Hoy leeremos a San Mateo, el Evangelio, en la misa y nos trae el siguiente pasaje:
“En aquel tiempo, al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún junto al lago en el territorio de Zabulón y Neftalí, así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías:
País de Zabulón y país de Neftalí,
camino del mar,
al otro lado del Jordán,
la Galilea de los gentiles,
el pueblo que habitaba en tinieblas
vio una gran luz;
a los que habitaban en tierra
y sombras de muerte
una luz les brilló.
Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Conviértanse porque está cerca el Reino de los Cielos.
(Mt 4, 12-17)
Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Su fama se extendió por toda Siria y le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos y Él los curaba y le seguían multitudes venidas de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania”.
(Mt 4, 23-25)
Cita aquí comenzando este pasaje del Evangelio, cita San Mateo la profecía de Isaías, una región que él mencionaba con diversas referencias, tierra de Zabulón y Neftalí, que eran estos nombres tan extraños, hijos de Jacob, de las doce tribus en que los israelitas se repartieron las tierras de Caná y quedaron en la parte más al norte de esas tierras.
GALILEA DE LOS GENTILES
Hacia el siglo VII – VIII antes de Cristo, estas tierras fueron invadidas por los asirios; la población hebrea que allí vivía fue deportada y no sólo eso, sino que esas tierras fueron después ocupadas por grandes grupos de poblaciones extranjeras para colonizar el país. No era que ese reino del norte, llamado así, prácticamente se perdió.
Por esa causa, se llama en la Biblia esa tierra: Galilea de los gentiles, porque ya eran muy pocos los judíos que vivían ahí o hebreos. El evangelista, inspirado por Dios, ha visto el cumplimiento de esta profecía de Isaías en esa venida de Jesús a Galilea, una tierra devastada, maltratada en tiempo del profeta Isaías, será primera en recibir la Luz de la vida, la predicación de Jesucristo.
Te puedo decir que tienen un gran sentido mesiánico esta profecía, pero se aplica también a todos, a nosotros, a la humanidad… toda la humanidad caminó en tinieblas hasta que brilló esa Luz en la tierra, cuando nació nuestro Señor en Belén, como lo hemos celebrado hace unas semanas atrás.
EL REINO DE DIOS SOBRE LOS HOMBRES
Una Luz que envolvió con su claridad a nuestra Madre, María, a San José, a los pastores, a los magos… porque Él es el resplandor de la verdad en el mundo. Da claridad también a las inteligencias que no quieren permanecer más en la oscuridad, la oscuridad de la ignorancia, del error…
Y anuncia el Señor el Reino de Dios sobre los hombres, es como el tema central de la revelación de Jesucristo, Reino de Dios, que en el Antiguo Testamento pues Dios reinaba sobre Israel, tanto espiritual como en lo temporal. Poco teocrática la sociedad, pero ahora el Señor tendrá que ir explicando de modo progresivo esa renovada naturaleza de ese Reino de Dios que ha llegado a su plenitud con Él y que se sitúa en un plano espiritual, de amor, de santidad y tendrá que ir el Señor purificando esas desviaciones nacionalistas de los judíos de su época.
Comienza ahí a predicar el Señor en Galilea, un territorio que se puede decir, de la periferia, con respecto al centro de la nación judía que es Judea y en ella, pues Jerusalén y es precisamente ahí, en esas tierras envueltas en sombras de muerte, como lo dice, debería y se vio surgir esa Luz grande, en ese antiguo reino del norte.
DIOS ES EL SEÑOR
El Reino de Dios, ciertamente, no es un Reino terreno, no puede ser un Reino terreno, delimitado en el espacio y en el tiempo. En primer lugar, porque anuncia que es Dios quien reina, que Dios es el Señor, que su señorío está presente, que es actual, que se sigue realizando y que en el fondo es el Reino de Dios, es su presencia entre nosotros.
Por tanto, la novedad de ese mensaje de Cristo que sigue siendo actual, muy actual, es que en Él Dios se ha hecho cercano, que ya reina en medio de nosotros demostrado con aquellos milagros, con aquellas curaciones que realizó.
Dios reina en el mundo mediante su Hijo hecho Hombre y con la fuerza del Espíritu Santo y por eso el Señor cura, pero cura las enfermedades del cuerpo y del espíritu. Una curación, digamos, integral del hombre, un modo en que el Señor busca para revelar el rostro verdadero de Dios, un Dios cercano, lleno de misericordia a todo ser humano, el Dios que nos da la vida en abundancia porque nos da su misma vida, una vida que triunfa sobre la muerte, una luz de la verdad que disipa esas tinieblas de las que venimos hablando, también de la ignorancia, de la mentira.
JESÚS SE REVELA
El Señor se revela y, además, se revela no de manera extraordinaria ni asombrosa. Lo acabamos de ver en la Navidad, en la adoración de los magos… ¿Qué se ve ahí? Pues una Mujer con un Niño envuelto en pañales, sino que el Señor se nos revela en la cotidianidad de nuestra vida, allí es donde debemos encontrar al Señor.
Buscarlo, porque Él se revela allí, hace sentir Su amor a nuestro corazón, allí podemos establecer un diálogo con Él, en la cotidianidad, decía, de nuestra vida. Un diálogo que nos ayude a cambiar nuestro pobre corazón y así esa Luz de Cristo que se difunde, precisamente desde la periferia que no lleva ninguna instauración de un nuevo poder político, sino el cumplimiento de esa nueva alianza entre Dios y los hombres, que inaugurará un periodo de paz, de justicia.
Cada uno de nosotros para estrechar, precisamente, ese pacto de alianza con Dios, esa alianza nueva, cada uno de nosotros está llamado a convertirse, convertirnos. Lo decía el Papa Francisco, transformaron nuestro propio modo de pensar, incluso no solamente de vivir, sino también de pensar. Una transformación, decía, del pensamiento.
CONVERSIÓN
Convertirse porque está cerca el Reino de los Cielos, convertirnos. Que tengamos este año un compromiso serio de conversión, de la conversión a Cristo. Para unos será conversión, para otros será una reconversión o una nueva conversión.
Procurarnos acercarnos más al Señor en este año nuevo que comienza, que nos ponemos especialmente bajo el patrocinio y la protección de nuestro padre y señor: San José. Nos lo ha dicho el Papa, un año dedicado a San José. Aprovechar las indulgencias plenarias previstas para este año, que cada una es más fácil que la otra, cumplirla. Casi que todos los días podemos tenerla.
Nos encomendamos a su protección y, por supuesto, a nuestra Madre, la Virgen, que nos ayude con su maternal intercesión también a responder con alegría a esa llamada de Jesús a la conversión para ponernos al servicio del Reino de Dios.