Hace unos días vi un TikTok en el que aparecía Dios y un ángel. Dios le preguntaba al ángel:
- ¡Hey ángel! ¿Has agendado todos los eventos de los 2020´s? y el ángel:
- Sí… perdón, ¿dijiste 2020´s en plural? Y Dios le dice:
- Sí, te di una larga lista de eventos para poner en los próximos 10 años.
- Y el ángel hace cara de susto, de inquietud, de angustia… y Dios le pregunta:
- ¿Qué pasa ángel?
- Es que entendí 2020 en singular
- ¿Cómo, pusiste 10 años de eventos en uno solo? Y el ángel:
- Sí
- Ojo, están perdidos, dice Dios. Y el ángel:
- Sí, están perdidos
- Y, ¿hay elecciones en Estados Unidos verdad?
- Sí…
- Están realmente perdidos
Y hasta ahí termina el TikTok. https://vm.tiktok.com/ZS43Ed5M/
Y es que las circunstancias actuales, todo lo que ha sucedido este año, nos lleva a pensar un poco en el fin del mundo. ¿Por qué? Pues porque Tú mismo Jesús, estamos haciendo este rato de oración, estamos platicando Contigo, Tú mismo en el Evangelio usas esas imágenes:
“Y como ocurrió en los días de Noé,”
leemos en el Evangelio de hoy,
“así será también en los días del Hijo del Hombre. Comían y bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que Noé entró en el arca y vino el diluvio e hizo perecer a todos. Lo mismo sucedió en los días de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, plantaban y edificaban; pero el día en que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el día en que se manifieste el hijo del Hombre”
(Lc 17, 26-30).
EL FIN DE LOS TIEMPOS
Nos hablas Señor de un momento sorpresivo: que vendrá el Hijo del Hombre, así como vino el diluvio, así como vino el fuego desde el Cielo, así también será Tu venida al final de los tiempos; porque Tú eres el Juez universal; Tú vas a venir desde el Cielo acompañado de tus ángeles en la Gloria y será un momento sorpresivo para los que no están preparados; porque para los que están preparados, será un momento de salvación, un momento de alegría.
Tú mismo lo dices en otro pasaje, hablando también en los mismos términos apocalípticos, dices:
“Cuando sucedan todas estas cosas, alégrense, levanten sus brazos hacia el Cielo, porque su salvación se acerca”
(Lc 21, 28).
En el caso de Noé, en el caso de Lot, pues eran hombres justos, hombres que hallaron gracia delante de Dios; hombres que escuchaban a Dios y actuaban de acuerdo con lo que Dios les pedía. Ellos son salvación, ellos representan al hombre que, a pesar de las dificultades, pues mantienen la paz y la alegría; pues Señor, yo quiero ser como esos hombres justos.
Leemos en el capítulo seis del Génesis:
“El Señor al ver cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que todos los pensamientos de su corazón tendían siempre al mal, se arrepintió de haber hecho al hombre sobre la tierra y se entristeció en el corazón”
(Gn 6, 5-6).
Bueno, este texto es antropomórfico; o sea, tiene forma humana, habla de Dios de forma humana como si Dios fuera un hombre.
FUENTE DE LA VIDA
Dios no se puede arrepentir, es Perfectísimo; Dios no tiene corazón, no porque no se compadezca, Él es la Misericordia, es un Padre Misericordioso, no tiene un corazón como el del hombre y, como decíamos, tampoco se arrepiente. Pero en este texto vemos cómo lo que quiere reflejar es cómo a Dios le molesta, cómo a Dios le desagrada el pecado y cómo el pecado es lo peor que puede hacer el hombre porque el pecado lo destruye, porque el pecado lo separa de la fuente de la vida que es Dios.
