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BARRABÁS

La Pasión

LA SOLEDAD, COMÚN DENOMINADOR

Hoy es viernes,  Jesús, quiero contarte una cosa de la que me dí cuenta en esta última Semana Santa. En la que te estuve mirando muy de cerca pero en la que también pude mirar a los diferentes personajes que iban apareciendo en la Pasión.

¿Y sabes Señor? Me di cuenta de que hay un común denominador en todas las personas que te vimos muy cerca en la Pasión y es: la soledad. A todos, Señor, los ví solos, en todos experimenté una gran soledad.

Claudia, la esposa de Pilatos. La tradición nos cuenta que varias veces le dijo a su esposo, a Pilatos: “Déjalo. Deja a ese hombre ir en paz. Es justo, es santo ¡déjalo, déjalo!”.

Pero ella estaba sola, el mismo Pilatos estaba también solo. Cuando se lava las manos a la vista del pueblo, en realidad lo que está haciendo, es experimentando una soledad impresionante. Te manda a flagelar, está solo; se siente abrumado, asustado. Cuando el pueblo grita: “¡crucifícale, crucifícale!” Pilatos está solo.

Y Tú Señor, ves esa soledad, entiendes esa soledad. Los soldados cuando te flagelaban, Tú mirabas en el fondo de su corazón y sabías que allí había soledad, miedo, odio reprimido, angustias, humillaciones, heridas profundas,  y cómo descargaban sobre Ti toda esa rabia, esa ira, esa soledad. Y para esto, Señor, estabas allí. Para hacerte cargo de esa soledad.

La Verónica, esa mujer que se acerca a ti con un paño, con un lienzo y no sabe mucho qué hacer; ella simplemente se acerca, no te dice nada, solamente te acerca ese paño ¡qué mujer tan valiente! Y que detalle el Tuyo, Señor ¿cómo se te ocurrió dejar estampado allí tu rostro?

PERSONAJES DE LA PASIÓN

Allí te luciste, Señor, qué creatividad. Cómo se te ocurrió en ese momento. Seguramente, la Verónica no se habrá dado cuenta inmediatamente que allí estaba el rostro Tuyo. Cuando llegó a casa y desplegó aquel lienzo ¡Oh sorpresa, Tu rostro estaba allí!. Qué soledad la de esta mujer también, que silencio profundo.

Simón de Cirene, ese hombre que se ve forzado a cargar con Tu cruz y cómo después de sentir ese peso, que era insoportable sobre sus hombros, se cruza con Tu mirada y comienzan a surgir de sus ojos un río de lágrimas porque se encontró con la mirada de su mejor amigo.

Él no te conocía, no te había visto nunca. Pero al mirarte, sintió en su corazón que eras su mejor amigo; se encontró con la mirada de su mejor amigo y por eso cargó fuerte de la cruz.

Pienso que las veces que te caíste al suelo Señor, fue porque los empujaron porque Simón no iba a permitir que la cruz se cayera sobre Ti; no iba a permitir que Tú te tropezaras. Y en cambio sí que te caíste dos veces más ¿Por qué?

Seguramente allí algunas bestias, que somos nosotros los hombres, te empujamos, te hicimos zancadilla, incluso al mismo Simón. Y encima las burlas, los insultos, pero cómo se encontró contigo. Hay un momento de soledad muy grande también un personaje  curioso y es Barrabás.

BARRABÁS

Barrabás, ese ladrón, ese hombre que estaba preso, ese hombre que merecía también un castigo y que Pilatos lo deja libre. Te quiero contar la historia de Barrabás, me voy a extender un poquito más porque conocí la historia de Pedro Sarubbi.

Pedro Sarubbi es el italiano que actúa en “La Pasión de Cristo”como Barrabás.  La historia de Pedro es muy bonita. Siendo apenas un adolescente huye de su casa y comienza a recorrer el mundo, creyendo, dice él, que en algún lugar podía llegar a aquel vacío en su corazón.

Viaja por todas partes, incluso ingresa a un monasterio Shaolín en la provincia de Henan en China. Luego de recorrer el Tíbet, allí hace un voto de silencio autoimpuesto durante seis meses supuestamente para alcanzar el ideal budista de la iluminación.

Luego se va a la India, y allí practica también la meditación. Se va hasta la Amazonía brasileña, donde aprendió a hablar portugués.  En el fondo ¿qué le pasa a este hombre, Pedro Sarubbi? Es un hombre que está solo, que experimenta una gran soledad en su interior y  por eso se va a todos estos sitios, intentando llenar esa soledad.

