En la fiesta de la conversión de san Pablo dejemos que Dios toque nuestros corazones
A lo largo de la historia podemos encontrar muchas historias de conversión. Podemos recordar como el idilio de san Pedro con Jesús comenzó cuando el Maestro le dijo «ven y yo te haré pescador de hombres». San Agustín, quien anhelaba tanto la verdad y la buscó donde no debía, llegó a exclamar «tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva». Como estos dos son muchos los ejemplos de cómo cuando Dios conquista un corazón lo conquista realmente.
Incluso piensa en tu historia de amor con el Señor, quizá en una predicación, en un retiro espiritual, el Señor tocó tu corazón. Porque todos hemos vivido una historia donde Dios tocó nuestro corazón y nos conquistó para siempre. Porque la realidad es que cuando el Señor toca un corazón, es realmente capaz de cambiarnos la vida para siempre.
Saulo de Tarso no se queda atrás, y es que su historia de amor con el Señor es impactante y hermosa a la vez.
Este hombre perseguía cristianos, este hombre incluso estuvo presente en el martirio de Esteban, su espada desenvainada, cuántas vidas de cristianos arrebató, y sí, incluso él vivió una intensa historia de amor con el Señor. Y esta fiesta es la que celebramos en esta ocasión.
La historia de san Pablo impresiona, un hombre que desde muy joven perseguía cristianos, un hombre que incluso odiaba a los cristianos; sin embargo, en su encuentro con el Señor, su corazón se transformó y aquel que perseguía cristianos, se convirtió en un auténtico apóstol de aquel Dios a quien antes perseguía.
Pero, ¿qué podemos aprender de la historia de conversión de Pablo?
Cuando Dios toca la puerta, no hay corazón que se resista
Somos seres amados por un Dios que fue capaz de dar su vida por cada uno de nosotros. Nuestro corazón anhelante de ser amado, no se puede resistir al encuentro con el Señor. Y ciertamente, el amor de Dios no conoce de edad, no conoce de situaciones particulares. Dios ama y ama sin medida, es por esto que un corazón en el cual el Señor quiere entrar, no se puede resistir, así como lo dijo Jeremías «me sedujiste Señor y me dejé».
Es momento que quites las barreras de tu corazón. Somos hijos de un Dios que nos ama hasta el extremo, somos creación de un Dios grande en misericordia, que sin importar que hayamos hecho y cuántas veces hayamos fallado, siempre estará esperándonos con sus brazos abiertos, para que nos dejemos envolver en _Su Misericordia infinita.
Que sea esta fiesta de la conversión de san Pablo, el momento de trabajar por tener un corazón dócil, un corazón que se acoja a la Misericordia de nuestro Señor. Que, por intercesión de este gran apóstol, y por los méritos de su conversión, podamos abrir la puerta de nuestro corazón al Señor, que nos dejemos amar por Él, y a ejemplo de Pablo, podamos dar a conocer con nuestra vida la buena nueva del amor de Dios.
«Señor, derríbanos para que volvamos nuestro corazón a Ti»
Saulo de Tarso, iba a Damasco, estaba persiguiendo cristianos, pero cuando el Señor nos busca no hay nada que evite que nuestro corazón se encuentre con el de Dios. Mientras iba a entrar a Damasco, un reflejo muy fuerte lo tumbó, y fue en ese momento que Pablo escuchó la voz de Dios. Aquel Dios a quien perseguía ahora abrazaba su corazón y le daba vida nueva.
A ti que lees esto, no sé qué situación estés viviendo, no sé si estás alejado de Dios, o si piensas que la enormidad de tus errores no te deja acercarte al amor del Señor. Mira el ejemplo de san Pablo, mira qué increíble historia de conversión la de este gran hombre, inmediatamente se encuentra con el Señor, le reconoce, deja de lado su soberbia, deja atrás su pasado y mira al buen Dios y se deja abrazar por su misericordia.
Si acaso el caballo del egoísmo, de la soberbia, de la envidia no te dejan avanzar, es el momento que, a ejemplo de san Pablo, dejes a Dios tumbarte de estos caballos, para que puedas acudir a sus brazos y dejarte abrazar por su infinita misericordia. Que hoy sea el día en que dejemos a Dios ser Dios, y permitamos que sea el buen Dios que con su misericordia nos ayude a desprendernos de aquellos caballos, que no nos permiten avanzar.
«¿Qué haré, Señor?» Como san Pablo, que respondamos prontamente a Dios
Es admirable como ante el encuentro con Dios, Pablo no se queda estático e inmóvil, reconoce inmediatamente la presencia del Señor, reconoce que ha estado equivocado, pero inmediatamente pregunta «¿Qué debo hacer, Señor?». No se quedó lamentando de haber fallado, no se quedó atónito pensando si era real lo que le pasaba. Inmediatamente, Pablo escuchó al Señor que le tocó el corazón, y enseguida buscó hacer su voluntad.
Preguntémonos con mucha humildad y docilidad a la vez, qué debemos hacer, qué tenemos que purificar en nuestra vida, qué debemos hacer para cumplir la voluntad de nuestro Señor, miremos el pasado, no lamentándonos, sino encomendándonos a la Misericordia de Dios, encomendemos nuestro presente al amor de Dios, y entreguemos el futuro a su divina Providencia.
Pidamos siempre la intercesión de san Pablo para que podamos ser dóciles y dejemos al Señor entrar a nuestra vida. Que su ejemplo de conversión nos exhorte no solamente a abrazar la Misericordia del Padre, sino que, movidos por el espíritu de este apóstol, podamos estar prestos y preguntarle siempre al Señor qué debemos hacer para cumplir su voluntad.