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APRENDER A PREGUNTAR

Jesús y los niños

Algunas veces me gusta llamar a un hermano para saludarlo a él, evidentemente, pero, sobre todo, para saludar a mi sobrino.

Mi pequeño sobrino que tiene tres añitos y pocos meses, uno o dos mesecitos y ya habla bastante bien, ya casi que uno puede tener una conversación normal con él.

Recuerdo que, hasta hace muy poquito, cuando hablaba con él, su papá -mi hermano- le iba diciendo: “pregúntale al tío cómo está; pregúntale cómo le fue el otro día cuando jugó tenis; pregúntale si está en el colegio…”

Entonces el niño iba preguntando, iba comentando y yo también le hacía preguntas, lógicamente.

Algunas veces el papá le susurraba a pasito como para que yo no escuchara: “dile esto, respóndele esto; dile que estás bien. “¿Cómo sigues de la gripa?” Y entonces el papá le decía: “dile: ya estoy bastante bien tío” y así se iba desarrollando la conversación.

Y ¿por qué me acordé de esto? Porque leyendo hoy el Evangelio de la misa, pensaba Señor que contigo también tenemos que aprender muchas veces a hablar así; muchas veces tenemos que dejarnos guiar y que alguien nos enseñe a hacer oración.

Que alguien nos enseñe a preguntar, a contarte cosas, a decirte cosas, porque así han aprendido a rezar todos; así hemos aprendido a rezar todos desde que éramos niños.

Incluso Tú Señor aprendiste a rezar así.  Te enseñó María santísima cuando bendecían los alimentos, cuando daban gracias a Dios por la mañana al comenzar el día; cuando al terminar la noche también hacían un acto de presencia de Dios también para que Dios les acompañara en la noche… Y así, hemos aprendido todos.

APRENDER A PREGUNTAR

Cuenta hoy el Evangelio:

“En aquel tiempo Juan, llamando a dos de sus discípulos, los envió al Señor diciendo: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

Los hombres se presentaron ante Él y le dijeron: “Juan el Bautista nos ha mandado a Ti para decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?””

(Lc 7, 19-20).

¡Claro! San Juan Bautista le manda a preguntar esto al Señor.

Alguna vez leí un comentario a este pasaje de la Escritura que me pareció interesante, un punto de vista válido y es que de pronto Juan estaba pasando por un momento de tribulación y le faltó, quizá, fe.  Pensaba: ¿será que mi primo Jesús sí es el Mesías?

A mí no me gusta tanto esa interpretación, me gusta más pensar Señor que san Juan le pidió a sus discípulos que te fueran preguntar cosas; que te cuestionaran algo para que se entablara una conversación, un diálogo.

Y así, aprendieron a hablar contigo, así aprendieron a tener confianza en preguntarte cualquier cosa; incluso, alguna cosa que podía parecer escandalosa: “¿Cómo es posible que vengan a preguntarme si soy el Mesías? Pero por supuesto que soy el Mesías”.

Jesús se deja preguntar lo que sea siempre, con tal de que entremos en conversación con Él y en diálogo con Él y aprendamos a hablar con Él.

Se le puede preguntar al Señor cualquier cosa; se puede tener cualquier conversación con Él.  Señor, contigo podemos hablar de cualquier cosa.

SAN JUAN DE LA CRUZ

Por ahí hay una colección de libros muy interesante que se titula: “Orar con” y entonces aparece san Juan Pablo II, la madre Teresa de Calcuta, san Josemaría; incluso Benedicto XVI.  (Todavía no es santo, alguna vez lo veremos en los altares seguro, porque es un hombre muy santo, muy piadoso.  Lo encomendamos ahora en este rato de oración).

Esos libros de “Rezar con” (ahora no me acuerdo si es: “Rezar con” u “Orar con”), sus escritos, sus palabras, nos ayudan a rezar, nos orientan para hacer muchas veces nuestra oración.

Hoy, por ejemplo, es san Juan de la Cruz, un hombre que se elevaba tanto para hacer su oración, un gran místico y dejó unas oraciones preciosas.

Por ahí revisé uno de sus libros de oraciones y encontré esta oración (quise buscar alguna oración de san Juan de la Cruz hoy para aprender a hacer oración):

“Concédeme oh, Cristo un constante deseo de imitarte en todas mis acciones.  Ilumina mi espíritu para que, contemplando tu ejemplo, aprenda a vivir como Tú has vivido.

Ayúdame Señor a renunciar a todo lo que no es plenamente a honor y gloria de Dios.  Y esto por amor tuyo Jesús, que en la vida querías hacer en todo la voluntad del Padre.

Oh, Señor, haz que yo te sirva con amor puro y entero, sin esperar en cambio éxitos o felicidad.  Que yo te sirva y te ame oh, Jesús, sin ningún otro propósito que tu amor, que tu honor y tu gloria, amén”

(Concédeme el deseo de imitarte. San Juan de la Cruz).

¡Una oración preciosa!

Y nosotros Señor, podemos elevar a Ti en cualquier momento, oración.

REZAR EN CUALQUIER PARTE

En este momento me encuentro en un balcón, iba a entrar al oratorio, pero está cerrada la puerta y no puedo entrar, entonces quise Señor ponerme a hacer este ratico de oración aquí delante de Ti y delante del pesebre viendo unas montañas a lo lejos; por ahí abajo baja un riachuelo y aquí estoy haciendo este ratico de oración.

Señor, uno puede rezar en cualquier parte viendo el pesebre, viendo unas montañas cerca de un río, en un paraje silencioso… en cualquier lugar podemos hacer oración.

Pero pensaba también Señor que, si uno puede entrar en un oratorio, evidentemente es mejor hacer oración delante del santísimo, delante del sagrario o acercarse a una iglesia o ir a visitar una imagen de la Virgen y ahí, hacer un ratito de oración.  Se reza más fácil delante de una imagen, del sagrario -evidentemente.

¿NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?

Hace poquito celebramos la fiesta de la Virgen de Guadalupe y ¿cuál era el deseo de la Virgen?

Me gustó mucho lo que comentaba (eso me dio para mí mucha materia para mi oración personal) el padre Josemaría, que la Virgen no le pidió a Juan Diego nada, ni que rezara una oración especial, ni que hiciera mortificaciones o sacrificios; ni que rezara por los pecadores, solamente le dijo: Yo soy tu mamá.

“¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”

Eso fue lo único que le dijo la Virgen de Guadalupe.  Si la Virgen pidió algo a Juan Diego, sí que le pidió una cosa: le pidió que fuera donde el obispo para que construyeran allí una iglesia, un templo.

La Virgen le decía:

“Yo quiero ardientemente este lugar.  Que se edifique donde lo mostraré.  Allí alabaré al manifestarlo (se refiere a Jesús, su Hijo), lo entregaré a Él, que es todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, porque en verdad yo soy vuestra Madre compasiva, tuya y la de todos los que en esta tierra estáis en uno y de cualesquiera otros que me aman, que me buscan, que devota y confiadamente me invoquen.

Allí escucharé sus lágrimas y tristezas, los auxiliaré en sus angustias y brindaré remedio a toda tribulación…”

(Nican Mopohua).

La Virgen se refiere a un lugar puntual, concreto, donde está la presencia de Dios y donde está siempre la presencia de la Virgen también.  Pero de manera especial en estos lugares donde ella quiere mostrar esa compasión de Madre a sus hijas y a sus hijos.

Por eso, qué bueno que nosotros aprendamos también a hacer oración en estos lugares santos.

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