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P. Santiago

7 min

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BACKFLIP

El tema de esta meditación es las acciones de gracias a Dios. Qué bueno tener como propósito elevar el corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día.

El Evangelio de la Misa de hoy nos presenta a Jesús camino de Jerusalén, por los confines de Samaria y de Galilea y cuando iba a entrar en un pueblo le salieron al paso 10 leprosos, no uno, ni dos, ni tres: 10.
10 leprosos que se detuvieron a distancia y le dijeron gritando: – Jesús, Maestro, ¡ten piedad de nosotros!
¿Y qué hace Jesús? Se compadece de ellos y realiza el gran milagro.

LA INGRATITUD

Pero hay algo que resalta particularmente en este Evangelio; y es “Jesús”, que se enternece, que se compadece ante la miseria de estos leprosos.
“Después sufres, Jesús, sufres, ¿por qué? Por la ingratitud.”
¿No son 10? – pregunta. ¿No son 10 los que han quedado limpios, los otros nueve dónde están?
Y cuenta san Lucas, que Jesús les dice:

«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

(Lc 17, 11-19)

¡10 leprosos, y solo uno viene! Y son “buenos leprosos”, tienen incluso fe, porque te hacen caso Jesús, te obedecen, van a presentarse a los sacerdotes, sin poner pereque.
No es que reclamen un milagro ahí, ya inmediatamente, sino que dicen: “bueno, vámonos a presentar al sacerdote”, y mientras iban de camino quedan limpios.
Pero solo uno vuelve, ¿qué pasó? ¿solo uno es agradecido? y dice san Lucas que llega donde Jesús dando grandes gritos, se postra, da gracias.
“Señor, yo nunca he visto un leproso, no sé si vaya a ver en este mundo a un leproso, pero sé que eso es horrible, horrible, horrible.

BACKFLIP, FRONTFLIP

Si yo hubiera sido de leproso, no solamente regreso donde estás Tú, y no solo llego saltando, sino llego danto botes de felicidad, backflip, frontflip, mejor dicho, lo que sea…

backflip
Llego llorando, exultando, gritando, incluso me parecería poco llegar así, dándote gracias, me parecería poco, sería muy poquito darte gracias de esa manera.
“¿Señor, será que Tú quieres que te demos gracias asi; saltando, gritando, exultando?”
Yo creo que no, pero, si quieres que seamos agradecidos, si quieres que nos demos cuenta de tantas cosas por las que debemos diariamente agradecer.
Ese puede ser el propósito de este rato de oración. ¿Cómo te puedo dar gracias?, Hablémoslo con el Señor.
Yo te sugiero que hoy todo el día, y en estos minuticos que siguen por delante, vayas pensando:
“Señor, ¿yo te doy gracias? ¿yo soy agradecido? ¿por qué te doy gracias? O, nunca te doy gracias, o ¿cuándo te doy gracias?
Quedémonos con esta inquietud: ¡ser agradecidos!
Mira lo que dice san Josemaría, en camino, en el punto 268:

Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes.
Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. —Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso…
Dale gracias por todo, porque todo es bueno.

DAR GRACIAS ESPONTÁNEAMENTE

“Señor, yo te doy gracias en este instante por mi vida, por mi familia, por la salud que me has dado, por la fe, el regalo de la fe, el don de la fe, porque tengo trabajo, porque tengo una vocación.
Bueno, tantas cosas por las que podemos elevar el corazón, la mente, a Dios, dándole gracias. ¡Señor, gracias, gracias!
Y qué buenas son las acciones de gracias espontáneas; si tienes una enfermedad y Dios te hace el milagro y te curas, pues obviamente vas a ser agradecido.
No sé qué les pasó a estos leprosos, sinceramente no entiendo, pero qué bueno es ser agradecidos espontáneamente, dar gracias espontáneamente.
Creo que hace algunos meses, te conté la anécdota de ese grupo de niñas que llegan al oratorio del colegio, muy pequeñitas, muy chiquitas, y entran y empiezan a hablar…
Una de ellas empieza a hablar con Jesús y le dice: “Señor, gracias por estar aquí, te queremos mucho, estamos muy contentas.”
“Señor, cuántas veces yo llego al oratorio y hago una genuflexión y es que ni me doy cuenta, no sé, de la prisa o de las cosas que tengo en la cabeza…
¡Señor, perdóname, perdóname cuando entro al oratorio y no se me ocurre darte gracias o decirte que te quiero o pedirte algo o mirarte con cariño!
Ayúdame, Señor, a elevar mi corazón, espontáneo, natural, en acción de gracias algunas veces, ojalá fuera siempre, como el latir del corazón, pero bueno, algunas veces por lo menos
Ya te conté una anti anécdota, la de la niña es una anécdota bonita, pero la anti anécdota es que yo algunas veces no soy consciente, hay veces me distraigo, me despisto.

