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P. Juan Carlos

6 min

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ACOGEDORES COMO EL ÁRBOL DEL REINO

El Reino de Dios es como una pequeña semilla sembrada en nuestro corazón. Tiene que terminar como un árbol frondoso donde se protegen las aves. ¿Cómo es nuestro corazón? ¿Somos como amables y acogedores? Tiene que crecer más el reino de Dios en nuestro interior.

Después de haber pasado por la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y la fiesta del Inmaculado Corazón de la Virgen, se nos queda todavía como un regusto a poco, que necesitamos más de esta conversación con el Señor de orar acerca de cómo va el corazón. 

Al menos a mí me lo pasa, lo siento y quiero compartir con ustedes porque el domingo, este domingo, tenemos una lectura del Evangelio muy bonita que nos ayuda a seguir con el tema de la interioridad. 

EL REINO

Jesucristo está hablando sobre el Reino.

«¿Cómo es el Reino de los cielos? ¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? 

Se parece a un grano de mostaza, cuando la siembra es la más pequeña de todas las semillas de la tierra; pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan en su sombra.

Y luego termina el Evangelio de la liturgia de hoy diciendo: 

Y con muchas parábolas como éstas les anunciaba la palabra, en la medida que ellos podían comprender”.

 (Mc 4, 30-33)

Un grano de mostaza. Un grano que es pequeñísimo, que cuando se siembra es la más pequeña de todas las semillas. Y así comienza el trabajo de Dios en nuestros corazones. ¿Qué es este Reino de Dios? ¿Qué es este Reino de los cielos que empieza a ser sembrado en los corazones de cada uno?

COMO UNA SEMILLA

Pues tú recuerda cuando eras pequeño, cuando eras pequeñita y tu mamá te ayudaba a rezar las primeras oraciones, o a enseñarte a persignar, esas eran las primeras semillitas que iba sembrando, tu madre, tu padre, en tu corazón. 

Y ahora ha pasado mucho tiempo y seguramente cada uno de nosotros ha tenido un camino distinto, pero el Señor ha estado siguiendo. Es el que ha hecho crecer esas palabras, esas semillas puestas en nuestros corazones cuando éramos pequeños hasta el momento de hoy. 

Y tal vez hoy todavía no has terminado de germinar y sigue creciendo o notas que debería crecer más, que debería estar ya en un estado más avanzado y es todavía pequeño lo que tienes dentro.  

CRECE

¿Hasta cuándo tiene que crecer? Pues crece y se hace más grande que el resto de hortalizas, dice el Señor. Y hace que muchos pájaros puedan anidarse, puedan protegerse en sus ramas. Y esto es algo que produce el Reino de Dios en los corazones. 

Que haya muchas otras personas que encuentren paz, que se encuentren realmente protegidas, que se encuentren en un ambiente más agradable. ¿Qué es lo que produce el Reino de Dios? Pues que las personas que están a nuestro alrededor estén tranquilas, estén contentas porque se encuentran en un ambiente amable.

Porque no somos la bestia, de la bella y la bestia, sino que somos acogedores. Con las que se puede contar, con las que siempre están presentes porque saben dar testimonio. Pero no metiendo el dedo en el ojo de las cosas que hacen mal los demás, sino testimonio de la palabra siendo mansos y humildes de corazón como Jesucristo. Porque Jesús fue manso y humilde de corazón. 

GRANDES FUERON LOS VIAJEROS QUE PASARON POR AQUÍ
DAR  PAZ, ARMONÍA, ALEGRÍA

“Señor, ayudarnos a que tengamos este mismo corazón. A que nos esforcemos para que,  día a día, vaya creciendo este Reino de Dios en nuestros corazones y que podamos ofrecer ese mismo consuelo a los que están a nuestro alrededor”.

Es impresionante cómo las personas que dan paz son tan atractivas. Las personas con las que puedes contar, las personas con las que, a veces no les ves tan a menudo pero, te llena de alegría encontrarte. ¡Ojalá nosotros seamos así! que los demás se alegren cuando nos ven. 

Porque no somos profetas de desgracias, no vemos todo negativo, al contrario en todo podemos sacar el lado positivo, en todo podemos encontrar el lado sobrenatural, porque somos mansos y humildes de corazón.

