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P. Rafael

7 min

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YOU’LL NEVER WALK ALONE

Esto no es solo el famoso lema de un equipo inglés de fútbol, es también una premisa con la que Dios quiere que vivamos en esta tierra: Nunca caminarás solo porque siempre te acompaña tu ángel custodio para llevarte al Cielo.

Hoy estamos en el XXVII domingo del tiempo ordinario, pero además celebramos la fiesta de los santos ángeles custodios.  2 de octubre, es además una fecha especial, porque tal día como hoy, Dios hizo ver a san Josemaría un camino concreto de santidad para tantas personas a lo largo de los siglos.

“Hoy es el aniversario de la fundación del Opus Dei y aprovechamos estos 10 minutos de oración contigo Señor, para pedirte que sigas protegiendo a tu Iglesia y también a quienes deseamos servirla desde esta “partecita de la Iglesia”, como le gustaba llamar a san Josemaría al Opus Dei”.

Yo creo que no es una coincidencia que el Opus Dei haya visto la luz en esta fiesta de los santos ángeles custodios, porque san Josemaría les tenía una especial devoción desde pequeño.

“Por eso, creo que podemos aprovechar para hacer este rato de oración contigo Señor, al hilo de algunos de estos escritos de san Josemaría que nos enseñan a tratar más a nuestro ángel custodio”.

Sabemos que esa figura del ángel aparece muchas veces en la Sagrada Escritura, que son seres espirituales, aunque a veces toman esa apariencia corporal para alguna misión específica de Dios.

Que nos acompañan en este caminar hacia el Cielo y unas veces nos trasmiten una voluntad específica de Dios para nosotros.

El ejemplo más claro, evidentemente, es el de la Anunciación.  En ese caso concreto no era un ángel custodio, pero sí era un arcángel; esa es la función que a veces tienen los ángeles, 

Otras veces nos van precediendo en el camino para que no tropecemos en los peligros y siempre están haciéndonos muchísimos favores.

SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

Yo me atrevería a decir que los santos ángeles custodios, la mayoría de los favores que nos hacen, ni siquiera nos damos cuenta.

Y por eso, yo no sé tú, pero a mí me sorprende muchísimo el que Dios haya previsto que una criatura superior a nosotros estuviese siempre a nuestro servicio.

En realidad, están al servicio de Dios, pero Él ha querido que también estuvieran allí para ayudarnos a llegar al Cielo; esa es la misión principal del ángel custodio.

Por eso, esta meditación tiene este título que debería llenarnos de un profundo agradecimiento por esta providencia divina.

Dios nos asigna un ángel custodio, un ángel de la guarda como diciéndonos: “You’ll never walk alone”.

Sí, es el lema del Liverpool, pero yo creo que es Dios que nos dice a cada uno de nosotros: nunca vas a caminar solo.

Nunca caminaremos solos y, de hecho, caminaríamos mucho más tranquilos teniendo presente a nuestro ángel custodio siempre a nuestro lado.

Decía san Josemaría en Camino:

“Te pasmas porque tu ángel custodio te ha hecho servicios patentes. –Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti”

(San Josemaría, Camino 565).

PEDIRLE FAVORES

ángel

Ahora, me acabo de acordar, a mí el ángel custodio me hace muchísimos favores y me da un poco de pena confesarlo, pero mi ángel custodio es experto en conseguirme puestos de estacionamiento.

Siempre me sorprende, porque en las circunstancias más complicadas, cuando creo que ya todo está perdido, cuando parece que voy a estar dando vueltas hasta el infinito, le pido ayuda a mi custodio y mi custodio se luce y, de la nada, aparece un lugar libre.

La mayoría de las veces no tengo que pagar nada; puede parecer un abuso y es verdad, porque mi ángel custodio está puesto ahí para batallas más importantes, pero yo estoy siguiendo una recomendación también de san Josemaría que nos decía:

“Cuando tengas alguna necesidad, alguna contradicción –pequeña o grande–, invoca a tu ángel de la guarda para que la resuelva con Jesús o te haga el servicio de que se trate en cada caso”

(San Josemaría, Forja 931).

Yo no sé cuándo, tú que me oyes en estos 10 minutos de oración, tratas a tu ángel custodio todos los días.

En Latinoamérica, la verdad es que es relativamente fácil, porque aquí se nos enseña desde muy pequeños a tratarlo con suma confianza.  Aprendimos a dirigirnos a él con alguna oración junto con el Ave María, con el Padre Nuestro.

Por eso, el ángel de la guarda para nosotros no es, vamos a decir, un funcionario al que llamamos a nuestro antojo como una campanilla.

Le tenemos confianza, lo tratamos como un amigo entrañable y así él sabrá hacernos muchísimos servicios en los asuntos ordinarios de cada día.