UN CANTO DE ALABANZA

Pero permíteme que te cuente algo personal, algo que fue muy bonito. Fue el domingo pasado, estaba predicando un curso de retiro en una zona rural, aquí fuera de Bogotá.
Me levanté temprano, a las 6 de la mañana, bueno, no tan temprano, 6 de la mañana ya hay mucha luz. Y me fui a dar un paseo por el campo, y conocía bien el terreno, la finca.
Pero me dio curiosidad y me fui hacia la derecha, hacia un lugar donde no conocía, y que no había visto y me encontré con un mirador sobre una laguna, sobre una represa, un sitio espectacular, un paraíso realmente, un sitio precioso.
Bueno, me había llevado el celular en el bolsillo y se me ocurrió allí rezar las laudes, que es una oración que rezamos los sacerdotes todos los días, el breviario.
Y he aquí, que salió en el breviario el canto de Daniel, en el capítulo 3, que es un canto de alabanza, de Acción de Gracias, y fue muy bonito.
Porque, pues estaba en medio de aquella naturaleza, en medio de aquella montaña, en medio de la brisa, del frío de la mañana, del sol, viendo como se levantaba poco a poco…
“Y fue muy fácil en ese momento darte gracias, Señor.”

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Te voy a leer algunas partes, voy a ir saltando para que no se haga muy largo, pero para que más o menos me entiendas, que fue muy bonita esa experiencia.
Fue muy natural y fue muy grato para el corazón, poder decir eso ahí, naturalmente, espontáneamente, a Dios, que estaba ahí, en medio de esa naturaleza, dice el canto de Daniel asi:

BENDECID AL SEÑOR

Criaturas todas del Señor,
bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
cielos, bendecid al Señor;
Ángeles del Señor, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra,
bendiga al Señor.
Mares y ríos, bendecid al Señor;
manantiales, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor,
Hijos de los hombres, bendecid al Señor.
Bendiga Israel al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

“¡Señor, esta oración es preciosa, yo estaba en medio de un monte y fue sensacional!”
Y qué bueno que los sacerdotes la hacemos con esa novedad, alguna vez, de estar en medio del mar o de un témpano de hielo.
O de los rocíos de la mañana o de los fríos y la helada, el fuego y el calor, en esas experiencias naturales, y que elevemos al Señor un canto de acción de gracias.
Pero bueno, si no tenemos esa oportunidad, que nos demos cuenta por qué podemos darte gracias, y que el corazón se levante.
Digamos: “Señor, gracias por esta mañana, gracias por la sonrisa de los niños que me encuentro por la mañana, no sé, tantas cosas por las que podemos dar gracias.
Dice san Agustín:

¿Qué cosa mejor podemos traer en el corazón, pronunciar con la boca, escribir con la pluma, que estas palabras: «gracias a Dios»?
No hay nada que se pueda decir con mayor brevedad, ni oír con más alegría, ni sentirse con mayor elevación, ni hacer con mayor utilidad.
San Agustín, epist., 72

Se acabó el tiempo, gracias, Señor, por este ratico de oración, y nos vamos a trabajar.
Terminamos nuestra oración dando gracias también a nuestra madre Santa María, porque de su mano recibimos todos los beneficios tuyos, Jesús.
La Virgen nos dio a Jesús, fruto bendito de su vientre, nos consiguió de Dios la vocación, la llamada, y ella vela de continuo por nosotros, madre mía, qué buena eres.


Citas Utilizadas

Sab 6, 1-11
Sal 81
Lc 17, 11-19
Camino 268
Daniel 3, 57-83
San Agustín, epist., 72

Reflexiones

Gracias, Señor, por todo, por cada momento, por cada instante de nuestra vida, por nuestras alegrías y por nuestras penas, pero más que nada, Señor, gracias porque te tenemos a Ti.

Predicado por:

P. Santiago

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