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¡ATRÉVETE A SER LO QUE ERES!

¡ATRÉVETE A SER LO QUE ERES!

PARECERNOS A JESÚS

Me imagino que a ti también te pasa: lees el Evangelio y te gustaría haber estado allí. Te gustaría poder plantearle tus preguntas o presentarle tus inquietudes al Maestro.

¿Por qué ellos (los apóstoles, los discípulos, los hombres de aquel tiempo) pudieron hacerlo y yo no…?

En el fondo, no terminamos de creer que somos capaces de hacerlo hoy, como en aquel tiempo. Y que Jesús tiene algo que decirnos. Algo nuevo. No porque sea una nueva verdad teológica, sino que es nuevo porque es para mí hoy y ahora. Y es verdadero.

Las inquietudes que nos asaltan son muy personales y tienen respuestas personales…

¿Por qué reacciono de ese modo? ¿Por qué soy así? ¿Podré cambiar? Son algunas de las preguntas que pueden asaltarnos… 

La meta, para el cristiano, [es] parecerse cada vez más a Jesucristo, dejándolo obrar en su existencia (…) [Como nos recordaba san Juan Pablo II] «Cristo Redentor (…) revela plenamente el hombre al mismo hombre. (…) el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad»

[Redemptor Hominis]” (Ser quién eres, Wenceslao Vial ed.).

O sea: solo Tú, Señor, me puedes hacer comprender quién soy yo de verdad, y me puedes ayudar a ser así.

Te digo, Jesús, que esto lo necesitamos mucho hoy en día. Porque es mucha la confusión. Cuestiones de identidad, la comprensión de sí mismo, ideas sobre qué es ser libre y ser auténtico…

Justo hoy, en el Evangelio, dices:

«Todavía tengo que decirles muchas cosas, pero no pueden sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, los guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y les anunciará lo que va a venir.

Él me glorificará porque recibirá de lo mío y se los anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso dije: «Recibe de lo mío y se los anunciará».

Aquí está detrás la verdad del hombre. Estas son palabras mayores. Es muy atrevido decir hoy por hoy que hay “verdad” acerca del hombre… ¿quién es el hombre? ¿a qué está llamado?

Tal vez hoy, más que nunca, necesitamos los hombres conocer nuestra propia verdad… Necesitamos saber quiénes somos…

RECOMPONER AL HOMBRE

El otro día leía lo siguiente: “Un hombre sabio vivía preocupado con los muchos problemas que aquejaban a la humanidad. Pasaba los días en busca de respuestas para sus inquietudes sobre cómo mejorar el mundo.

Una mañana, un hijo suyo de nueve años entró en su despacho y se ofreció a ayudarle a trabajar. El hombre, nervioso por la interrupción, pidió al niño que se fuera a otro sitio a jugar. 

Viendo que no lograba que se marchara, pensó en algo que pudiese mantenerle ocupado durante un rato. Vio una revista donde había un mapa del mundo, y con unas tijeras lo recortó en numerosos pedazos.

Se lo entregó a su hijo, junto con un rollo de cinta adhesiva, y le dijo: —Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar este mundo roto en pedazos, que es como está, para que lo recompongas tú solo, sin ayuda de nadie.

Calculó que al pequeño le podría llevar varias horas rehacer aquel mapa, si es que llegaba a conseguirlo. Sin embargo, pasados unos minutos, escuchó la voz del niño: —Papá, ya lo he acabado.

Al principio no se lo tomó en serio. Era imposible que, a su edad, hubiese logrado recomponer un mapa que apenas había visto antes. Levantó la vista con la certeza de que vería el trabajo propio de un niño.

Pero, para su sorpresa, el mapa estaba perfecto. Todos los pedazos estaban en su debido lugar. ¿Cómo era posible que un niño hubiera podido hacerlo?

Le dijo: —Hijo mío, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo has logrado recomponerlo? —Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero, cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que en la otra cara del papel estaba la figura de un hombre. Así que di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar el hombre, di vuelta la hoja y había arreglado el mundo.

Arreglar al hombre es arreglar el mundo” (La llamada de Dios, Alfonso Aguiló).

¡Qué cargadas de razón están estas palabras!

Pues esto, ya lo dice Jesús hoy y dice que es lo que hace el Espíritu Santo. Es el Espíritu de la verdad.

SER LO QUE ERES

Me explico. Tú y yo podemos tener la misma raqueta de tenis que Djokovic, pero con ella (con esa raqueta) él gana un Grand Slam; y nosotros, en cambio, ganamos uno que otro partido contra uno de nuestros amigos.

Podemos tener el mismo carro que Max Verstappen o Checo Pérez, pero si Red Bull nos lo diera para correr la próxima carrera del Circuito de F1, mientras Max o Checo ganarían la carrera, lo más seguro es que tú y yo nos fuéramos a estrellar en la primera curva.

¿Por qué? Porque el que, de verdad, de verdad, sabe usar la raqueta es Djokovic; el que, de verdad, de verdad, sabe pilotar el carro es Checo o Max.

Pues resulta que el que, de verdad, de verdad, sabe cómo somos es el Espíritu Santo. Y por eso es el Espíritu de la verdad.

Jesús, Tú nos animas: “Vive de acuerdo a lo que eres”. Y nos das tú Espíritu para que seamos capaces de realmente vivir de acuerdo a esa verdad.

Y resulta que esa verdad sobre nosotros (lo que el hombre es y lo que está llamado a ser) es Cristo. Todos somos (de alguna manera) y estamos llamados a ser, otro Cristo, el mismo Cristo.

Comentaba una biografía de un joven, que murió con fama de santidad, que se llama Pedro Ballester. Y decía la biografía: “Decía mi profesor de literatura que él sabía que un libro era bueno, cuando al terminarlo le hubiera gustado ser el autor.

Pensaba que, una vida es buena, cuando al verla terminar a uno le hubiera gustado haberla vivido.

Los libros que ya están escritos no se pueden volver a escribir, a riesgo de ser procesados por plagio.

Pero imitar vidas no es delito y nadie te puede denunciar por copiar. De hecho, el mismo Jesús invitó a sus discípulos a imitarlo a Él. Todos los santos han tratado de plagiar la vida de Cristo y por eso han sido vidas tan hermosas” (Pedro Ballester, Jorge Boronat).

Esas han sido vidas de verdad.

No sé si viste aquella película (ya un poco vieja) que se llamaba William Wallace. A mí se me quedó grabada una de las frases de este William Wallace, el protagonista, cuando dice: “Every man dies, not every man really lives” (Todo hombre muere, pero no todo hombre vive realmente).

¡Basta ya de tanta confusión! Parezcámonos cada vez más a Cristo con la ayuda del Espíritu Santo.

Dialoga en tu oración con Él, pregúntale: ¿por qué reacciono de ese modo? ¿por qué soy así? ¿podré cambiar? Y sigue con docilidad lo que él te aconseje.

Tiene muchas cosas que decirte y qué decirme. Así llegaremos a ser personas de verdad, que viven de acuerdo con lo que son: hijos de Dios, templos del Espíritu Santo, nacidos para cosas grandes.

Se lo pedimos, te lo pedimos a Ti Jesús, a través de la intercesión de nuestra Madre, María Santísima, Esposa del Espíritu Santo.

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