A los diez años tuve que empezar a utilizar lentes para ver de lejos. Al ir creciendo, la miopía fue aumentando. Los ojos se me veían pequeñitos detrás de los vidrios gruesos. A los quince años pedí de regalo unos lentes de contacto que en esa época eran de vidrio. Cuántas veces no se me cayeron. Brincaban y había que poner todo en pausa para agacharse a buscarlos.
Al estilo Piratas del Caribe
Tuve además muchas laceraciones en las córneas por el vidrio de los lentes y me tenían que tapar el ojo afectado por varios días. Incluso tuve que ir a la boda de mi mejor amiga con un parche tipo Piratas del Caribe. Después vinieron los lentes de contacto de un material flexible, pero empecé a tener conjuntivitis alérgica hasta que un doctor descubrió que era por un componente de los líquidos que se usaban para limpiarlos y logró ubicar uno que no me hacía daño. Por muchos años me nivelé y pude usarlos sin problema.
Los lentes siempre a la mano
Llegué a tener una miopía muy alta en ambos ojos. En la noche, después de retirarme los lentes de contacto, tenía que dejar las gafas a la mano, pues al levantarme tenía que ponérmelas para no tropezarme. Hubo una noche que tuve una pesadilla: un terremoto azotaba la ciudad y en la corredera de huir se me caían las gafas y quedaba casi ciega. Fue una sensación horrible.
Tener los lentes bien puestos
Pienso que vivir sin Dios es como tener una miopía muy alta, una especie de velo que nos impide ver claramente lo que es bueno para nuestra vida.
La Biblia, en la vida del cristiano, son los lentes que nos permiten seguir el camino que Jesús recorrió. Si los dejamos a un lado no sabremos por dónde ir. La necesitamos siempre como parte de nuestra vida cristiana.
En esta época de Adviento en que caminamos al encuentro, al momento en que Dios se hizo hombre, debemos tener esos lentes bien puestos para ver todo claramente. No podemos descuidarnos, ya que si se nos pierden, no podremos conducirnos. Así mismo como no podríamos salir a manejar sin ellos puestos.
Ajustar los lentes al ir caminando
Y así como con los años la miopía va aumentando y necesitamos nuevos lentes, así mismo el cristiano va creciendo en su fe, perseverando en la vida, orando más y teniendo como norte el ganarse el Cielo en la tierra. Cada vez incorporamos más actos de piedad que nos ayudan a llegar a nuestro destino final. La única forma es querer cada vez ser mejores. Y ese propósito requiere de mucho esfuerzo, de mucha oración y entrega a Dios.
La Biblia: la voz viva de Jesús
He escuchado a personas decir que no necesitan que nadie les diga qué hacer o no. Que cada quien debe ser libre de decidir. Que solo creen en lo que pueden ver, sentir o escuchar.
Cuando he encontrado el momento, he respondido que a mí nadie me dice qué hacer o no hacer, sino que es algo que creo, creo que Dios existe, que se encarnó en María y se hizo hombre. Y que por nuestra causa fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, y subió a los cielos. Él nos abrió otra vez la puerta al Cielo.
Y para ganarme el Cielo, yo decido lo que quiero y tengo que hacer para lograrlo. Y una herramienta es la oración, que si bien no se ve, está allí, Dios nos escucha siempre. Y la Biblia, que sí podemos tocar, nos ayuda en nuestro camino de oración.
Así que para acoger al Niño Jesús en nuestro corazón, como el tesoro más preciado de nuestra vida, necesitamos agarrar firmes la Biblia como la voz viva de Jesús, todas sus enseñanzas están allí.
El tesoro contenido en la Biblia
A mí me gusta mucho leer. En especial novelas históricas porque me remontan a sucesos relevantes de la humanidad, pero con los elementos de ficción que tanto disfruto.
No hay ningún libro como la Biblia que contenga tantas aventuras, lecciones, profecías. Un libro que cuanto más lo leemos más nos habla. Un libro que a cada uno habla de forma única. Un libro que es tan vivo, ya que es Dios, Jesús, quien nos habla.
Tiene historias de diversos momentos de nuestra historia, pero lo que difiere de una novela histórica es que todas las personas que las viven existieron y el protagonista principal es Dios que se hizo hombre.
A lo largo de los años escuchamos los mismos pasajes una y otra vez, y llega un momento en que uno nos toca especialmente. A mí me ha pasado muchas veces. Uno de esos fue el de la tempestad calmada que incluso inspiró un escrito en este blog.
¿Cómo ver claramente en este Adviento?
El Papa Francisco dijo que “Las palabras de la Sagrada Escritura no han sido escritas para quedarse atrapadas en el papiro, en el pergamino o en el papel, sino para ser acogidas por una persona que reza, haciéndolas brotar en su corazón. La palabra de Dios va al corazón”.
Así que voy a compartir formas de orar con la Biblia, específicamente con el Evangelio de cada día, para que podamos mantenernos en la senda correcta y sin tropiezos hasta llegar a acoger al Niño Jesús con un corazón repleto de amor en esta Navidad:
Busca un lugar tranquilo durante el día para hacer un rato de oración. Preferentemente a la misma hora. Yo lo hago justo al levantarme. Para entrar en recogimiento comienzo con la oración preparatoria que decía san Josemaría: “Señor mío y Dios mío. Creo firmemente que estás aquí: que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados, y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, san José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interced por mí”.
Lee el Evangelio del día con detenimiento
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Algo que estoy practicando después de leer el Evangelio es hacer lo que decía san Josemaría: “Te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más. Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar”. Recomiendo por ello la serie The Chosen. Y te aconsejo bajar el App y vivir la vida de Jesús como nunca antes.
Llegado a este punto será el momento de hablar con Él. Hay días que yo me quedo callada, sin saber qué decir, y solo contemplo la imagen del Corazón de Jesús. Pero otras veces no dejo de hablar, contándole alguna situación que me mortifica o dándole las gracias por algo que ha pasado. Siempre hay que procurar la comunicación abierta con Él.
Les garantizo que si hacen esto tendrán a Dios presente guiándoles en sus decisiones cada día. Lo sentirán a su lado en cada momento.
Señor mío, haz que siempre tenga puesto los lentes de la fe y guíame en este Adviento para recibir al Niño Jesús como el tesoro más preciado de mi vida.