Un día le sonó el teléfono y era la oferta de Mel Gibson para colaborar en la película de “La Pasión”. El dice que nunca se imaginó que podía actuar en una película de Jesucristo porque estaba muy lejos de la Iglesia. Se imagina que puede encarnar el papel de san Pedro.  Y qué decepción cuando Mel Gibson le dice que no, que lo buscaba para que encarnará el papel de Barrabás.

Él dice: no, yo soy un actor famoso, yo puedo hacer el papel de Pedro pero un papel pequeño no. Entonces Mel Gibson le dice que no, que había pensado en él para que hiciera el papel de Barrabás. Y le explica qué Barrabás no era sencillamente un bandido, que perteneció a la casa de los zelotes.

TODA SU VIDA CAMBIÓ

Estuvo preso varios años, fue torturado, fue llevado al límite y comenzó a convertirse en esa bestia; y que todo eso (Pedro Sarubbi en la película) lo tenía que expresar con su mirada. Por eso te elegí a ti,  le dijo Mel Gibson. Entonces Pedro acepta el papel de Barrabás.

Cuenta que, ya en el set, Barrabás y Pedro Sarubbi eran uno solo. Comienza la escena. La escena avanza, él ya no actuaba, él vivía la escena, vibraba con los acontecimientos que estaban ocurriendo allí la Pasión. Por fin los gritos de la multitud: ¡Barrabás, Barrabás! ¡A Jesús, crucifícale! ¡A Barrabás, libéralo!

Y entonces, cuenta Pedro Sarubbi,  que avanza bajando los peldaños de la escalera y de repente mira a Jesucristo, en el  actor (Jim  Caviezel) y dice que en su alma hay un gran impacto porque siente como si una corriente eléctrica pasará por todo su ser, porque veía al propio Jesús. Estaba viendo a Jesús y se cruzó con su mirada.

Cuenta que a partir de aquel momento, toda su vida cambió. Aquella paz dice, que por años había buscado en decenas de viajes, había visitado su alma:

“Al mirarme, sus ojos no tenían odio ni resentimiento conmigo, solo misericordia y amor”.

Esta es la historia de Pedro Sarubbi, el actor que hace las veces de Barrabás.

Por eso Señor, te contaba que todas las personas que están allí alrededor experimentan una soledad, viven una soledad. En algún momento  todos experimentamos esa soledad a pesar de que estemos rodeados de gente.

Hay una escena impresionante también en el Via Crucis, cuando Tú Señor, te cruzas con las santas mujeres ¿y quién está ahí muy cerca? La Virgen María. Cuando las escucha llorar, cuando las siente llorar, la Virgen comprende muy bien lo que les pasa, comprende que esas madres tienen un dolor muy grande en sus corazones, comprende sus desgracias, sus angustias.

Por eso el río de las lágrimas humanas, sobre todo el de las lágrimas femeninas, dicen algunos autores que es el más caudaloso de todos los ríos. Hijas, madres, esposas, llorando solas, desconsoladas, en la escena del Via Crucis. El único momento en el que Jesús habla es allí delante de esas mujeres: “No lloren por mí”.

UNA RESPUESTA PARA QUIEN SE ACERCA A TÍ

Jesús, Tú siempre tienes una palabra para cada persona. Un aliento para cada alma. Una respuesta distinta para quien se acerque a Ti con profundos dramas, con profundas heridas, con profunda soledad.

El buen ladrón, imagínate, ese hombre que efectivamente, pasó de ser el último al primero; porque entró contigo inmediatamente al paraíso. Y así podríamos seguir comentando algunos personajes (ya se acabó el tiempo). El centurión, cuando cae de rodillas al ver lo que había sucedido y glorifica a Dios diciendo: verdaderamente este hombre era justo. Allí está solo, todos estamos solos.

Señor, Tú viniste para eso, para cargar sobre tus hombros, sobre tu alma, sobre tu corazón esa soledad humana. Para hacerte cargo de nuestra soledad. Gracias, no quieres que estemos solos, no vamos a estar solos porque estamos Contigo.

Ya sé que el Evangelio de la misa de hoy es otro, y ya sé que estamos en Pascua y que ha hablado de la Pasión. Pero Señor, te tenía que contar esto porque era algo que estaba en mi corazón, en mi alma, era mi oración, es mi oración.

El Evangelio de la misa de hoy es la multiplicación de los panes y de los peces, impresionante. “The Chosen”, en el último capítulo de la tercera temporada, lo muestra magistralmente. Es una escena de la cual nos podríamos servir para hacer otro rato de oración, otros 10 minutos Contigo, Señor, pero ya se acabó el tiempo.

Acudimos a tu Madre bendita. Ella comprende también la soledad de todos esos corazones, de todos sus hijos y quiere subsanar, sanar, acompañar esa soledad.

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