Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio potestad para expulsar a los espíritus impuros y para curar todas las enfermedades y dolencias. (…) A estos doce los envió Jesús, después de darles estas instrucciones: —No vayan a tierra de gentiles ni entren en ciudad de samaritanos; sino vayan primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y prediquen: «El Reino de los Cielos está al llegar».
(Mt 10, 1-7)
Hoy, Jesús, me quería detener en este mensaje que pones en boca de los apóstoles: «El Reino de los Cielos está al llegar».
TE PROCLAMAS “REY”
El Reino… Predicas un Reino y te proclamas, entonces, Rey.
“A lo largo de la historia de Israel, la nación fue esclavizada por Egipto, atacada por los filisteos, exiliada por los babilonios y, en el Tiempo de Jesús de Nazaret, invadida culturalmente por los griegos, y política y militarmente por los romanos. Todos los reyes que habían reinado en Israel habían sido reyes guerreros, a la ofensiva o a la defensiva, y el anhelo de un rey ungido que viniese a derrotar a los enemigos de la nación era un sueño recurrente del pueblo judío.” (La historia de amor más grande jamás contada, Javier Aguirreamalloa).
“No te lo voy a negar Señor: tu Reino es difícil de entender. Tus luchas, tus ejércitos, tus conquistas son como de otro orden. No son de dominio humano, de control o de imperio sobre los demás.”
“Ciertamente, cuando Jesús viene, lucha. Pero es una lucha tan extraña que C. S. Lewis, (autor de las crónicas de Narnia) dice que Jesús vino de una manera tan silenciosa y discreta en Belén, porque es un guerrero que se infiltra clandestinamente detrás de las líneas enemigas. (…)
En la época del máximo esplendor de uno de los mayores imperios de la historia de la humanidad [el imperio Romano], no solo en lo que brilló en su momento, sino en la herencia de infraestructuras, idioma o derecho que legó a la humanidad, en semejante esplendor humano, aparece otro rey que “no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mateo 20, 28).
Que tiene un ejército, sí, pero de ángeles que no quieren batallar con espadas. “¿O piensas que no puedo acudir a mi Padre y al instante pondría a mi disposición más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26, 53). Un rey que es coronado, pero no con corona de oro, sino de espinas” (La historia de amor más grande jamás contada, Javier Aguirreamalloa).
SAN FRANCISCO DE BORJA
Tal vez los mismos apóstoles no llegaban a entender el Reino que predicaban. Lo entenderían con el tiempo… “Yo, Jesús, a veces tampoco termino de entenderlo.” Pero es crucial conseguir entenderlo, porque a ese Reino quiero pertenecer.
Te comparto “La historia de la vocación de San Francisco de Borja:
Desde los dieciocho años estaba en la corte de Carlos V, y a los veintinueve fue nombrado virrey de Cataluña. Ese mismo año, recibió la misión de conducir los restos mortales de la emperatriz Isabel hasta la sepultura real de Granada. Él había visto muchas veces a la deslumbrante emperatriz rodeada de aduladores y de todas las riquezas de la corte. Al abrir el féretro para reconocer el cuerpo, el rostro de la que fue bellísima emperatriz estaba ya en proceso de descomposición. Cuando vio el terrible efecto de la muerte, aquello le impresionó vivamente. Comprendió la caducidad de la vida terrena y tomó entonces su famosa resolución: «¡Nunca más servir a señor que se me pueda morir!».
Todo aquello fue un gran aldabonazo en su alma. Cuando falleció su esposa, y sus hijos [eran ya independientes], renunció a sus títulos y posesiones en favor de sus hijos, tomó el hábito y recibió la ordenación sacerdotal en 1551. La noticia de que el Duque de Gandía se había hecho jesuita tuvo un gran impacto en aquella época. Fue destinado a la casa de los jesuitas de Oñate y empezó a trabajar como ayudante del cocinero. Sus tareas eran acarrear agua y leña, encender la estufa, limpiar la cocina y atender la mesa, y lo hacía con gran humildad, sin dar muestras de la menor impaciencia”.
