Icono del sitio Hablar con Jesús

AMAR CON EL AMOR DE CRISTO

Pedro

El amor a Dios y al prójimo es el cimiento esencial de nuestra fe, del cristianismo, porque es imposible ser un verdadero seguidor de Cristo, si el amor a Dios y a los demás no forman parte fundamental de nuestra fe, y sobre todo, de nuestra conducta.

Evidentemente somos creados para amar a Dios sobre todas las cosas, y nadie discutirá que nuestra relación con Dios es básica e importante.

Amar a Dios es el resumen de toda la ley y la razón principal de nuestra existencia.

Por eso, en estos minutos que hablamos con el Señor, en este rato de oración, intentamos expresar nuestro amor y le decimos que nos ponemos delante de Él: “Que nos ves, que nos oyes. Te adoro con profunda reverencia”.

Y además, lo primero que se hace con una persona que se ama: “Te pido perdón de mis pecados, de las cosas que te hayan ofendido, y luego, la gracia de que Él es quién está detrás de todo, que nos haga fructificar en estos momentos, y hacer con fruto este rato de oración”. 

Sin embargo, a veces nos podemos olvidar de que Jesús nos ordena también amarnos unos a otros, para poder ser sus discípulos.

De hecho, el Nuevo Testamento claramente hace énfasis que nuestro amor a nuestros semejantes es la manifestación clara y natural de nuestro amor a Dios. Dice que:

«Quien ama a Dios pero no ama a su hermano, es un mentiroso»

(1Jn 4, 20).

Todos hemos escuchado esta realidad recogida en la Primera carta de Juan. Son muchos los pasajes donde se manda el amor de unos para otros.

AMAR CON EL AMOR DE CRISTO

Por ejemplo, el Evangelio que nos presenta la Iglesia el día de hoy, que está en san Juan, capítulo 13 dice:

«Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros, así como yo los he amado. También ustedes deben amarse los unos a los otros de este modo, todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» 

(Jn 13, 34-35).

O lo que hemos recogido en Romanos:

«Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose, honrandose mutuamente»

(Rom 12, 10).

“Jesucristo ama a cada persona, su capacidad de amar es perfecta. Tan completo es su amor, que en las Sagradas Escrituras nos dice que Él es amor”

(1 Jn 4, 7–12).

El amor de Cristo queda demostrado en los actos de servicio que ha llevado a cabo por toda la humanidad, por cada uno de nosotros.

Como poseedores todos del sacerdocio de Cristo, porque a través del bautismo todos tenemos ese sacerdocio, tenemos también esa responsabilidad de llegar a ser como Cristo. Pero para que podamos hacerlo, debemos aprender a amar como Él ama, y a servir como Él sirve.

Teniendo claro que en un mundo donde satanás está atacando como nunca a los hijos de los hombres, no tenemos mejor arma que un puro y generoso amor como el de Cristo para darle batalla.

“Señor Jesús, queremos hoy pedirte que nos ayudes a amar de corazón a los demás, de estar dispuestos a pasar por alto una y otra vez detalles, que tal vez sean más molestosos, fastidiosos de los cargantes, de los inoportunos.

Que sepamos ser buenos con todos, con las personas que a veces no nos caen bien, con las personas que a veces nos han hecho alguna cosa mala, que nos han hecho algún desaire o que parecería que están en contra nuestra siempre. Te pedimos que nos ayudes a abrirles también el corazón”. 

SANTA TERESA DE CALCUTA

Santa Teresa de Calcuta decía: “Yo digo siempre que el amor comienza en la propia casa. Primero está nuestra familia, luego en nuestra ciudad. Es fácil pretender amar a la gente que está muy lejos, pero mucho menos fácil amar a los que conviven con nosotros muy estrechamente. 

Desconfío de los grandes proyectos impersonales porque lo que cuenta realmente es cada persona. Para llegar a amar a alguien de verdad, uno se tiene que acercar de veras. Todo el mundo tiene necesidad de amor. Cada uno de nosotros necesita saber que significa algo para los demás y que tiene un valor inestimable a los ojos de Dios” (Cf. Santa Teresa de Calcuta, 1910-1997).

Eso decía santa Teresa, y es importantísimo que en la vida personal tengamos claro que, con quienes tenemos que tener más caridad, es con los que vivimos, con la gente que está a nuestro alrededor.

