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P. Santiago

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ALFOMBRA ROJA

Las palmas se volverán azotes; los ramos de olivo, espinas; los gritos, burlas despiadadas y maldiciones. Comienza la semana de dolor, la semana mayor, la semana de la redención.

ENTRADA DE JESÚS

Recuerdo, hace unos años… no diré cuándo, ni hace cuánto, ni qué presidente de Estados Unidos vino a Bogotá, el dispositivo de seguridad fue tremendo, Misión Imposible y Tom Cruise se quedaban chiquiticos…

Decían que el carro del presidente de los Estados Unidos podía ser extraído en cualquier momento por un helicóptero; que, en caso de seguridad, en caso de algún ataque podían llegar y con un imán tomarlo y arrastrarlo y sacarlo de allí… Motos paralizaron la ciudad…en fin. ¡Todo un montaje espectacular!

¿Y por qué te cuento esto? Porque hoy Jesús entra en Jerusalén, ¡en un burrito! Hoy comenzamos esta celebración especial que nos introduce a la Semana Santa: el Domingo de Ramos.

También me acordaba cuando el Papa Francisco estuvo aquí en Colombia e iba en el Papamóvil entrando a las ciudades. Me acuerdo en Cartagena, cuando se dio un golpe tremendo y se abrió la ceja. Llegó a un barrio muy pobre de la ciudad y allí pidió, a una humilde señora, que le prestara un trapo para limpiarse y ella sacó una toalla. Esa toalla quedó manchada con la sangre del Romano Pontífice, del Papa Francisco.

Hoy Jesús comienza, esta última semana de su vida, entrando en Jerusalén en un burro. “Señor, por lo menos hubieses entrado en una mula, un animal más prestante, más elegante o en un caballo andaluz, en un pura sangre o en un frisón, negro, así brillante…” Pero no… ¡en un burrito!

EL REY ENTRARÍA EN UN BURRO

¿Y por qué en un burrito? Tiene su significado, es una representación de la entrada de Salomón en Jerusalén. Precisamente, el día que asumió la realeza, fue en un burro, Salomón entró en un burro. Y el Profeta Zacarías había predicho que otro rey vendría un día y entraría en Jerusalén en un burro, igual que Salomón. Lo había descrito poéticamente:

“…Tu rey viene hacia ti montado sobre un asno, sobre un borrico, cría de asna»

(Mt 21, 5).

Y para asegurarse Jesús de que la multitud entendiera que la profecía se estaba cumpliendo, por eso entraste en un borrico. Incluso, algunos dicen que también iba acompañándote la asna madre, para entrar en la ciudad.

Las multitudes lo entienden y responden sorprendidos: un profeta está entrando en la ciudad del rey, al estilo de Salomón. Ha llegado el tiempo de que se cumplan todas las profecías.” Y así es…

En ese momento arrojan ramos y mantos en el camino… Lo que cada uno tenga a la mano o lo que encuentre… Le extienden, a su manera, una alfombra roja. Se suben a los árboles, cortan ramas, palmas y las arrojan al piso para que pase Jesús, el Rey montado sobre ese burrito.

HOSANNA AL HIJO DE DAVID

ALFOMBRA ROJA

Y todos, tanto los que iban delante como los que venían detrás, clamaban diciendo:

“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto de los cielos!”

(Mt 21, 9).

Se conmueve toda la ciudad.

“Y Tú Señor, que siempre te habías opuesto a toda manifestación pública de alabanza, que te habías escondido cuando te querían hacer Rey, hoy te dejas llevar en triunfo, hoy estás dispuesto a ocupar Tu trono…”.

“Pero ¿a dónde te diriges? ¿dónde está tu trono?” Él es el Rey de los pobres, los tristes, los hambrientos, los sedientos, los humildes… y, especialmente, los perseguidos. ¿Dónde está tu trono? Jesús, reinarás desde la Cruz, vas decidido al encuentro de la Cruz y de la muerte.

Lo más lamentable es que este pueblo que te aclama jubiloso, dentro de pocas horas, te abandonará y te conducirá al Calvario.

