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PACIENCIA CON LOS DEMÁS

AMAR CON HUMILDAD

PACIENCIA Y HUMILDAD: ES CREER EN LOS DEMÁS

El Evangelio del día de hoy domingo nos dice que:

“Jesús salió y se dirigió a su pueblo -o sea, está yéndose a Nazaret- seguido de sus discípulos. Y cuando llega comienza a enseñar en la sinagoga. Y dice que la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: ¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y estos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el hijo del carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y Simón? ¿Sus hermanas no viven aquí entre nosotros?” (Mc 6, 1-3).

Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.

Muchas veces en la vida de Cristo se topará con la falta de fe, pero tal vez un poco más dolorosa cuando esa falta de fe es la de los que le conocían, con los que había estado. ¿Cuántas veces nosotros tendremos que también esforzarnos por no perder la fe en una persona, por tener paciencia? Y pienso que hoy vale la pena que le dediquemos nuestra oración, este diálogo contigo, Señor, a hablar de la paciencia, porque la paciencia es lo que nos hace creer en los demás; es el que es tolerante en grado sumo con la ignorancia y los defectos ajenos. Como recoge san Lucas: en la paciencia dominaréis vuestras almas.

Por supuesto, el paciente es el que no se irrita ante los errores ajenos, el que no se enfurece si le pisan, el que se muestra siempre con jovialidad, el que no hace partícipes a los demás de los propios dolores de cabeza o trastornos digestivos causados por los excesos de la comida o la bebida, el que respeta las confidencias, el que guarda rigurosamente los secretos, el que no murmura jamás… Ese tiene una gran paciencia.

IMPACIENCIA: FALTA DE HUMILDAD

Tener paciencia, porque la impaciencia, en cambio, manifiesta una falta de humildad, el que yo estoy por encima. Los que habían vivido con Jesús de Nazaret pensaban que estaban por encima de Él o que Él no era tan importante. ¿Cómo es que ahora parece tan importante? Y claro, esa impaciencia es fruto de la soberbia y refleja también, cuando nosotros la tenemos, que estamos convencidos de que los sufrimientos ya son demasiados, de que nos merecemos otro tipo de trato.

En síntesis, la impaciencia es fruto de la soberbia. Es como pensar que Dios debería tener para con nosotros más delicadeza y que Él, siendo omnipotente, no debería permitir que las situaciones que hacen agobiantes nuestras vidas continúen persistiendo.

En cambio, fíjate, la paciencia es hija de la humildad y razona al revés. Menos mal que Dios es misericordioso y no nos retribuye conforme a nuestros pecados, como se lee en el Salmo 102. Paciencia. Paciencia como autodominio humilde, autodominio en las contrariedades.

AMAR SOPESANDO LOS DEFECTOS

Cuentan de Disraeli, que fue primer ministro de Inglaterra, que era un hombre muy nervioso; muy inteligente pero muy nervioso. Su esposa conocía cuáles eran sus defectos y también cuáles eran sus virtudes. Fueron en el carruaje el día que le tocaba dar el discurso más importante -de hecho, el discurso que le permitirá ser el primer ministro-, y él iba muy nervioso; entonces su esposa se ofreció acompañarle.

Cuando iban en el carruaje -recoge su biógrafo- al salir, su esposa le dio un beso, él cerró la puerta y luego, se regresó tres veces a ver cómo el carruaje se estaba alejando. Y en las tres veces, vio a su esposa sonreírle desde la ventanilla del carruaje que se estaba alejando mientras le agitaba un poco la mano. No se había dado cuenta Disraeli que al cerrar la puerta le había destrozado la mano, le había agarrado la mano a su esposa en el carruaje. Sin embargo, su esposa era tan inteligente que sabía que si que empezaba a gritar o se ponía mal, su esposo lo notaría y perdería el aplomo que necesitaba para enfrentar esa situación tan difícil para él.

