Una de las pruebas más difíciles, pero sin duda la más gratificante en mi vida como católica, ha sido aprender a negar mi voluntad para acoger la voluntad de Dios. Cada vez que leía o escuchaba en las Sagradas Escrituras que Dios me llamaba a negarme a mi misma para seguirlo, sentía conflicto. El ego humano siempre trata de convencernos que tenemos la razón, que el camino que creemos nos conviene es mejor que cualquier otra opción.
Poco a poco, en la oración, en la Eucaristía y en el servicio, he comprendido que elegir la voluntad de Dios sobre la mía, es la mejor elección de vida. María ha sido la maestra más perfecta en este camino, su vida es el mejor ejemplo, especialmente su Fiat en el momento de la Anunciación.
La Anunciación es la festividad que me recuerda que el camino del católico no es sencillo, que a todos el Padre nos ha entregado una misión, y que cumplirla implica renuncia, servicio, fe y decisión. Ante las dificultades, las dudas, las alegrías, los aciertos, y en cada uno de mis actos, el Fiat de María me recuerda que mi vida no está creada para agradar al mundo, sino para servir a Dios.
MARÍA
Es poco lo que podemos encontrar sobre la vida de María, antes de la Anunciación, en los Evangelios. Del pasaje del Evangelio de San Lucas, que relata la Anunciación del Ángel Gabriel a María, sabemos que era una joven virgen de Nazaret, que en ese momento estaba comprometida (desposada) con san José. San Lucas, el único evangelista que relata la Anunciación, no nos da más información sobre la vida de María.
El nacimiento de María, ha sido fijado el 8 de septiembre, y se cree que sucedió 16 años antes de Cristo, hija de san Joaquín y santa Ana. Es decir, al momento de la Anunciación María era tan solo una adolescente.
LOS RELATOS EVANGÉLICOS
También se puede inferir que María provenía de una familia sacerdotal, descendiente de Aarón, ya que era prima de Isabel, esposa de Zacarías, quien era sacerdote.
El Evangelio también menciona que José pertenecía a la casa de David. También sabemos que María provenía de una familia humilde.
El protoevangelio de San Pablo, evangelio apócrifo, relata el nacimiento e infancia de María, como hechos milagrosos. El texto menciona que san Joaquín y santa Ana concibieron a la Virgen María a una avanzada edad, y en reconocimiento a este milagro, la consagraron desde pequeña al servicio de Dios. El relato también atribuye milagros a la niña María.
Podemos decir entonces, que María, al momento de recibir la buena nueva de que sería la Madre del Salvador, era una adolescente, no pertenecía a una familia acomodada, sino que llevaba una vida austera en Nazaret, y estaba prometida a José. Su vida, desde un inicio, estuvo consagrada al servicio de Dios.
LA ANUNCIACIÓN: EL FIAT DE MARÍA
La Anunciación del Ángel Gabriel, es el momento en el que Dios revela al mundo, a través de María, la encarnación de su Hijo único para nuestra salvación. Es el momento en el que el misterio más grande del amor de Dios llega a los hombres, su plan divino comienza a cumplirse.
El momento tan esperado por el pueblo judío y anunciado por los profetas, la llegada del Mesías. La Anunciación, llenó y sigue llenando de gozo y esperanza al mundo.
Para que el plan divino de Dios pudiera suceder, y el Mesías pueda encarnarse, era necesario el Sí de María. La palabra fiat significa hágase o dar consentimiento.
Las palabras de María, “hágase en mí según tu palabra” o su Fiat, representan el punto culmen de la Anunciación y un momento único en la historia de la salvación; la joven virgen, la llena de gracia, acepta el plan divino y Jesús se encarna en su seno. El momento del Fiat, es el momento en que se hace posible el plan de Dios, y en el que el destino del hombre cambia.
«HÁGASE»
La palabra “hágase”, también es utilizada por Dios en el Génesis al momento de la creación, es la palabra a través de la cual Dios crea todas sus maravillas. Así, varios teólogos reconocen en el Fiat de María, “hágase en mí según tu palabra”, la segunda creación, ya que es por ella que el hombre adquiere la salvación.
La respuesta de María nos revela también, que la maternidad de Jesús no fue impuesta, sino aceptada. El Padre permite que sea el libre albedrío de María, el que haga posible su plan divino. María, en completa entrega y servicio a Dios, acepta desde ese momento ser la Madre de Dios, Madre de la Humanidad y ser partícipe de nuestra salvación.
¿QUÉ MÁS NOS ENSEÑA LA ANUNCIACIÓN?
El Arcángel Gabriel no solamente revela la Encarnación de Jesús, sino también nos anuncia que Él será llamado Hijo del Altísimo, ocupará el trono de David, y que su reino no tendrá fin. En estas cortas palabras, Dios revela al hombre todo su plan divino.
En este acontecimiento, también se nos revela la Santísima Trinidad, pues las palabras del Ángel nos enseñan que es el Padre, quien a través del Espíritu Santo, envía a su Hijo al mundo.
El diálogo de el Arcángel Gabriel y la Virgen María, contiene varias palabras y frases que enseñan la grandeza del acontecimiento y que son guías para nuestra vida como católicos:
“Alégrate”: San Juan Pablo II menciona que esta es una invitación a la alegría. A alegrarnos por la presencia de Dios en la Tierra, la presencia real del Rey, el Mesías.
“No temas”: Ante la preocupación de María, el Ángel responde no temas. Así también nos dice a cada uno, no temas a la voluntad de Dios. Con esas palabras, el Ángel hace saber a María, que mientras se cumpla la voluntad divina nada es causa de preocupación.
“El Señor está contigo”: Con estas palabras, Dios nos enseña que mientras nos mantengamos en su voluntad, Él está con nosotros.
REFLEXIÓN
La situación de María al recibir el anuncio del Ángel Gabriel, desde la perspectiva del mundo actual, podríamos decir que no era la más óptima para ser madre, menos aún para llevar la responsabilidad de tan grande misión; ser la madre del Salvador. Sin embargo, pese a las dificultades, a la incertidumbre y al temor, María no duda de la voluntad del Padre.
María sabe que el amor y la voluntad del Padre son más grandes que las dificultades del mundo, sabe que todo aquello que a los ojos del mundo es imposible, para Él es posible.
Como católicos, cada día, cada segundo, cada uno de nuestros actos, palabras y decisiones, representa una oportunidad para dar nuestro Fiat a Dios.
Cada vez que elegimos vivir el Evangelio y cumplir con los mandamientos, por sobre nuestros propios deseos, pensamientos, dificultades e inclusive necesidades, como María respondemos al Padre, “hágase en mí según tu palabra”.
Como a María, a nosotros también se nos anuncia la Buena Nueva, la llegada del Mesías y el camino a la salvación, y así también debemos acogerlo llenos gozo, confianza y alegría.
“La Anunciación a María representa mucho más que ese particular episodio evangélico, por otro lado fundamental: contiene todo el misterio de María, toda su historia, su ser, y al mismo tiempo habla de la Iglesia, de su esencia para siempre; como también de cada creyente en Cristo, de cada alma cristiana llamada”. (SS Benedicto XVI, 4 de marzo de 2011)
El Padre también espera nuestro Fiat, que le digamos: ¡sí, quiero hacer tu voluntad!
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