Hay un escrito que dice: Las palmas se volverán azotes; los ramos de olivo, espinas; los gritos, burlas despiadadas y maldiciones. ¡Tremendo! ¿Por qué ese cambio tan brusco? ¿Por qué Señor tanta inconsistencia?

«¡Qué diferentes voces eran: quita, quita, crucifícale y bendito sea el que viene en nombre del Señor, hosanna en las alturas! ¡Qué diferentes voces son llamarle ahora Rey de Israel y de ahí a pocos días: no tenemos más rey que el César! ¡Qué diferentes son los ramos verdes y la cruz, las flores y las espinas! A quien antes tendían por alfombra los vestidos propios, de allí a poco le desnudan de los suyos y echan suertes sobre ellos»

(SAN BERNARDO, Sermón en el Domingo de Ramos, 2, 4).

SEMANA SANTA

ALFOMBRA ROJA

“Señor, ahora nos disponemos, en estos días de Semana Santa, a mirarte más de cerca, a contemplarte. Y es que Señor, esto también nos pasa a nosotros. En el fondo de nuestros corazones hay profundos contrastes: somos capaces de lo mejor y de lo peor; somos capaces de ponernos en tu presencia y hacer un rato de oración y después olvidarnos de Ti a la primera de cambio.

Si queremos tener la vida divina, triunfar con Cristo, hemos de ser constantes y hacer morir por la penitencia lo que nos aparta de Dios y nos impide acompañar al Señor hasta la Cruz.

¡Muy fácil! Sí, muy fácil… estar en los momentos en los que todo es bonito, ¡Hosana, Bendito el que viene en nombre del Señor! Ahí llega el Rey. Pero, “cuando te vemos en la Cruz, todos huimos; todos salimos despavoridos.”

Semana Santa, semana mayor. Comienza el misterio del dolor y del sufrimiento del Hijo de Dios hecho Hombre. Qué gran misterio Jesús, que hayas querido experimentar por nosotros todo el dolor, todo tipo de tormentos.”

Jesús nació, vivió y murió pobre, la pobreza; fue atacado e insultado, difamado, calumniado y condenado injustamente; conoció la traición y el abandono de los discípulos; experimentó la soledad y las amarguras del castigo y de la muerte. Y todo esto en silencio.

EL SILENCIO DE DIOS

“Quiero mirarte muy de cerca Señor, en tu silencio, el silencio de Dios, el silencio de la oración. Cuántos dolores padeciste, cuánto sufrimiento y todo en silencio. El silencio de Dios”.

Por eso que, esta Semana Santa sea una Semana Santa de silencio interior.  Puede haber ruido exterior y puede haber maneras de descansar también en estos días, pero qué bueno fomentar el silencio interior, el silencio de la oración, de la vida de piedad.

“Que mirándote, oh Jesús, cabalgando en tu borrico, aprenda de Ti a desprenderme de la buena fama, del afán de quedar bien, que no me importe el qué dirán. Que solo pase por este mundo buscando complacerte a Ti”.

Hoy vemos a Jesús entrando triunfalmente en Jerusalén, como ese presidente que vino a Bogotá. La ciudad se paralizó, todo el mundo estaba viendo en las noticias qué es lo que ocurría.

“Jesús, ¿vale tan poco la gloria de este mundo? La alegría de este mundo es transitoria. El fruto de la gloria en este mundo es temporal, pasajero. Vamos a aprender también de esto.

Gracias Señor, por la Semana Santa a la que te enfrentas. Estaremos muy cerca de Ti, en el silencio, sobre todo. Que estemos recogidos en íntima oración, buscando fomentar ese silencio interior.

Y lo haremos junto a la Virgen; no encontraremos un lugar más privilegiado.


Citas Utilizadas

Is 50, 4-7

Sal 21

Flp 2, 6-11

Lc 22, 14-23, 56

Mt 21, 5. 9

SAN BERNARDO, Sermón en el Domingo de Ramos, 2, 4.

 

Reflexiones

Ayúdanos, Señor, a estar muy cerca de Ti, a estar recogidos en íntima oración contigo.

Predicado por:

P. Santiago

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