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Reflexiones sobre la Ética y el Uso de la Tecnología en la Educación Católica

la Ética y el Uso de la Tecnología

Durante el evento, expositores de España, Argentina y Colombia aportaron valiosas perspectivas que complementaron mi exposición, enriqueciendo el diálogo sobre cómo integrar la tecnología sin perder de vista los valores cristianos.

La tecnología como herramienta formativa, pero con ética

Mi ponencia enfatizó que la tecnología, si bien es un recurso poderoso para la educación, debe ser utilizada con una ética sólida. Es imprescindible que profesores, padres y alumnos desarrollen virtudes que les permitan hacer un uso virtuoso de las herramientas tecnológicas. Inspirado en autores como Sherry Turkle y Tristan Harris, trabajamos sobre los peligros del uso desmedido de la tecnología, especialmente en la formación de la identidad y la capacidad de concentración de los jóvenes.

Turkle nos advierte que el auge de la conectividad ha afectado la calidad de nuestras conversaciones. En su obra, señala que:

Al incrementar la rapidez de nuestras interacciones, sacrificamos la profundidad de nuestras comunicaciones.

Por otro lado, Tristan Harris señala que las grandes compañías tecnológicas están en una carrera constante por captar nuestra atención, empleando técnicas persuasivas que nos mantienen pegados a nuestras pantallas. Esta dinámica puede generar adicción, como apunta también el neurólogo Javier Cabanyes, quien resalta el alto poder adictivo de las TIC, capaces de proporcionar gratificaciones inmediatas en diversos ámbitos.

El impacto de la tecnología en la vida espiritual y emocional

Uno de los aspectos centrales de mi ponencia fue la relación entre la tecnología y la vida espiritual. La neurociencia ha demostrado que la concentración en una sola tarea es esencial para el pensamiento crítico, la memoria a largo plazo y la empatía, elementos clave en la vida de oración y reflexión. Por ello, es importante promover la templanza y la prudencia en el uso de la tecnología, virtudes que deben ser fomentadas en los colegios católicos.

La psicología también nos ofrece importantes advertencias. Susan Greenfield menciona que:

La identidad de los jóvenes, antes construida en base a experiencias íntimas y concretas, hoy depende en gran medida de las opiniones que otros expresan en línea. Esto puede generar inseguridad y problemas de autoestima.

Es por ello que Jonathan Haidt sugiere retrasar el acceso de los jóvenes a las redes sociales, recomendando que los niños no las utilicen hasta los 15 años. Este control puede ayudar a prevenir problemas como la ansiedad y la depresión, cada vez más comunes entre las generaciones más jóvenes.

Si en cada escuela el director les pide claramente a los padres que por favor no dejen que sus hijos estén en las redes sociales hasta que estén en el secundario, o digan saquémoslo de la primaria, esperemos a que tengan 15 años. Ningún chico debería tener redes sociales.

Lecciones de otros expositores

El intercambio con otros ponentes fue igualmente enriquecedor. Profesionales de España, Argentina y Colombia compartieron sus experiencias y reflexiones sobre cómo adaptar la tecnología a las realidades educativas locales.

En las conversaciones de mesa coincidimos con varios que hay que recomendar a los padres retrasar lo más posible que los chicos tengan celular propio, por lo menos hasta los 13 años, e insistir que no tengan redes sociales hasta los 15. Esta semana Instagram ha anunciado herramientas para control parental para los menores de 18 años, incluida la suspención de notificaciones. Es una rectificación para hacer frente a los problemas encontrados.

Por otro lado, me gustaron mucho las ponencias de Rosana Fernandez Coto, que habló de la visión de la enseñanza centrada en el funcionamiento del cerebro. Y la de Abraham Gutierrez que habló de cómo usar la tecnología sin que ella nos use.

También se destacaron casos exitosos de integración tecnológica en el aula, donde se promueve un uso responsable y alineado con los valores cristianos. Un enfoque que resonó profundamente fue el fomento del urbanismo digital, que busca establecer un código de conducta en el entorno virtual, promoviendo la justicia y el respeto en las interacciones online.

Conclusiones

El Congreso fue una experiencia invaluable para reflexionar sobre cómo la tecnología puede ser una aliada en la educación, siempre y cuando se utilice con ética. Agradezco a CONACED, en especial a Angelica Morenopor la confianza depositada en mí y por crear este espacio de diálogo.

Me quedó retumbando esta idea de una conferecista:

La misión de los colegios católicos es formar no solo mentes, sino corazones y almas, y en este camino, la tecnología debe ser una herramienta al servicio del crecimiento integral de la persona.

En mi trabajo diario como Capellán del Colegio Delta me doy cuenta de que las chicas viven inmersas en una realidad donde lo digital pesa mucho. Es importante que la tecnología se use con ética, y que los tiempos sean los apropiados. Parte de la labor como educadores pasa por que los padres y los chicos tomen esta conciencia.

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