UN SIGNO QUE REMOVIÓ SU ALMA
Ya luego con el tiempo sería Superior de la Compañía de Jesús en España, y después sería elegido Padre General.
Fundó lo que sería luego la Universidad Gregoriana en Roma, envió misioneros a los más lejanos puntos del planeta, asesoró a reyes y Papas. Pero:
“todo empezó por aquel episodio ante el féretro de la hermosa emperatriz. No fue el único que estaba allí presente en aquel momento, pero Dios se sirvió de ese signo para remover su alma” (La llamada de Dios, Alfonso Aguiló).
Nunca más iba a servir a señor, a un rey, que se le pudiera morir. Su Rey vive para siempre y su reinado no tiene fin, el Reino de los Cielos. ¿Tú y yo, a qué Reino pertenecemos? ¿A qué Rey servimos?
Pueden reinar en ti y en mí; los hombres, la gente: la opinión que tienen de mí, la influencia que ejercen en mi vida. Pueden reinar en ti y en mí las cosas: lo que me apetece, lo que quiero conseguir, aquello a lo que estoy apegado, lo que me da seguridad.
¿Tú y yo a qué Reino pertenecemos? ¿A qué Rey servimos?
¿A DÓNDE PERTENECEMOS?
Se sabe que, en la historia, las joyas han sido una manera de mostrar la pertenencia a un reino o a un grupo selecto.
Dicen que los arqueólogos (hace 5 años) descubrieron que un anillo que parecía de poco valor, perteneció a Poncio Pilato.
Tiene una inscripción en la que se lee: ‘Pilatus’, un nombre inusual para la época.
Y, por si fuera poco, se descubrió que el estampado con el que cuenta el anillo es un sello distintivo de la caballería romana, precisamente al cuerpo del ejército romano al que perteneció Poncio Pilato. (cfr.:
https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-11-30/anillo-poncio-pilato-crucifixion-jesus-herodion-roma_1678354/).
Y hace dos años la Autoridad de Antigüedades de Israel, dijo haber descubierto, en dos naufragios cerca del antiguo puerto de Cesarea frente a la costa mediterránea de Israel, un anillo de oro de la era romana, con la imagen de Jesucristo como el Buen Pastor.
El anillo tiene una piedra preciosa verde, tallada con la figura de un pastor que lleva una oveja sobre sus hombros.
Dijeron que se trataba de un “hallazgo exquisito y raro.” (cfr. https://www.bbc.com/mundo/noticias-59765170).
Como pieza histórica los dos anillos son valiosísimos (te dejo los links de las noticias en la versión escrita de esta meditación en la página web).
Ahora, a lo que voy: los anillos no son lo mismo y no dicen lo mismo. Tú y yo pertenecemos a un Reino “exquisito” y tal vez, visto desde fuera, “raro”. Un Reino que es de los Cielos.
¿QUÉ COSAS NOS GOBIERNAN?
Los otros reinos, como todo reino en esta tierra vienen y van, tienen fecha de caducidad.
El imperio romano es parte de la historia, mientras que Jesús sigue siendo el Buen Pastor.
Y, tú y yo, tenemos la dicha de formar parte de su rebaño, de su Reino.
De nosotros depende no irnos por allí, dejando que sean otras cosas las que nos gobiernen, que sean otras cosas las que reinen sobre nuestros corazones.
Date cuenta que no lo llevas tallado en un anillo, sino grabado en los más profundo de tu ser.
Y, como recordaba san Josemaría:
“Los hijos… ¡Cómo procuran comportarse dignamente cuando están delante de sus padres! Y los hijos de Reyes, delante de su padre el Rey, ¡cómo procuran guardar la dignidad de la realeza! Y tú… ¿no sabes que estás siempre delante del Gran Rey, tu Padre-Dios?” (Camino, 265).
A nuestra Madre le pedimos, a Ella que habla cosas buenas de nosotros en su presencia…:
“Madre que se acuerde de mi ahora que está en su reino, y que me conceda llegar a formar parte de su reinado para siempre”.