Las crisis profesionales, económicas o de salud, aunque afectan nuestra vida, no tienen comparación alguna con el peso de un corazón roto. Nada interpela y mueve al ser humano tanto como el deseo de amar y ser amado. Fuimos creados precisamente para esto:
AMAR Y SER AMADOS. Pero de verdad, no con minúscula y a medias, sino totalmente, libremente, fielmente, fecundamente.
Somos imagen y semejanza de Aquel que es el amor. Y sin embargo… no sabemos amar. Su semejanza se ha oscurecido por la sombra de nuestras heridas y del pecado. Pero amar de verdad es aún posible UNICAMENTE porque el Amor mismo se hizo posible, se encarnó, se hizo hombre. Y aunque en la teoría suena hermoso… en la práctica es MUY difícil vivir esta verdad.
Por eso quisiera hablarte de algunas barreras que nos mienten sobre lo que el amor realmente es y nos impiden ser plenamente felices según el plan de Dios.
1. La barrera del amor romántico
El amor implica en sí mismo una naturaleza realista: solo ama aquél que es de carne y hueso… una persona imperfecta. Pero por siglos se nos ha vendido mediática, cultural y espiritualmente la falsa imagen de la romanización del amor, en donde los sentimientos, la atracción o la seducción son suficientes para un final feliz. Nada más contrario a la verdad.
Cuando vivimos anhelando y buscando replicar concepciones romantizadas del amor, la realidad misma nos decepciona tanto respecto a lo que esperamos de otros y lo estamos dispuestos a dar nosotros mismos, que dejamos de creer en el amor. En muchos otros casos, nos quedamos en la falsa comodidad de un “amor” romántico que no da plenitud pero sacia el deseo inmediato de afecto.
Recuerda que el amor es mucho más que sentimientos bonitos: es la decisión de amar en la dimensión de la cruz.
2. La barrera del amor idealizado
En muchos casos puede parecerse a la mentira del amor romántico, pero quería hacer esta distinción porque, debido a las profundas heridas que tenemos en nuestro corazón, constantemente estamos proyectando en otros las expectativas de un amor irreal, que cumpla con todas nuestras necesidades, que sane nuestras dolencias pero que no exija un sacrificio real.
Idealizar al otro es uno de los actos más injustos que podemos tener en una relación, ya que solo podemos amar personas concretas con defectos y virtudes, no ideas inventadas de quienes quisiéramos que fueran.
3. La barrera del amor incrédulo
Cuando sufrimos un golpe o una lesión grave es instintivo el reflejo de replegarnos sobre nosotros mismos. El cuerpo mismo se contrae evitando estar de nuevo en una posición de vulnerabilidad que lo exponga a ser herido nuevamente. Lo mismo ocurre con nuestro corazón.
Cuando hemos sido defraudados, heridos, traicionados, usados o menospreciados, nuestro instinto interior se repliega cerrándose a la posibilidad de hacerse nuevamente vulnerable y exponerse a ser nuevamente herido.
Lo he nombrado incrédulo porque es aquel que ha dejado de creer en que arriesgarse a amar vale la pena.
El amor implica siempre un riesgo. Cristo, que es el Amor mismo, se entregó completamente aún sabiendo que para muchos su sacrificio sería en vano: valía la pena intentarlo y apostarlo todo. Esto no significa exponerse irresponsablemente a situaciones dañinas. Significa nunca perder la esperanza de que amar vale la vida entera y que nuestra propia vida solo tendrá sentido en el amar.
4. La barrera del amor hedonista
Puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que una de las palabras más prostituidas hoy en día es el amor. En nombre del amor se peca, se hiere, se esclaviza, se usa, se degrada nuestra inmensa dignidad. San Agustín afirmaba que cuando pecamos buscamos bienes pero en los lugares y de maneras equivocadas. Nuestro mundo ha vaciado de significado el concepto del amor y lo ha dejado solo en eso: un concepto vacío. Claro que el amor se expresa corporalmente ya que somos seres corpóreo-espirituales.
Nuestro deseo de amar y ser amados es tan grande e importante que nuestro cuerpo mismo manifiesta esta realidad por medio del deseo de entrega total hacia el ser amado. Cuando estos deseos se viven separados de la entrega total, libre, fiel y fecunda garantizada en el matrimonio, ya no nos estamos amando: nos estamos usando y lo enmascaramos con palabras bonitas.
El amor que no sobrevive la prueba de la castidad no es digno de ese nombre.
5. La barrera del amor puritano
Si la lujaría es dañina el puritanismo rígido es peor. Muchas veces al darnos cuenta del daño profundo que ha causado el desorden afectivo y sexual en nuestras vidas, corremos el riesgo de lanzarnos hacia la otra orilla, considerando como malo, dañino y pecaminoso todo movimiento del corazón humano y de nuestra sexualidad.
Así, no solo estamos negando el plan de Dios para el amor humano, sino que estamos rechazando su obra maestra y la vocación particular de cada uno de aprender a amar a imagen de Dios.
Endurecer el corazón por miedo al pecado solo trae ruptura interior porque solo aquello que es muy rígido se rompe. Contra esta barrera, no hay mejor remedio que la gratitud constante de aquello que somos, reconociendo que todo lo que Dios ha creado en nosotros es MUY BUENO y que por medio de estas realidades corporales, emocionales y afectivas, podremos aprender a amar verdaderamente.
La vocación al amor es universal, esto significa que es para todos. Sin embargo, la manera concreta de como se manifestará este amor en nuestras vidas corresponde a la vocación particular de cada uno.
Jamás podremos llegar a la plenitud si renunciamos a esta vocación, conformándonos con falsos amores y creyéndonos libres cuando en realidad estamos sometidos por barreras. Solo un corazón verdaderamente libre podrá amar a la manera de Dios, arriésgate a pedirle al que es el AMOR SIN BARRERAS que te conceda libertad y capacidad para amar de verdad.
“Para ser libres, nos liberó Cristo”- Gálatas 5, 1.