PONERLE CARA A NUESTRO ÁNGEL

Recuerdo que medio en broma, medio en serio, uno de mis compañeros de ordenación sacerdotal nos confesó que de las cosas que a él más le estaban costando de ese paso importantísimo del estado laical al estado clerical, era que él, por muchos años, se había imaginado a su ángel custodio, no con alas ni vestido con una túnica blanca, sino con chaqueta y corbata.

Porque este amigo mío, antes de ordenarse sacerdote, ejerció por muchos años de abogado y él decía que le costaba porque ahora tendría que imaginárselo, al ángel custodio, vestido de sotana.

“Puede parecer una tontería, pero Señor, ojalá nosotros también llegásemos a ese punto, a ese grado de intimidad y de trato constante con nuestro ángel de la guarda.

Que le pongamos cara, que le pongamos incluso la ropa que nos sirva más para acordarnos de que tenemos ahí a nuestro amigo junto a nosotros de continuo”.

Algo que no es de dogma, pero a mí me parece que tiene muchísima lógica, es que podemos tratar también a los ángeles custodios de los demás; no por nada Dios nos ha asignado uno a cada uno de los hombres.

Yo pensaba: “Señor, en ese mandamiento nuevo que Tú nos has dado, yo creo que lo podríamos vivir con mayor facilidad si nos apoyáramos en los ángeles custodios, especialmente los ángeles custodios de los demás”.

No le pidamos solamente favores al nuestro, podemos saludar y acudir a los ángeles custodios de los demás también para pedirle por su santidad, para que ayude a esa persona a ser muy fiel, muy alegre,

“para que pueda recibir, a su tiempo, el eterno abrazo de Amor de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo y de santa María”

(Forja 1012).

VER AL ÁNGEL DE MI PRÓJIMO

ángel

Volviendo a esa idea del mandamiento nuevo, es verdad que a veces nos puede costar el trato con ciertas personas.  Que vivir la caridad y la fraternidad a veces se hace cuesta arriba con alguien en concreto.

Pero vamos, que es Dios que nos pide que vivamos ese mandamiento nuevo; el “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.

El mandamiento nuevo es esa segunda parte que resume los demás y yo creo que, si pensásemos por un momento que esa otra persona con la que nos cuesta el trato también tiene un ángel custodio, nos daríamos cuenta de que es una persona a la que Dios también quiere.

“Que es una persona a la que Dios también quiere que llegue al Cielo y, si le pidiésemos ayuda al custodio de esa persona, creo que sería más fácil verte Jesús; verte y darnos cuenta de que Tú también quieres a esa persona y quieres que llegue al Cielo”.

También en la Santa Misa, la Santa Misa que es un adelanto de ese Cielo aquí en la tierra, un adelanto al que tenemos acceso con una facilidad impresionante.

En otros momentos hemos considerado que el peligro máximo (al menos el que yo considero) para vivir bien la Santa Misa, es el acostumbramiento, porque hemos visto lo mismo una y otra vez y nos cuesta, a veces, contemplar lo glorioso que se esconde detrás de cada consagración.

PEDIRLE A NUESTRO ÁNGEL QUE NOS ACOMPAÑE A MISA

Para esto, a san Josemaría le ayudaba muchísimo saberse rodeado de los ángeles en cada Eucaristía.

Fíjate que imagen más bonita:

“La tierra y el Cielo se unen para entonar con los ángeles del Señor: “Santo, Santo, Santo”.  Yo aplaudo y ensalzo con los ángeles: no me es difícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro la Santa Misa.  Están allí adorando a la Trinidad”

(San Josemaría, Es Cristo que Pasa, 89).

Aprovechando esta consideración de san Josemaría para tratar más a nuestros ángeles de la guarda, podemos aprovechar también esta coincidencia litúrgica de hoy.

Sabemos que la Iglesia nos pide el mínimo, que es asistir a misa al menos los domingos.

Empecemos por meternos cada vez más en cada misa con la ayuda de nuestro ángel de la guarda, que nos ayude a no distraernos, a vivir cada gesto como verdadera oración de todo nuestro ser.

Una oración también del cuerpo con los gestos que hacemos en cada misa; que podamos acompañar a estos ángeles de la guarda en ese acto de alabanza a Dios de los cielos en cada consagración, que nos ayuden a custodiar en esa acción de gracias al Cuerpo de Cristo que acabamos de recibir en la Sagrada Comunión.

Así, de la misa, pasaremos a la vida. Porque no solo en cada Eucaristía, sino en cada segundo de nuestras vidas, podremos ir seguros, estar seguros de que Dios ha dispuesto a los ángeles custodios, el que Dios nos ha asignado a cada uno de nosotros, para que nunca caminemos solos.


Citas Utilizadas

Hab 1, 2-3; 2, 2-4
Sal 94
2Tim 1, 6-8. 13-14
Lc 17, 5-10

Reflexiones

Jesús, ayúdame a llegar a ese grado de intimidad y de trato constante con mi ángel de la guarda.  Que le ponga cara, incluso la ropa que me sirva más para acordarme de que tengo ahí a mi amigo junto a mí de continuo.

Predicado por:

P. Rafael

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