La fiesta de María Reina fue instituída por el papa Pío XII. La reforma del Calendario Romano de Pablo VI decidió que se celebrara, con rango de memoria obligatoria, el 22 de agosto, octava de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos
El pueblo cristiano siempre ha reconocido a María Reina por ser madre de Jesús, Rey de reyes.
Su poder y sus atributos provienen de su hijo. Es Él quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles.
El corazón de este mismo pueblo quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida de cada uno de nosotros y del mundo entero.
María quiso ser Virgen. Y Dios aceptó su deseo y la enriqueció con la maternidad divina, sin perder la virginidad. María nunca pensó en ser Reina. Pero Dios la colocó por encima de todos los coros celestiales, y los hombres de todos los siglos la aclaman como Reina y Madre en la Salve. Y en la letanía lauretana, el título de Reina es la más reiterada proclamación.
¿Por qué celebramos la fiesta de María Reina el 22 de agosto?
La fiesta litúrgica de María Reina fue establecida por san Pio XII, el 1 de noviembre de 1954, quien señaló su celebración el 31 de mayo. El año 1969, la iglesia reforma su calendario romano y traslada dicha fiesta a la octava de la Asunción de la Virgen María. Así se realza más clara la conexión entre la realeza de la Madre de Dios y su Asunción a los cielos.
La clave de la Realeza de María es su maternidad divina y su vinculación con la finalidad de la Redención, como lo es de todos los dogmas y privilegios marianos. Cristo es Rey porque tiene la plenitud del poder, de la vida, de la luz, de la gracia, de la verdad, y porque todo ha sido hecho por Él (Cf. Jo. 1, 3-4.14.16).
Encuentro simpático resaltar que la Asunción acoge la unión de María con Cristo y con cada uno de nosotros. Permanece junto a nosotros gracias a su estado glorioso, el que le permite seguirnos en nuestras actividades diarias. Por eso conoce todo lo que nos sucede y con su corazón de madre nos sostiene con amor.
María participa de la realeza del Hijo, como Madre y como Corredentora. Cristo es nuestro Rey porque le pertenecemos como título de conquista por la Redención. María es nuestra Reina porque también le pertenecemos como título de conquista por su íntima cooperación con el Redentor.
Catequesis de san Juan Pablo II: María Reina del Universo
Juan Pablo II, el 23 de julio del 1997, habló sobre la Virgen como Reina del universo. Recordó que «a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Éfeso proclama a la Virgen Madre de Dios, se comienza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este ulterior reconocimiento de su dignidad excelsa, quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo entero«.
En el Concilio Vaticano II en la constitución apostólica Lumen Gentium se recoge: “La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a la gloria del Cielo, explica que fue elevada por el Señor como Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte”.
Madre, Reina del Cielo
Acerquémonos a María, Reina del Cielo, pidiendo su amparo,a su Hijo como Ella nos ha enseñado:
“Haced lo que Él les diga”.
Ella es la Reina del Universo, como lo recordamos en el quinto misterio glorioso del Santo Rosario; pero además hoy le podemos pedir que también sea la Reina de nuestro corazón y de nuestra vida.
Que María Reina despierte nuestra gratitud ante Dios. Ella ora por nuestro arrepentimiento. Intercede por nuestro perdón. Nos ayude día a día a transformar nuestra voluntad. Que María Reina purifique nuestras acciones e intenciones. Acreciente nuestro deseo de salvación y que nos enseñe a confiar en su Hijo.
María, Reina de la familia
María Reina, que convirtió el hogar de Nazaret en la “Sagrada Familia”, junto a José nos enseñe el significado de ser “padres”, y junto a Jesús aprendamos a ser “hijos”. Acompañanos desde el cielo para que cada familia sea una cuna de amor a imagen del amor de Dios.
Entreguemos nuestras necesidades y falencias. Pidámosle por la unidad y la santidad de nuestros hogares. Que toda familia tenga un hogar digno donde vivir, un plato de comida cada día para comer, que tengan todos los hijos la posibilidad de estudiar y cada padre la posibilidad de trabajar por el sustento necesario.
“Haz María Reina que cada familia sea una escuela de amor y búsqueda de Dios para que todos podamos estar junto a ti y a tu Hijo Jesucristo en el Reino de los Cielos”.