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María Magdalena, la santa mujer que nos enseña que el nombre de Dios es Misericordia

Maria Magdalena

Mucho se ha dicho respecto a María Magdalena, en cuanto a su identificación en los Evangelios.

Se la ha relacionado como la hermana de Martha y Lázaro, recordando aquel pasaje donde sentada a los pies de Jesús escuchándole atentamente, el Maestro llegó a exclamar “María escogió la mejor parte” (Lc 10).

Por otro lado, dos evangelistas coinciden en que esta mujer fue aquella de quien el Señor expulsó siete demonios (Lc. 8,2).

Ciertamente, podemos coincidir que esta gran santa es un ejemplo muy grande y hermoso del amor y la misericordia de Dios.

Sin embargo, a pesar de las inquietudes sobre su identificación, es mucho lo que podemos aprender de esta gran mujer, Juan Pablo II en 1988 se refirió a ella como “Apóstol de los Apóstoles” (Mulieris Dignitatem). En el oficio de su fiesta el 22 de julio se destacan tres características.

A quien Dios le confió antes que a nadie la misión de anunciar la alegría pascual. Aquella mujer cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia Jesús.

Finalmente, como modelo de aquel amor que impulsa a entregarse siempre a Cristo (Oración colecta de la Misa de María Magdalena).

¿Qué podemos aprender de María Magdalena? ¿Me puede enseñar ella a vivir la misericordia y el amor de Dios?.

Te invito a descubrir cómo Dios nos habla amorosamente a través de este testimonio de contrición y abandono en Dios.

¿Dónde están los que te acusan?… “yo tampoco te condeno”.

La figura de María Magdalena, muy relacionada con aquella mujer de la que el Señor expulsó siete demonios, es un bálsamo de esperanza para todos nosotros.

Y es que este suceso en la vida de María Magdalena es una oda a la Misericordia de Dios.

Jesús, sin miramientos, sin cuestionamiento, sin dudas, perdona a esta mujer, el Maestro nunca cuestiona, nunca pregunta de más, ve en María Magdalena una mujer con un corazón contrito, y la perdona.

El Maestro sana su corazón y su alma del terrible mal del pecado.

Y esto da inicio a un hermoso idilio, el idilio de un Dios que en su misericordia perdona, con un alma que se reconoció necesitada de Dios y fue perdonada y liberada.

¿Acaso tú y yo no hemos ofendido al Señor?

Que sea el ejemplo de esta parte de la vida de María Magdalena un motivante para acercarnos y pedir perdón a Dios.  Sabiendo que tenemos un Dios cuyo nombre es Misericordia, que con los brazos abiertos estará esperándonos siempre para darnos el perdón, para traernos la paz, para levantarnos y ayudarnos en este camino de conversión.

No dejes que la enormidad de tu pecado te desaliente, no permitas que una caída te impida levantarte, mira a esta mujer, mira su ejemplo, mira cómo a pesar de su pasado, a pesar de sus errores, confió y se abandonó en el Señor y alcanzó el perdón de sus faltas.

Mira su ejemplo y repite junto a san Pío de Pietrelcina:

“Mi pasado Señor lo encomiendo a tu misericordia, mi presente a tu amor y mi futuro a tu providencia”.

Recuerda siempre que allí cuando todos te acusen tienes un Maestro que te espera con un corazón contrito y no te condena, solo te pide “no peques más”, ¡Ánimo!, recuerda Dios no pierde batallas y su misericordia es eterna.

Solo una cosa es necesaria: Permanecer en su presencia

Una vez que María Magdalena vivió plenamente el perdón del Señor, una vez que fue alcanzada por la misericordia de un Dios clemente y bondadoso, esta mujer se levantó, no vio hacia atrás y dedicó su vida a acompañar al Señor.

Y es aquí donde nos deben resonar las palabras del Señor “el que empuña el arado y mira hacia atrás, no es digno del Reino de Dios” (Lc 9,57).

¿Te imaginas a María Magdalena una vez que fue alcanzada por la misericordia de Dios dudando, o lamentándose?.

Cuánto tenemos que aprender de esta impresionante santa, y es que si hemos fallado, hemos sido ingratos a la bondad del Señor.

Sin embargo, recuerda ¡Dios no te acusa!, si has caído, acude al Señor, levántate y camina, recuerda no debes estar sentado en un camino que es para andar.

Que tu vida entera sea un clamar las bondades de Dios, que si de algo te ha de servir el recuerdo de tus errores, que sea para dar Gloria a Dios por todo cuanto te ha liberado, y que tu vida sea un fiel canto de las maravillas de aquel que sin medidas te ha amado.

Es momento de gritarle al mundo entero:

¡qué Dios tan bueno!, pídele a esta gran santa su intercesión para que a su ejemplo puedas ser testigo de la misericordia de Dios, en tus acciones diarias y en tus pensamientos.

Que a ejemplo de esta gran mujer podamos acompañar siempre al Señor y gritarle al mundo entero lo maravilloso que ha estado el Señor con nosotros.

Resucitó de veras mi amor y mi esperanza

María Magdalena acompañó a Jesús en el Calvario, estuvo en el Gólgota contemplando la agonía y el deceso de Jesús, qué fe tan grande de esta mujer, qué fortaleza había en su corazón; aun cuando prácticamente todos los apóstoles huyeron y no acompañaron en su agonía al Señor.

María Magdalena estuvo junto a Jesús hasta el final, su corazón contrito veló junto al Señor y fue ella junto a María, madre de Jesús, quienes contemplaron este misterio tan grande, esta inmolación de amor de Jesús.

Pídele al Señor un corazón como el de María Magdalena: un corazón contrito, un corazón presto a servir, un corazón que albergue una esperanza en las promesas del Señor. Y es que tal fue la esperanza de esta gran santa que fue la primera en contemplar al Señor resucitado.

Que nuestro corazón sea dócil a la voz del Señor, bastó una palabra de Jesús para que María Magdalena proclame “Maestro”, pidamos en este día un corazón dócil y abandonado como el de la “apóstol de los apóstoles”, y que podamos a ejemplo de esta santa espectacular hacer de nuestra vida un himno a la misericordia de Dios.

 

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