Cuando me pidieron que escribiera sobre la Exaltación de la Santa Cruz, mi mente quedó en blanco. Me imagino que muchos de ustedes, al igual que yo, habrán escuchado en distintos contextos esta frase, pero yo nunca me había puesto a pensar, qué es o qué significa esto en mi vida como cristiana. Y resulta que hay una hermosa historia detrás de este día.
Un poquito de historia
Resulta que, en el siglo IV, Santa Elena, la madre del emperador Constantino, fue hacia Jerusalén en romería, para conocer los lugares santos de la vida de Jesucristo. Gracias a su insistencia, los grandes templos paganos se convertirían en templos cristianos, como es el caso del Templo de Afrodita, que de acuerdo con la tradición estaba construido sobre la tumba de nuestro Señor, y se convirtió en la Basílica del Santo Sepulcro.
De acuerdo con la tradición de la Iglesia, durante la excavación para la construcción de esta Basílica, se encontraron tres cruces, y por medio de una sanación milagrosa de una señora moribunda, se detectó cuál era la cruz en la que falleció Jesucristo. Cruz que ha sido venerada desde que se encontró, e inclusive fue tratada como motín de guerra por los persas, quienes en 614 se llevaron la cruz después de haber conquistado Jerusalén.
Recuperando la cruz
Fue el emperador Heraclio quien recuperó la cruz de los persas 15 años después de haberla perdido, un día 14 de septiembre de 628, y fue él quien quiso entrar en Jerusalén en peregrinación con la cruz en sus hombros. Sin embargo, cuenta la historia de la Iglesia, que no pudo hacerlo hasta despojarse de todas sus vestiduras lujosas y sus joyas imperiales. Esta historia nos muestra que la vida del seguidor de Cristo debe comenzar siempre desde la humildad, para poder cargar con la Cruz como lo quiere Dios.
Identificándose con la Cruz
Todos los cristianos nos vemos identificados con la Cruz de Cristo. Es tan común su presencia en nuestras vidas, encima de la puerta de entrada, en cadenas colgadas, en monumentos públicos, ¡hay quienes hasta se tatúan cruces en sus cuerpos! Y tantas cruces que vemos en el día a día, tienen el propósito de recordarnos, no la última moda ni el diseño interior que está “in”, sino el gran sacrificio de nuestro Salvador.
Recordemos por ejemplo, a los santos mártires, tanto los modernos como los de tiempos romanos, quienes al sufrir rechazo y violencia, no se alejaron del sacrificio, sino que dieron hasta sus propias vidas, por ese símbolo de amor e inmolación, la Santa Cruz.
La verdadera libertad
Y el mismo Jesús, quien conocía cómo iba a morir, tomó la decisión de seguir con su futuro martirio, y con gran libertad, aceptó el sacrificio de la Santa Cruz. Esa misma cruz, que cada uno debe cargar y llevar en sus hombros para ser seguidores de Cristo, es la que exaltamos hoy. Debemos quererla, porque es a través de ella que podemos ser verdaderamente libres, que entendemos el significado de nuestro propio sufrimiento.
Amar a los “haters”
Últimamente, y en cara al uso global de redes sociales, he pensado, cuánto odio pueden tener las personas en sus corazones, para desear no solamente el mal, sino ser “haters” de otros, en público, en las redes sociales. Nosotros los cristianos, en cambio, debemos guardar en nuestro corazón amor, amor inclusive por quienes nos odian, por quienes nos “trollean” en las redes sociales, por quienes nos quieren hacer daño, y en eso consiste nuestra cruz.
Porque no es fácil amar a quien nos ha hecho mal, o a quien no nos cae bien. Recientemente me confesé, y le decía al sacerdote que me cuesta muchísimo tener buena disposición con una persona en específico que no aguanto, y el padre me dijo que esa es una mini cruz que llevo, y que cada vez que tenga un mal pensamiento o un mal comentario, rece un Padrenuestro por esa persona. ¡Y cuánto me ha costado! Pero así debemos ser los cristianos, siempre orar por quienes amamos, pero también por esas personas a quienes se nos hace mas dificil amar.
Encomendémonos a la Virgen
Y hoy, en este día especial en el que conmemoramos la recuperación de la Santa Cruz por parte de los cristianos, quisiera que nos tomemos un momento para pedirle a María que nos acompañe a cargar nuestra cruz. Es ella quien acompañó a Jesús a cada paso, sin dudar, guardando en su corazón un inmenso sufrimiento. Entonces, quién mejor que ella para acompañarnos en nuestro sacrificio diario, con nuestras mini cruces, o con las cruces grandes que marcan nuestras vidas.
Virgencita, acompáñanos en nuestro día a día, en nuestros sacrificios, para que sepamos vivirlos con amor, y veamos en esas cruces el rostro de tu hijo, nuestro Señor.