NACE DE LA HUMILDAD 

Fíjate, la mansedumbre de Cristo deriva de una humildad profunda. San Josemaría nos hace considerar la humildad de Jesús en su nacimiento, en un portal de animales en Belén, en el taller operario de Nazaret, en la posible derrota de la Cruz. Pero mayor aún en la pequeñez con la que se esconde en la Sagrada Eucaristía.

Jesús nos da constantemente clases, pero no con desprecio sino con amabilidad, nos hace que le sigamos en este camino de humildad que hace agradable la vida a los demás. La mansedumbre de Cristo. El Señor no se pasa gritando, el Señor no se pasa diciendo cosas difíciles. 

Hay veces  que me parece que la gente tiene como más ganas de imitar a Jesucristo en el momento en el que está dando con un fuete a los mercaderes del templo. Y se olvida que Jesucristo hizo eso, no sé, 15 minutos de su vida, 30 minutos de su vida.  El resto se pasó predicando el amor, el cariño, la comprensión a los demás, el no juzgar. 

PREDICAR EL AMOR, EL CARIÑO, LA COMPRENSIÓN

Y a veces somos ¡durísimos! y nos olvidamos que la mansedumbre de Cristo está en el centro de su corazón. Jesús es humilde y nos pide que nosotros seamos humildes. Y una manifestación clarísima de que el corazón está grande o una manifestación clarísima de que el Reino de Dios está en nuestro corazón, es que damos paz a nuestro alrededor. 

Es que las otras personas pueden venir a refugiarse en nosotros. No porque tenemos un buen hombro para que todo el mundo pueda venir a llorar, porque tenemos una chequera grande para pagar todos los problemas de los de la familia, No… 

Es más bien ese sentido sobrenatural, de ese consejo oportuno, de esa forma de decir las cosas que no hiere pero que es clara, de esa convicción de que si nos cuentan algo vamos a rezar por eso y vamos a transmitir optimismo y vamos a transmitir también compasión cuando sea necesario, que no vamos a reclamar, ni nos vamos a sentir defraudados sino que al contrario.

Descanso
SENTIDO SOBRENATURAL

Nos damos cuenta que todos estamos en camino hacia el cielo y que en ese camino hay baches a veces y que tenemos que pasar por encima y que todas las cosas son para el bien de los que aman a Dios, como dice San Pablo. Y entonces claro, esta es una manifestación que cambia completamente la forma de vernos de los demás. Porque se encuentran acogidos, se encuentran removidos, se encuentran protegidos como en ese árbol del que habla esta parábola.

Ahora me ponía a pensar en “Albarrada” (una casa de retiros a la que voy en Guayaquil de vez en cuando). Hay un laguito y en la mitad del laguito hay un árbol, bueno un grupo de árboles, en donde se posan miles de aves ¡son impresionantes! miles de aves van hacia ese punto. Pero le han dejado, las aves, blancos a los árboles. Porque están ahí y hacen de todo ahí…

Tener este Reino de los cielos, este Reino de Dios en el corazón, hace que también muchas aves que vengan y muchas personas vengan y dejen toda su porquería en nosotros. Y hay que estar dispuestos también a soportar eso. Porque es la única forma donde la gente puede sentirse comprendida, segura…

UN BUEN ÁRBOL

A veces es un poco duro. Ya te digo, en el confesionario pasa, a veces, pero es el Señor el que en realidad perdona, es el Señor el que nos da la fuerza para continuar, es del Señor el que está haciendo crecer el Reino de los cielos, el Reino de Dios en nuestros corazones.

 Con lo cual, aguanta. Con lo cual, que seas un buen árbol, que seas ese sitio donde la gente puede ir a descansar. 

Vamos a pedirle hoy al Señor a través de su Madre, la Virgen María, que nos consiga este regalo, que sepamos ser acogedores, que sepamos tener cada vez más grande el Reino de Dios en nuestros corazones para que los demás puedan venir a descansar en nosotros.

 


Citas Utilizadas

Ez 17, 22-24

Sal 91

2Cor 5,6-10

Mc 4, 26-34

Reflexiones

Señor, que sea compasivo y  sepa acoger a los demás.

Que de paz y alegría  a mi alrededor.

¡Que tenga tu Reino en mi corazón!

Predicado por:

P. Juan Carlos

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