Nosotros no somos la vida, tenemos vida y si nos separamos de la Fuente de la Vida, morimos. ¿Cómo nos separamos de la Fuente de la Vida? Pues por el pecado. Es eso, no es que Dios nos quiera castigar, no es que Dios odie al hombre pecador, ¡no! Dios ama al hombre pecador y sufre por él, muere por él para salvarlo; pero si el hombre pecador no se arrepiente y si el hombre no voltea a ver a Dios, le pide perdón de sus pecados… pues perecerá.
“Dijo Dios: Borraré de la faz de la tierra al hombre que he creado, desde los hombres hasta los animales salvajes, los reptiles y las aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho. Pero Noé halló gracia a los ojos del Señor”
(Gn 6, 7-8).
Y gracias a Noé, pues el hombre se salvó, a un hombre justo.
Se salvó él y no sólo él, sino toda la naturaleza: hizo un arca que flotó y que llevó en sí esa riqueza de vida. Es una imagen también de la Iglesia, esa Barca, ¿por qué? Pues que haya un hombre justo, es salvación para muchos, pero en el caso de Sodoma y Gomorra (que eran ciudades en las que había mucho pecado), pues ahí vivía Lot, que era un hombre justo y Dios vio estas ciudades y dijo:
“Se ha extendido un gran clamor contra Sodoma y Gomorra y su pecado es gravísimo; bajaré y veré si han obrado en todos según ese clamor que contra ella ha llegado hasta Mí y si no es así, lo sabré”
(Gn 18, 20- 21).
Pero sí era así y había mucho pecado en ese lugar y Dios destruye esa ciudad. Lot y su familia eran justos, pues Dios saca a Lot y su familia de esa ciudad para que no perecieran. ¿Qué más hubiera querido Dios que no destruir esa ciudad? Pero es que abundaba el pecado. Abraham intercede y dice:
- Dios, ¿cómo vas a destruir a los justos junto con los pecadores? Si encuentro en una ciudad 50 justos, ¿perdonas a la ciudad?
- Y dice: claro que sí
- Y ¿si encuentro 40?
- Sí
- ¿Si encuentro 30?
Y así empieza a negociar con Dios y le dice: ¡sí, sí, sí! si encuentras cinco justos perdono a la ciudad. Pero ni siquiera se encontraron 5 justos.
EL PECADO DESTRUYE
El pecado destruye, esa es la conclusión que hemos de sacar de estos pasajes, no asustarnos ante un castigo Divino, sino asustarnos de no rechazar el pecado. Ayúdame Señor a odiar el pecado, a rechazar el pecado y a recibir tu perdón, porque Tú estás ansioso por perdonarnos, Tú no quieres destruir, Tú quieres salvar. Noé, Lot… y, por supuesto, Jesucristo; pues son salvación, Tú Señor eres el Salvador.
Todos estos son imágenes tuyas: el diluvio, pues es precisamente signo de la purificación a través del agua, que es el Bautismo, a través del cual afirmamos nuestra fe y nuestra adhesión a Cristo y rechazamos al demonio; rechazamos todas las obras del demonio, rechazamos el pecado y podemos pensar también en el fuego y el azufre que cayeron sobre Sodoma y Gomorra; pues un fuego purificador también, un fuego que hace sufrir, pero que purifica como en el purgatorio o el sufrimiento aquí en la tierra también, aunque sabemos que existe un fuego eterno, un fuego que no se extingue.
Pues Señor, que el saber esas realidades nos mueva a la conversión ahora que estamos terminando el año, que se nos sugieren estos textos y que hemos visto también en el mundo sufrimiento y, quizá, también lo hemos padecido; ayúdanos a saber a aceptarlo como expiación, como un modo de hacer penitencia por mis pecados, por los pecados del mundo y también un modo de que esas disposiciones de alejarme del pecado crezcan en mi corazón y en el corazón de todos.
Acudimos a nuestra Madre Inmaculada que nos ayude a parecernos cada vez más a ella, que rechacemos el pecado y que crezcamos en gracia y amistad con Dios.