Saber actuar en función de lo que los otros son. Esta mujer, una gran mujer, sabía que iba a afectar a su esposo y después por supuesto, le contó todo. Pero en ese momento que él necesitaba ese apoyo de ella, lo encontró.

AMAR CON PACIENCIA Y BONDAD

A veces pueden sucedernos cosas del mismo estilo. Si en nuestra vida llega un momento en el que los demás nos comienzan a cansar o damos inicio a pensamientos que nos incitan a tirar todo por la borda, deberemos detener con firmeza esos pensamientos, esos desvaríos, pues ese no es el momento de abandonar la lucha, al contrario, es el principio de una nueva etapa que consiste en empezar a querer y en amar con más rectitud y sinceridad; de ser fieles, de tenerles más paciencia a los nuestros. Es la hora del amor verdadero y reflexivo.

Leía el otro día un texto de Eugui, que decía que cuando el prójimo comienza a hastiarnos, no llegó la hora de patearlo, sino de amarlo de un modo más sincero y reflexivo. Y es hacia allá donde nos lleva la paciencia. Porque si bien es utópico decir que debemos querer a los demás con sus defectos, así como se afirma que no puede amarse lo que no se conoce, no podemos amar a los demás con sus defectos mientras no los conocemos.

Por eso te invito a que consideres que conocer un defecto ajeno es algo que solo se logra cuando lo experimentamos y sufrimos en carne propia, durante los tiempos que a veces son hasta tiempos prolongados y cuando los vivimos en toda su profundidad. Y por eso ahí es cuando realmente mostramos nuestro amor: cuando tenemos la paciencia de sobreponernos a esos grandes defectos de nuestros amados, ya sea el cónyuge, tu madre, tus hijos, es sobreponerte.

AMAR CON HUMILDAD

La sabiduría popular dice que los cónyuges son como los automóviles. Sus defectos se descubren a partir de los 25,000 km. Y conforme a esta forma de pensar en la vida doméstica, el amor puro y reflexivo no tendrá su oportunidad de desarrollo, sino a partir de ese kilometraje, digamos. No en el kilómetro cero, cuando todo es amor y sonrisas, sino después, cuando hayan pasado más tiempos y conocemos los defectos del otro. Cuando comienza a presentarse la tentación del hastío ante el defecto tal vez irreversible, allí llegó la gran ocasión de amar humildemente, con paciencia y con bondad.

Y si estamos cansados de los que viven o trabajan con nosotros, eso no significa que haya llegado la hora de abandonar la lucha. Al contrario, es solo el comienzo de una etapa en la que se espera de nosotros un amor más fiel y responsable.

Decir que debemos amar a los demás con sus defectos es fácil, especialmente cuando no se los ha sufrido todavía en plenitud. La cuestión reside en proclamarlo cuando estos ya tienen un significado más típico en la historia, cuando ya aparecen, cuando para la mujer los defectos del marido no solo forman parte de una historia antigua, sino también medieval, moderna y contemporánea, y con un futuro dramáticamente profetizable.

AMAR CON CONCIENIA PLENA

Sí, así serán los defectos de él y de ella. Recién aquí, al tomar conciencia plena de los defectos del otro, la esposa o el esposo podrán amar verdaderamente al propio marido o a su mujer con sus limitaciones temperamentales.

No haremos cosas raras, sino que querremos realmente a la gente como es. Y tendrá mucho más sentido ese sí: Estaré dispuesto en las enfermedades, en lo bueno y en lo malo, en las enfermedades y en la prosperidad, estaré junto a ti.

Vamos a pedirle al Señor que nos ayude a ser pacientes, pacientes con los demás, especialmente con los que convivimos, para aguantarles un defecto y otro, para enseñarle al Señor que realmente estamos enamorados de Él y estamos dispuestos a pasar los defectos de los demás con paciencia. Esa paciencia que no tuvieron con Él los de Nazaret y que nosotros hoy queremos tener con los que vivimos para honrar la memoria del Señor. Ponemos estas intenciones en manos de nuestra madre, la Virgen.

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