Estamos celebrando la octava de Navidad, el gozo del Niño que ha nacido inunda nuestros corazones, de nuestras familias, con la ayuda de Dios, nos hemos adentrado en los misterios en torno a la Natividad de Nuestro Señor.
La tierra se ha unido al unísono de los ángeles en el cielo y juntos cantamos «Gloria a Dios en el cielo», y este canto se hace eco en todos quienes amamos al Señor, este canto acompaña y llena de esperanza nuestros corazones, porque el Mesías esperado ha nacido.
Huida a Egipto
Uno de los pasajes que la Liturgia nos ofrece es el de la Huida a Egipto (cfr. Mt 2, 13-23). Y es que Herodes se entera del Nacimiento del Rey y emprende búsqueda para encontrarlo y matarlo. Una pugna por poder, este rey creía que Jesús ponía en peligro su reinado, y es por esto que lo quería matar.
Advertido por un ángel, José toma a María y a Jesús y huye a Egipto para evitar que Herodes encuentre y haga daño a Jesús, finalmente esta acción de José de huir de forma oportuna, pone fuera de peligro a la Sagrada Familia, y frustra todo plan de Herodes de dañar al Niño Jesús.
Este pasaje es muy importante y tiene muchas cosas para enseñarnos, la huida de la familia de Nazaret a Egipto, tiene para ti y para mí mucho que mostrarnos. Ante el peligro inminente que enfrentaba Jesús, la acción protectora y oportuna de José, tiene mucho que enseñarnos, y tenemos todos mucho que aprender de lo que la Sagrada Familia tuvo que afrontar para poner a salvo al Niño que acababa de nacer.
Para quienes amamos al Señor, la noticia del Nacimiento del Mesías, fue una noticia de inmensa alegría. Es contradictorio como para Herodes, en lugar de alegría, su corazón fue invadido por el temor, por la soberbia, y su inmediata reacción fue la de mandar a buscar al Niño para matarlo.
Te invito a que con el gozo de Jesús que ha nacido, meditemos y descubramos que tiene que enseñarnos este pasaje de la huida a Egipto.
En el silencio habla el Señor, ¿lo estamos escuchando?
Es admirable como José fue capaz de escuchar la voz del Señor, ver al Padre de Jesús, escuchar con docilidad la voz de Dios, es admirable y de esto debemos todos aprender.
Es necesario que escuchemos en el silencio a nuestro Señor, es preciso que nos sumerjamos profundamente en un diálogo de amor con Dios, para poder discernir lo que la voluntad del Buen Dios tiene preparado para nosotros.
Hay un secreto que el buen José tiene para enseñarnos el día de hoy. ¡La vida interior! Debemos decir esto claramente, fue la comunión íntima de Dios con san José lo que le permitió escuchar la voz del ángel, y entender que era lo que el Señor le pedía a este varón justo, a este Padre del Mesías.
Solo la comunión con Dios le permitió a san José estar atento a la voz de Dios, solo la íntima relación entre José y el Padre Misericordioso, permitió que no solo escuchase la voz de Dios, sino que tome acción y de inmediato ponga a buen cuidado a su familia.
Pidamos la intercesión de José, para aprender de este maestro de vida interior, a tener una relación estrecha entre el Padre que nos ama, y nosotros que somos necesitados de su amor y de su Misericordia.
Que este custodio de los tesoros de Dios nos preste su corazón para aprender a escuchar en todo, la voz de nuestro Señor, que los sueños que Dios tiene para nosotros, los podamos escuchar, anhelar y vivir.
Que, junto con José, descubramos los caminos de amor que el Señor tiene preparado para cada uno de nosotros.
San José varón prudente y justo
De san José tenemos tanto que aprender. Especialmente en este pasaje de la huida a Egipto observemos cómo actúa en medio del peligro y de la adversidad. De José hay tanto que aprender, desde la manera intensa de cómo este padre terrenal del Mesías ama a Jesús y María.
Es preciso que pidamos siempre a este varón de Dios, interceda ante el Señor, para que juntos podamos aprender a custodiar y amar más a Jesús y María.
En un mundo que no se detiene, en un mundo que ha dejado de lado lo verdaderamente importante, José nos habla al corazón. Es preciso no solo escuchar la voz de Dios; es necesario también ocuparnos en hacer lo necesario para cumplir su perfecta voluntad. Debemos estar atentos y sobre todo diligentes, ponernos en marcha con todo cuanto debemos hacer para buscar cada momento agradar más a Dios.
La prestancia con la que José tomó a su familia y huyó a Egipto, es de admirar y de imitar. Cuántas veces nos ha paralizado, la duda, el temor, el buscarle un pero a cada cosa, y siempre nos detenemos y no somos capaces de hacer cuanto el Señor pide de nosotros.
Que, por intercesión del custodio de los tesoros de Dios, aprendamos a escuchar a Dios y a ser dóciles y ponernos en marcha de cuanto tengamos que hacer.
La cruda realidad de la migración
Este episodio que recordamos, de la huida a Egipto, hace eco de un fenómeno social al que nos enfrentamos hoy en día. La migración. Y es que son muchas las personas que, por problemas económicos, sociales, incluso por correr peligro su vida, se ven obligados a huir de sus países, en busca de mejores rumbos, en busca de preservar a su familia.
Si tienes amigos, familiares, conocidos que han migrado a otros países, hoy es el día para elevar una oración especial por ellos, pidiendo la intercesión de la Familia de Nazaret.
Quiénes mejor que ellos que conocieron el dolor, la angustia de dejar su tierra, por buscar paz y tranquilidad, para dar consuelo y fortaleza, a quienes hoy no pueden estar en sus hogares cerca de sus seres amados.
A ejemplo del buen Dios que es Misericordia plena, que nuestro corazón se muestre siempre solidario, siempre presto a dar una mano y sobre todo siempre atento a amar a nuestro prójimo. Cuidemos a Jesús en nuestro corazón y en el corazón del prójimo que necesita de nosotros.