Hoy día, el Evangelio de san Mateo da unas palabras del Señor muy directas y claras. Dice:
“Entonces el Señor dice: En verdad les digo que difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. Lo repito, más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de los Cielos”
(Mt 19, 23-30).
¿DÓNDE TENGO YO EL CORAZÓN?
Nosotros ahora rezando, con todo el cariño del mundo que nos tiene el Señor y nosotros a él y con toda la paz del mundo, que el Señor desea para nosotros, pero al mismo tiempo con toda la luz, Señor, de manera clara: Saber ver ¿dónde yo tengo el corazón?
Preguntémosle: “Señor, Tú que me conoces mejor de lo que yo me conozco a mí mismo, ¿dónde tengo el corazón?”. No vaya a ser que lo tenga en tonterías. No vaya a ser que lo tenga en las escaleras, en vez de tenerlo en el lugar al que quiero subir.
Una petición Señor, ayúdame a tener el corazón puesto en ti, por ti en los demás, en las demás personas. Si las cosas bien, por supuesto es maravilloso, Dios no ha dado el mundo, pero en el plano de su lugar.
“Señor dime: ¿Dónde tengo puesto el corazón? Señor quisiera yo tener el corazón puesto en Ti. Señor ayúdame a tener el corazón puesto en Ti».
El Señor nos lo dice así directo: “Difícilmente entrará un rico”; es decir, el que tiene el corazón atontado con cosas, con el deseo del corazón puesto en tonterías. Difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos.
San Mateo, en palabras de Jesús, lo pone así:
“Lo repito, más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos”.
Bueno, empezamos rezando así.
JESÚS MUEVE EL CORAZÓN
Hoy, quizás podamos sacar algún propósito. Quizás, el Señor ahora nos mueve el corazón, quizá el Espíritu Santo nos da la fuerza para decir: “Está bien, voy a cortar con esto y esto otro”. Puede ser tambien, luchar de verdad: “Voy a poner aquello en su sitio, basta ya”.
Quizás, logremos hoy sacar un propósito, algunas determinaciones serias. Y que salga lo que el Señor nos quiera también ayudar a ver, a mover, a cambiar. A tener más libertad en el corazón, tener más amor verdadero en el corazón… de esto se trata.
Avanzado un poquito más en el Evangelio, vemos que los discípulos se espantan. El Señor (pasa algo, por decirlo así), como lo que hace con la mujer samaritana; o sea, irá a ayudarle a tener sed. Sed de esa agua, de la que ella no tenía idea que necesita.
JESÚS DA SIEMPRE MÁS
El Señor le habla de un agua y ella empieza a tener sed de “esa agua”… “Señor dame de esa agua, con la que no tendré que venir al pozo”. El Señor, ayuda al corazón de la samaritana a desear de: “esa agua”.
Lo mismo, vemos en la escena de Jesús con Nicodemo donde Jesús le ayuda a intuir. Nicodemo se acerca con un deseo de mayor sabiduría, de mayor unión con Dios.
Pero, el Señor lo anima a más todavía. “Jesús, Tú haces esto con Nicodemo en el capítulo tres de San Juan y en el capítulo cuatro con la samaritana. Ambos de manera muy similar. Y en el capítulo seis, los judíos terminan diciendo: “Señor, danos siempre de ese pan”.
QUE NO SE NOS ATONTE EL CORAZÓN
Porque el Señor, les sasia, les habla y les abre el apetito con sus palabras; les abre el apetito de un pan, que no solo es un pan material, que ha multiplicado el día anterior. Pan, que muy seguro, habrá estado espectacular. De la misma manera que era bueno el vino de Caná.
Pero no solamente hambre de ese pan, ni siquiera del pan del Cielo, aquel Maná del Éxodo. No, no, el Pan, el verdadero Pan del Cielo, el de la vida eterna.“Señor, danos siempre de ese Pan”.
El Señor mueve los corazones; que mueva el nuestro también, como a Nicodemo; como a la samaritana; como a los judíos en Cafarnaúm, hablándoles de la Eucaristía. En el Evangelio, en este capítulo 19 de san Mateo, vemos al Señor habiéndoles de esto: “De que nos les atonte el corazón”.
100 VECES MÁS
El Señor, nos anima también a desear más, a desear más amor, más entrega… más y más. Dice el Señor también esto:
“Todo el que por Mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna”.
Aquí el Señor, por decirlo así, toca una música en la misma frecuencia de la que, después, también San Pablo toca:
“Ni ojo vio, ni oído oyó, ni paso por mente de hombre alguno…”
Lo mismo que Nicodemo, con la samaritana, ahí en Cafarnaúm, con la Eucaristia. Aquí de nuevo, el Señor abre el juego. Como esos futbolistas que toman la pelota y generan espacios donde parece que la cancha fuera más grande. El Señor hace esto mismo.
PALABRAS QUE IMPACTAN AL CORAZÓN
Pensaba ahora en esta meditación, qué bueno será que cada uno de nosotros le pidamos al Señor: “Señor que estas palabras tuyas causen en mí lo mismo que en Nicodemo, en la samaritana y en los judíos en Cafarnaúm. Y de acuerdo a mí, qué bueno si cada uno de nosotros ahora mismo pedimos al Señor sinceramente, audazmente con fe: “Señor que estas palabras tuyas impacten iluminen; cambian las vidas de muchos jóvenes”.
Yo no sé, en otros países de Latinoamérica (sinceramente no estoy muy al tanto de cómo andan por allá), pero aquí en Chile, ¡vaya si necesitamos sacerdotes, vocaciones sacerdotales! Seguramente en otros países también. Pidamos ahora al Señor… “Señor que estas palabras tuyas, este abrir la cancha, este desear más en mi vida señor, por supuesto.
Pero Señor necesitamos sacerdotes, danos sacerdotes. Que estas palabras tuyas abran el apetito, abran el corazón, hagan descubrir, hagan tener sed de más, hambre de más, deseos de más, porque el Señor es muy animante, 100 veces más en esta tierra y luego heredar la vida eterna”. Esto tambien, para ayudar a mucha gente a heredar la vida eterna. Esto es maravilloso.
DIOS NOS QUIERE FELICES
Hay un libro que me gusta mucho de José Ignacio Bonilla. que es obispo San Sebastián en España. Un libro que se llama: “Dios te quiere feliz”, ¡El título solo ya es buenísimo! Hay una parte del libro en que habla de la vocación o de encontrar la vocación, de escuchar la vocación.
Donde dice: los cristianos no somos inventores, sino descubridores. Tenemos que descubrir nuestra vocación, que está inscrita en el corazón del Señor: Dios sabe lo que tiene pensado para mí y yo tengo que descubrirlo.
Él quiere que yo sea santo y me va a ir dando signos e indicaciones para que descubra por qué camino ir. Pero no pensemos con esto que el Señor juega al escondite; Él muestra su voluntad a todos los que, humildemente, quieren conocerla .
VOCACIONES DE CORAZONES ENAMORADOS
Pues si nosotros rezamos ahora mismo y durante el día, quiza tengamos también la oportunidad de ofrecer algún sacrificio por esta intención. Seguramente el Señor, como decimos por aquí, “Se la va a jugar,” nos va a ayudar, vamos a ver los corazones.
Lo necesitamos y el Señor nos dijo así: “Pidan obreros al dueño de la mies”.
Nosotros ahora lo pedimos pero vivimos con este sentido, con estas palabras del Señor: “Señor que se enamoren los corazones”. Se lo pedimos a través de la Virgen y de San José como siempre.
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