A veces es más difícil porque ya conocemos sus defectos, conocemos las cosas que nos irritan más y a veces perdemos rápidamente la paciencia.

Tenemos que pedirle al Señor que nos ayude a tener justamente esa caridad, la que pasa por encima de lo impersonal.

Que fácil es dar una caridad de dinero o de comida para que alguien más haga algo, y nos olvidamos de esta caridad que es fundamental, de la sonrisa a mamá o al papá, o a la hija menos simpática…

Hay tantas cosas que podemos hacer para darle la vuelta, comenzar con la caridad en nuestra propia casa.

AMAR AL PRÓJIMO

Amar al prójimo, no es un prójimo que no vemos y que está lejos en Etiopía, sino que es el hijo o la esposa, la madre, todas las personas que están cerca de cada uno de nosotros y con las que nos relacionamos todos los días.

Ese del trabajo que tal vez no es tan inteligente o esa que parece que es vanidosa. Cantidad de detalles que podemos siempre trabajar.

Recuerdo que hace algún tiempo conversaba con una chica -que me decía y me ayudó mucho.

Fuimos a hacer una visita de pobres con varias personas, y en el momento de hablarles a estos pobres indigentes con los que estábamos trabajando, les dije que: —De ellos es el Reino de los Cielos y que tenían que darle gracias a Dios, porque Dios les tenía entre sus favoritos.

Y recuerdo que esta chica luego se me acercó y me dijo: ¿Cómo puedes decirles eso, padre? ¿Cómo puede ser que Dios quiera que esta gente viva pobre?

Yo creo que le faltaba esa sensibilidad de ver cómo los pobres -los indigentes-, son felices con muy poco.

Pero Dios necesita de unos corazones que no se ‘auto-abastecen’, no de una gente que tiene completamente resuelta la vida, sino más bien de los que necesitan completamente de Él. Y entre ellos están los más pobres.

Pues los pobres no solamente son los pobres, porque no tienen nada material, sino que son los que necesitan, los que no tienen ningún otro sitio al que acudir y acuden a Dios.

Y eso es lo que sucede normalmente con el mendigo que tiene una conexión con Dios: de pedirle a Dios absolutamente todo y se contenta con muy poquito.

Bueno, ¿y de qué forma nosotros ayudamos a los demás?

A veces debemos ser los brazos de Dios justamente para atender a esas personas que son sus preferidas.

Y para eso tenemos que dar tiempo, dar espacio, abrirnos posibilidades de asistir a alguna obra social, o de relacionarnos con gente que está más cerca de nosotros. Como por ejemplo con el cuidador del carro, con la persona que lava la casa, con tal vez un empleado de hace muchísimo tiempo o un vecino que está pasando más dificultad.

Hay que buscar los espacios donde hacerlo, teniendo en cuenta que también se puede encontrar gente que a veces se ha enfermado un poco y que es mentirosa compulsiva y que hay que tener un poco más de cuidado porque se les hace mal, entregándoles grandes cantidades de dinero.

Pero en todo caso, ¿de qué forma somos realmente otros Cristos? Es amando a los demás.

LA ENSEÑANZA DE JESÚS

Decía también santa Teresa, Cristo dijo:

«Amaos los unos a los otros como yo os he amado»

(Jn 15,12).

Y también ha dicho:

«Cuando lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis»

(Mt 25, 40).

“Amamos a Cristo en cada pobre y cada ser humano en este mundo. Es un pobre de algún aspecto”.

Dijo:

«Tuve hambre y me disteis de comer. Estaba desnudo y me vestisteis»

(Mt 25,35).

“Siempre recuerdo a mis hermanas, a nuestros hermanos y a mí, que nuestra jornada está hecha de veinticuatro horas con Jesús”.

Santa Teresa veía así a todas las personas con las que se relacionaba. ¡Ahí veía a Jesús!

Ojalá tú y yo podamos hacer lo mismo para aplicar este mandamiento del amor:

«Amar los unos a los otros, como yo os he amado»,

como nos dice Jesús.

Señora, a ti acudimos al terminar este rato de oración para buscar formas de demostrar nuestro amor: primero con las personas que vivimos, con las que estamos más tiempo, con las que trabajamos; y después con los más necesitados y después con todo el mundo, porque todos merecen este amor de Cristo.

Salir de la versión móvil