodio del Bautismo de Jesús, Juan ante el encuentro con el Mesías no se inmuta, y hace lo que le corresponde, sin miramientos, sin pensar las cosas de más, Juan sabía cuál era su misión y eso hizo, cumplió lo que le correspondía hacer.

De esto todos nosotros debemos aprender y mucho, debemos aprender de Juan el Bautista a no dejarnos llevar por miedos, ni dudas, ni temores y hacer la voluntad de Dios en todo momento.

Hacer lo que nos corresponde, porque si nosotros dejamos de amar, hará falta en el mundo tu amor, porque si dejas de ser consuelo para quien tienes a tu alrededor;  ¡quién será esa palabra de aliento! Ánimo que en todo momento podemos amar, y así, como el precursor, sepamos siempre ser diligentes a la voz de Dios.

Que, en esta fiesta de la Epifanía, el Espíritu Santo descienda sobre nosotros e incendie nuestros corazones.

Santa Catalina de Siena proclamó «Si sois lo que tuvieseis que ser, el mundo entero ardería en llamas»; una frase que especialmente hoy tiene mucha vigencia y debe conmovernos el corazón y exhortarnos cada día a ser partícipes de la revolución de amor que tanto el mundo está necesitando.

Nuestro Señor nos dice también «he venido a traer fuego, y como quisiera que ya estuviera ardiendo», y para que sea posible esto es necesario que abramos nuestro corazón al fuego abrasador, al Espíritu Santo.

El Espíritu Santo

Ese mismo Espíritu Santo que desciende sobre Jesús, y le da lo necesario para iniciar su vida pública, ese Santo Espíritu que a los apóstoles los encendió y los movió a predicar;  es el que nos tiene que mover a cada uno de nosotros, debemos pedir la presencia del Paráclito en nuestras vidas.  Y debemos pedirlo con fe, y debemos tener la certeza de que el Espíritu Santo incendiará nuestros corazones y nos hará instrumentos plenos del amor de Dios.

Y recordemos al cielo abriéndose y proclamando «este es mi hijo amado, en quien me complazco», pues en Jesús hallaremos plenitud, pues en el Rey de Reyes haremos la voluntad de Dios. Cómo no dejarnos conducir por el amor de Jesús, si Él fue quien halló complacencias a los ojos de Dios Padre.

Que esta fiesta del Bautismo del Señor nos ayude a ser dóciles como Juan el Bautista, que nos dejemos conducir por el Espíritu Santo, y que vivamos de tal manera que hallemos complacencia delante de los ojos de Dios, y recordando a Benedicto XVI, que nuestra vida y último aliento sean un «Jesús, te amo».

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