Caminando por una venta de antigüedades, me encontré con una imagen preciosa de la Virgen, enmarcada en un marco que llamó profundamente mi atención. No conocía aún que esta imagen representaba a la advocación de la Virgen de Guadalupe; lo que más me atrajo fue el marco, y pensé que sería perfecto para colocar en la entrada de mi hogar. Sin saberlo, estaba abriendo las puertas de mi vida a una relación especial con la Morenita.
La Morenita en mi hogar
Desde entonces, la Virgen de Guadalupe se ha hecho presente en mi vida de muchas maneras. Aunque aún no he tenido la dicha de visitar la Basílica en México ni de conocer la tilma de san Juan Diego, la Morenita ha llegado a mí en múltiples ocasiones. Varias personas que han tenido el privilegio de estar frente a ella, sin saber mi devoción, me han regalado imágenes suyas, como si la Virgen quisiera recordarme constantemente que está cerca.
Una de las cosas que aprendí hace años fue a tener imágenes religiosas en los diferentes espacios de mi casa, algo que san Josemaría llamaba «industrias humanas”, que funcionan como despertadores en nuestra vida ordinaria. Estas imágenes, y especialmente las de la Morenita, me ayudan a dirigir mi mirada al Cielo en medio de las tareas del día a día, a recordar que la Virgen está conmigo en cada paso.
Hoy, en mi hogar, la Virgen de Guadalupe acoge. Su tierna mirada me inspira a rezar el Ángelus, a encontrar fuerza en la oración, y a sentirla tan cercana, como si Ella misma entrara en mi casa para acompañarme.
¿Quién es la Virgen de Guadalupe?
La Virgen de Guadalupe es una advocación mariana, producto de unas apariciones en 1531 a san Juan Diego en el cerro del Tepeyac, en México. Según la tradición, la Virgen se presentó como la “Madre del verdadero Dios por quien se vive” y pidió que se construyera un templo en su honor. Como prueba de su aparición, dejó su imagen milagrosamente estampada en la tilma de Juan Diego, un tejido sencillo de ayate.
La imagen está cargada de simbolismos que muestran la cercanía de la Virgen con el pueblo indígena y su maternidad universal. Su fiesta se celebra cada 12 de diciembre, una fecha que recuerda el amor y la protección que la Virgen ofrece a todos sus hijos.
San Josemaría Escrivá, al contemplar la imagen de la Virgen de Guadalupe, dijo:
“¡Qué confianza, qué paz inspira la Virgen de Guadalupe! Saberse hijo de tan buena Madre nos llena de seguridad”. Estas palabras resumen lo que siento al pensar en Ella: un refugio seguro en los momentos difíciles y una guía en mi caminar hacia Dios.
La Virgen en mi camino
La advocación de la Virgen de Guadalupe ha estado presente silenciosamente en mi vida en muchas formas. Es la Virgen del colegio donde estudiaron mis hijos, la Virgen de mi parroquia, y la que me acompaña diariamente en mi hogar. Sin que me diera cuenta, Ella ha ido ocupando un lugar central en mi corazón, y hoy quiero agradecerle por estar siempre a mi lado.
En mi parroquia, hemos organizado un triduo en su honor. ¿Qué es un triduo? Es una práctica de devoción que consiste en tres días consecutivos de oración y reflexión para prepararnos para una fiesta especial. En este caso, es una forma de agradecerle a la Virgen por su constante intercesión y pedirle que siga acompañándonos en nuestra vida cotidiana. Sin duda, asistiré los tres días para darle gracias por todo lo que ha hecho por mí y mi familia.
Su mirada y su Amor
La tierna mirada de la Virgen de Guadalupe me recuerda el amor de una madre que siempre está dispuesta a escuchar y consolar. Me inspira a imaginar cómo habrá sido el encuentro de san Juan Diego con Ella: su sencillez, su humildad y su confianza plena en sus palabras. Su mirada es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, no estamos solos.
Hoy, en su día, quiero decirle: Gracias, Morenita, por estar siempre conmigo, por tu presencia en mi hogar, en mi vida, y en mi corazón.
Para reflexionar
Quiero dejarte con estas preguntas para meditar en tu relación con la Virgen María y cómo Su presencia transforma nuestra vida:
- ¿Sientes que la Virgen María es tu madre?
¿Cómo le hablas, cómo le rezas, cómo la mimas con alguna piedad mariana? María no es una figura distante; es una madre que nos ama con ternura. En mi caso, rezar el Ángelus y hablarle en la intimidad de mi oración son formas de acercarme a Ella, de confiarle mis alegrías y dificultades. Y tú, ¿cómo la haces parte de tu día a día? - ¿Cuentas con imágenes que te recuerden quién es Ella?
Las imágenes de la Virgen son más que adornos; son recordatorios visibles de Su amor y protección. Tener imágenes de la Morenita en mi hogar me ayuda a mantener presente su mirada tierna y su intercesión constante. San Josemaría decía que estas «industrias humanas», como él llamaba a las imágenes religiosas, son como despertadores en la vida ordinaria, que nos conectan con lo sobrenatural. ¿Tienes imágenes de la Virgen en tu hogar o en tus espacios personales? - ¿Inculcas a tus seres queridos ese amor mariano?
El amor por María no es algo que deba quedarse solo para nosotros. Es parte de nuestra misión como cristianos compartir lo bueno, como dice el Papa Francisco, porque eso es evangelizar. Enseñar a nuestros hijos o seres queridos a rezar el Rosario, a confiarle sus problemas, o simplemente a amarla, es una manera de transmitir ese regalo que hemos recibido.
No te quedes con lo bueno, ¡entrégalo a los demás! María es una Madre que nos acoge a todos, y a través de su amor, podemos acercarnos más a Dios.
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