Jesús tiene corazón… y lo vive arriesgando… Esto es algo que sorprende y es que querer, amar, es arriesgar…, porque a veces no es bien recibido el amor y nos corremos el riesgo de encontrarnos con indiferencias, desprecios… Pero Jesús, que es Dios, podríamos decir: sólo sabe querer, sólo sabe amar… De hecho, el mismo san Juan nos lo define cuando dice que
“Dios es amor”
(1Jn 4, 8).
Y es un poco lo que nos encontramos en el Evangelio de este sábado, que cuenta cómo:
“Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos y éstos estaban espiándolo”
(Lc 14, 1).
Uno piensa, después de todo lo que le han hecho…: “¡Señor Jesús! Después de todo lo que te han hecho…: polémicas, trampas, difamaciones, etc.”.
Uno suele ir a comer a casa de amigos… Y Jesús se lanza, acude, a la casa del fariseo…. ¿Por qué? Porque le quiere, porque los quiere… A pesar de todo quiere a los fariseos y lo intenta todo con ellos… “¡Cómo arriesgas Jesús! ¡Cómo arriesgas!”
Jesús arriesga… Y no solamente en este caso, sino que arriesga con Judas, arriesga con Pedro…, con Zaqueo, con la viuda de Naím… En ningún caso tiene garantizado que la gente acoja esos detalles, ese volcarse de un Dios que intenta todo con ellos… porque les quiere… “¡Como arriesgas Jesús!”
¡Cuánto nos queda a nosotros en este camino del aprendizaje del amor! Todos tenemos corazón… ¡Ojalá que sepamos querer sin esperar nada a cambio! Tener detalles, interesarnos por los otros, prestar pequeños favores, atenciones, delicadezas… sin esperar recibir nada. Simplemente, hacer uso de este corazón que Dios nos ha dado y usarlo como Él lo ha usado.
SAN MARTÍN DE PORRES
Hoy celebramos a un gran santo latinoamericano: San Martín de Porres, fraile de la orden de los Dominicos, que el 9 diciembre de 1579 nació en Lima. Martín era hijo de un español y de una mujer de color, su condición de mulato le valió mucha discriminación…
San Juan XXIII, en la homilía de la ceremonia de canonización, comentaba de él:
“Excusaba las faltas de los demás; perdonaba duras injurias, estando persuadido de que era digno de mayores penas por sus pecados; procuraba traer al buen camino con todas sus fuerzas a los pecadores; asistía complaciente a los enfermos; proporcionaba comida, vestidos y medicinas a los débiles; favorecía con todas sus fuerzas a los campesinos, a los negros y a los mestizos que, en aquel tiempo, desempeñaban los más bajos oficios, de tal manera que fue llamado por la voz popular Martín de la Caridad”
(Homilía de su Santidad Juan XXIII, domingo 6 de mayo de 1962).
¡Qué bonito que a nosotros también nos pudieran apellidar caridad! Martín de la Caridad. Martín arriesga…, sabe querer… Martín lo que hace es imitar a Jesús.
Jesús en el Evangelio de hoy, al ver cómo ocupaban los primeros puestos en aquella comida en casa del fariseo, lo que dice es que a nosotros
“cuando te inviten, ocupa el último lugar”
(Lc 14, 10).
Martín es lo que hizo en su vida, ocupó el último lugar, se volcaba con la gente y no por lo que pudiera recibir a cambio. ¿Yo qué espero recibir a cambio cuando me puedo encontrar el amor de Dios…, cuando puedo ser reflejo del amor de Dios? ¿Cuánto estoy dispuesto a arriesgar…? ¿Cómo arriesgo…, cómo arriesgo con el corazón…? ¿Hoy, de hecho, qué me he propuesto? ¿Qué detalles podría tener?
EL ALCANCE DE SU AMOR
De Martín cuentan que, en cierta ocasión, siendo aprendiz de peluquero, estaba cortando el pelo a un estudiante y éste, molesto ante una sonrisa de fray Martín, le insultó. Le llamó: ¡perro mulato! ¡Hipócrita! La respuesta que obtuvo fue una sonrisa. Tú y yo, ¿respondemos como Martín? ¿Respondemos como Jesús? ¿Es esa nuestra manera de querer?
“Jesús, que sea yo el último en todo… y el primero en el Amor”
(San Josemaría, Camino 430).
Esta frase de san Josemaría nos podría servir como una frase a repetir durante este día: “Jesús que sea yo el último en todo… y el primero en el Amor” y será impresionante lo que Dios podrá hacer a través de nosotros. Tenemos miedo a querer… “¡Cómo arriesgas Jesús con nosotros!”
De Martín incluso se cuentan cosas que reflejan, de una manera, el alcance de ese amor, de ese atender. Uno de los episodios más conocidos y más simpáticos de su vida, que tuvo muchos testigos, fue cuando dicen que incluso hizo comer de un mismo plato a un perro, a un ratón y a un gato en completa armonía. ¡No tenemos idea del alcance que tiene arriesgar con el corazón, saber querer! Nosotros tenemos miedo a querer.
“¡Cómo arriesgas Jesús con nosotros y qué poco arriesgamos nosotros con los demás!”
Porque así como arriesgaba con los fariseos, así es como Jesús arriesga con los que se encuentra en el Evangelio y así también ha arriesgado con nosotros. Ha volcado su corazón y lo continúa volcando todos los días. ¡Esto es para agradecerlo!
¡CÓMO SABES QUERER JESÚS!
Escribe santa Margarita María de Alacoque, que tuvo las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús:
“El divino Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol y transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados y una cruz en la parte superior.”
Tiene corazón y lo arriesga con nosotros. Esa corona de espinas, las punzadas de nuestros pecados, son señales de cómo Jesús ha arriesgado y sigue arriesgando con cada uno de nosotros. “¡Cómo sabes querer Jesús! ¡Cómo sabes querer y cómo has insistido conmigo mucho más incluso que con el fariseo! ¡Y cómo te estoy agradecido!”
Me parece que a ti y a mí, esta imagen del Corazón de Jesús, debería de ser una gran fuente de esperanza, porque tenemos a Jesús, a Dios, que arriesga y no se cansa de arriesgar con cada uno de nosotros. Además, el día de hoy tenemos la suerte de contar, especialmente aquí en Latinoamérica, con un ejemplo a imitar: San Martín de Porres, Martín de la caridad.
Ojalá nosotros aprendamos, cómo él lo hizo, a arriesgar, a tener un corazón que arriesga, que se parece al de Dios y que sabe hacerlo porque es consciente de cómo Jesús arriesga constantemente con él.
“¡Gracias Señor! ¡Muchas gracias! Nos disponemos a imitarte hoy como lo hizo tu Madre que
“guardaba todas las cosas en su corazón”
(Lc 2, 19).
Las cosas duras y las cosas alegres, los gozos y los dolores. Pues así nosotros en el día de hoy.”
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