Hoy es la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, un día extraordinario para asomarnos a ese gran misterio, que es el mundo de tus sentimientos, Jesús.
Vamos a oír el Evangelio de la Misa:
“Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado – porque aquel sábado era un día grande – pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran.”
(Jn 19,31)
Vemos aquí a ese grupo de personas religiosas que están intentando vivir un día religioso; el día de la preparación.
Quieren que efectivamente en ese día religioso, no haya cosas piedad, la relación con Dios, y quieren quitar los estorbos.
Entonces le piden a Pilato, -como acabamos de oír-, que les quiebren las piernas y que quiten los cadáveres, una vez que hayan muerto.
COMO UN ESTORBO
Esto se lee muy rápido, son cuatro líneas del Evangelio de san Juan, pero es bastante chocante, Señor.
Como, personas que creen estar haciendo un acto religioso, puedan pedir que a unos que están agonizando, se les rompan las piernas, para que mueran asfixiados y asi se les quite, como un estorbo, como quien quita unas botellas vacías, como quien quita la basura.
Me llamó un poco la atención la frialdad, esta practicidad, de personas que están “aparentemente”, -según ellos-, cerca de Ti, Señor.
Bueno, pues consiguieron lo que pedían, fueron los soldados le quebraron las piernas al primero… que también se lee rápido y ¡es una brutalidad!
Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y luego al otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado y al punto salió sangre y agua.
(Jn 19, 32-34)
Estamos en el meollo del Evangelio, donde se habla más en concreto, más directamente, de tu corazón, Jesús.
Lo que nos cuenta san Juan, es que él vio como tu corazón fue abierto, como acabamos de oír, por una lanza de uno de los soldados.
“Uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.” (Jn 19, 34-35)
Bueno, ¡Vaya testimonio que nos deja san Juan!
Esto nos da pie para que nosotros, Señor, te pidamos que nunca nos endurezcamos tanto, que cuando nos acercamos a Ti, nunca nos confundamos, como estas personas, que se han insensibilizado tanto.
RELIGIOSIDAD MALENTENDIDA
Llegan a ser capaces de hacer cosas muy feas, pensando que te agrada, que agrada a Dios, a Yahvé. ¡Cuando estaban rematando al hijo de Dios!
Nos damos cuenta, de que efectivamente, había una religiosidad malentendida, que a nosotros también nos puede pasar. Te pedimos que nunca nos confundamos tanto, Señor.
Ahora, pensando en ese soldado, yo creo que, de ninguna manera, él se podía imaginar la verdadera profundidad del golpe que estaba dando con su lanza, en tu cuerpo, Señor.
Yo creo, que era imposible que captara, que estaba perforando Tu Corazón, con todo lo que esto supone.
El espacio de los amores de Dios, pinchado como un globo. ¿Cómo podía esa persona saber que ese corazón tuyo, que guardaba todos los amores de Dios? ¡Imposible!
“Y al punto salió sangre y agua” Esto es lo que dice san Juan, lo acabamos de oír.
Esa sangre y esa agua que se derraman sobre la tierra, nos muestran, Señor, como tus sentimientos, tu amor, tu misericordia, nos los entregas de esta manera, derramando tu amor.
Por eso a mí me golpea cada vez que pronuncio las palabras de la consagración en la Misa, donde Tú, Señor, utilizas esta palabra:
“sangre que será derramada por ustedes y por muchos”
¡Derramada! Esto nos habla de cuán generosamente te nos entregas, Señor, y cuán generosamente quieres que tu Iglesia se siga entregando a la humanidad. A curar a la humanidad que tanto necesitamos tus curaciones.
Decimos de las personas que tienen bonitos sentimientos, que es una persona con un gran corazón…
Podemos pensar ahora, viéndote Señor, que Tú tienes un corazón, no solo grande y grandísimo, sino un corazón que está roto, con un amor que se derrama.
LO ENTREGA TODO
O sea que ese corazón grande, no guarda para sí, esos sentimientos bonitos, sino que lo vuelcas, lo entregas del todo.
Qué necesario nos es, Señor, este modelo, para tener claro: ¿qué es el amor, y que no lo es?
Y cómo los que queremos, tenemos que aprender de Ti a querer, y los que queremos querer, tenemos que fijarnos en Ti, para aprender.
Vamos a mirar todos, el cuerpo del Señor, que se vacía por las llagas de la crucifixión y se termina de vaciar por este lado abierto que perfora su corazón.
Vamos a darnos cuenta, de que realmente ¡Dios es amor! Que nosotros somos los beneficiarios, las personas a quienes Dios ama tanto.
Solo Tú, Señor, me has querido y las personas que me quieren pues me enseñan un poquito de cómo es tu amor.
Puedo conocer en mis papás y mis hermanos, un poquito de tu amor, si así me aman ellos… ¿Cómo será tu amor, Señor?
Estamos en este día tan bonito, para pasmarnos ante la inmensidad del amor de Dios, volcado, derramado en cada uno de nosotros.
Madre mía, que estuviste al pie de la Cruz, y que viste cómo se derramaba el amor de tu Hijo, ayúdame a darme cuenta y a guardar esos tesoros en mi corazón y a aprender a amar de Él.