“Jesús partió hacia Galilea,”
-comienza el Evangelio del día de hoy-
“Él mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo, pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua, porque también ellos habían ido a la fiesta.
Fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real que tenía a su hijo enfermo en Cafarnaúm.
Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, entonces fue a buscarlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo”.
SI NO VEN MILAGROS NO CREEN
Continúa el relato evangélico -que es Evangelio de san Juan- y a mí siempre me ha llamado la atención, porque lo que a continuación viene, da la impresión de que Jesús se molesta, porque Jesús le dice:
“»Si no ven signos y prodigios ustedes no creen». Y el funcionario le respondió: «Señor, baja antes de que mi hijo se muera». Jesús le dice: «Vuelve a tu casa, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
Mientras descendía, le salen al encuentro sus servidores y le anuncian que su hijo vive. Él les preguntó la hora y le dicen: «Ayer, más o menos a la una de la tarde»”.
O sea que el sitio estaba bastante lejos y él se da cuenta de que Jesús, efectivamente, era la hora en la que le había dicho que ya estaba bien.
Termina este pasaje del Evangelio de san Juan diciendo:
“Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea”
(Jn 4, 43-54).
EL SEÑOR DICE LAS COSAS CLARAS
“En este rato de oración Señor, quisiera hablar contigo sobre estos textos que, a veces, pueden resultar un poco fuertes, porque Tú dices las cosas claras”:
“Si no ven milagros no creen”.
Sabemos que san Juan siempre utiliza la palabra signos en lugar de milagros. “Pero se ve que este buen hombre recibió estas palabras tuyas Señor con delicadeza, porque no sabemos tu gesto, la entonación y todo.
“Pero a mí siempre me ha venido a la cabeza que debiste ser muy amable Señor, porque ser amable con las gentes, decir las cosas con claridad. Pero ser amable de trato, ayuda a que las cosas pasen mejor… la amabilidad”.
Sabemos que
“la Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo”
(Hb 4, 12).
Y, a través de estas palabras del apóstol, se enseñan a los que buscan a Cristo -Palabra, Fuerza y Sabiduría de Dios- toda la fuerza, toda la sabiduría que contiene esa Palabra de Dios.
“Esta Palabra que estaba al principio junto al Padre, eterna como Él”
(Jn 1, 1)
en un principio, fue revelada a los apóstoles y después anunciada por ellos y humildemente recibida en la fe de todo el pueblo de los creyentes (en el que estamos todos los que estamos escuchando estos 10 minutos con Jesús).
Efectivamente, la Palabra de Dios es penetrante, hace las cosas, pero nosotros debemos tener una forma muy amable de transmitirla, porque si no, por más Palabra verdadera, hermosa y tal, si es arrojada con ira a la cara de las personas, entonces esto no funciona; esto hace que la gente se rebele.
BALDUINO DE FORD
Hay un Abad cisterciense, que después fue obispo en 1190, que se llama Balduino de Ford que decía:
“Hay, pues, una Palabra en el Padre, una Palabra en la boca de los apóstoles, una Palabra en el corazón de los creyentes.
La Palabra en la boca es expresión de la Palabra que está en el Padre; es también expresión de la Palabra que hay en el corazón del hombre.
Cuando se comprende la Palabra o cuando se la cree o cuando se la ama, la Palabra en el corazón del hombre se convierte en inteligencia de la Palabra o en fe en la Palabra, amor en la Palabra.
Cuando estas tres se reúnen en un solo corazón, en un momento se comprende, se cree y se ama a Cristo, Palabra de Dios, Palabra del Padre…
Cristo habita en esta persona por la fe y por una admirable condescendencia baja del Padre al corazón del hombre…”
LA AMABILIDAD
Pero la puerta es la amabilidad. La puerta para cantidad de cosas es la amabilidad.
Me contaban, hace poco, en una entrevista de Secretos de la Oración (que tenemos en este canal), estos dos que se habían conocido y él estaba divorciado. Todavía ni si quiera le habían dado el divorcio civil y se va a vivir con esta chica.
Los dos en la situación en otro país nuevo, empiezan a ir a la iglesia y les tratan bien y, pese a que están en una situación irregular, nadie les dice cosas feas, nadie les hace ver, nadie les hace gestos y se sienten acogidos.
Esa amabilidad hace que vayan cambiando y pasarán años (no me acuerdo si eran siete o diez años) hasta que cambien todo. Ahora son una familia y tienen cuatro hijos, uno por llegar -o sea viene el quinto.
Están ya casados por la Iglesia y pertenecen a una realidad de la Iglesia muy bonita.
Y todo eso, ¿por qué? Porque les recibieron con amabilidad. Porque la Palabra de Dios penetró en sus corazones a través de la puerta de la amabilidad.
AMORIS LAETITIA
“Amar es volverse amable y allí toma sentido la palabra asjemonéi. Que quiere indicar que el amor no obra con rudeza, no actúa de modo descortés, no es duro en el trato.
Sus modos, sus palabras, sus gestos son agradables y no ásperos ni rígidos. Detesta hacer sufrir a los demás. La cortesía “es una escuela de sensibilidad y desinterés”, que exige a la persona “cultivar su mente y sus sentidos, aprender a sentir, hablar y, en ciertos momentos a callar” [107].
Ser amable no es un estilo que un cristiano puede elegir o rechazar. Como parte de las exigencias irrenunciables del amor, “todo ser humano está obligado a ser afable con los que lo rodean” [108].
Cada día, “entrar en la vida del otro, incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto […]
El amor, cuando es más íntimo y profundo, tanto más exige el respeto de la libertad y la capacidad de esperar que el otro abra la puerta de su corazón” [109]”
(Papa Francisco, Amoris Laetitia).
APOSTOLADO AMABLE
“Señor Jesús, ahora hacemos el propósito, todos los que escuchamos este audio, de ser todavía más amables con la gente que nos rodea, especialmente con las personas con las que queremos hacer apostolado o acercártelas a Ti.
“Con esa hija un poco más díscola o con esa pareja que parece que no funciona tan bien o tal vez con el esposo o con el nieto o con tantas personas que, en principio, parecería que no dan a torcer su brazo y que se alejan de Ti Señor.
“Queremos acercártelas a Ti y, para eso, sabemos que tenemos que abrir la puerta de la amabilidad. Tenemos que ir por este mismo camino, porque las cosas hay que decirlas, pero ¿con qué tono?”
“Este funcionario real, que tenía a su hijo enfermo en Cafarnaúm, seguramente vio en tu rostro, amabilidad Señor. No desidia, no ira, aunque las palabras son fuertes, aunque
“Si ustedes no ven signos y prodigios, ustedes no creen”.
HABLAR CON CARIÑO
“Está más que claro. Sin embargo, cómo se lo habrás dicho. Con qué claridad, pero también con qué cariño.
“Señor, enséñanos a hablar con ese mismo cariño a la gente que está a nuestro alrededor. Que no juzguemos, que no demos por sentado cosas negativas de los otros”.
Al contrario, que sepamos ser amables. Que sepamos ser delicados, afables, como dice el Papa Francisco, que sepamos entrar de rodillas en el alma de los demás.
“Y, si a veces por dentro tenemos una explosión de ira porque no nos gusta cómo se comporta o no sé lo que están haciendo, que nos acordemos que Tú eres toda la caridad, todo el amor y que esperas que nosotros también lo hagamos así.
“Que te abramos la puerta de otros corazones para que tu Palabra haga milagros en cada corazón y eso lo haremos a través de la puerta de la amabilidad”.
Se lo pedimos ahora a nuestra Madre la Virgen.