LA GRAN FIESTA
Hoy nos ponemos alegres, contentos porque celebramos una gran fiesta de nuestra Madre Santísima, de Santa María.
Y, por supuesto, que nos alegran todas las fiestas de María y ésta de modo especial porque es uno de los grandes dogmas, el dogma de la Inmaculada Concepción de María.
Es decir, creemos que Dios preservó a María santísima -en vista que será su madre-, la preservó de todo pecado. Esto es un misterio, es algo que nos sobrepasa, porque sabemos -por la fe sabemos- que todos nacemos con esa marca del pecado y que por eso también podemos ofender a Dios, alejarnos de Dios.
En cambio, Dios quiso que María estuviera exenta de esto, un privilegio. Justamente porque de ella nacería Dios, el Hijo de Dios, Dios hecho Hombre.
Entonces, pensamos ¿cómo puede ser esto? Y no llegamos a comprenderlo, porque Dios es muy grande. Porque Dios está muy por encima de nuestra inteligencia, si no, no sería Dios.
Al mismo tiempo nos alegra, porque es una joya preciosa de nuestra Madre. Como buen Hijo, Jesucristo, quiso que su Madre estuviera adornada con las joyas más hermosas y esos son esos dogmas que tiene María.
Además, porque María, al estar preservada del pecado, es hermosa, es bella porque no tiene pecado.
EL PECADO ENVEJECE A LAS PERSONAS
Se cuenta que Miguel Ángel cuando esculpió la famosa escultura “La Pietá”, “La Piedad” (que se encuentra en la Basílica de San Pedro), algunos de sus contemporáneos se reían de él, porque él había esculpido a María más joven que Jesús o más o menos, como si fuesen de la misma edad.
Y Miguel Ángel decía: -No, eso no es una equivocación, sino que yo, como buen cristiano, sé que María no tiene pecado y el pecado es lo que afea la persona; es lo que envejece la persona.
Por eso le pedimos, ahora en estos 10 minutos de oración, en estos 10 minutos con Jesús, a María santísima que nos aleje del pecado, que es el verdadero mal, que es lo que nos afea, que es lo que nos avejenta.
¿Cuántas personas no quieren envejecer o quieren cuidar su piel, su rostro? Para eso usan cremas que previenen el envejecimiento… Eso, entre todo, uno puede acudir a esos medios humanos…
Pero no olvidemos qué es lo que nos hace viejos, ya no en el cuerpo, sino en el espíritu y es el pecado.
LA OMNIPOTENCIA SUPLICANTE
En las lecturas de la misa de hoy, que nos pueden ayudar muchísimo para rezar ahora, encontramos ese relato del Génesis, en el que después de que Adán comió del árbol, el Señor lo llamó, se da cuenta de que está por allí escondido.
Adán confiesa que ha comido del fruto prohibido, Dios regaña a la mujer y entonces la mujer le dice:
“-La serpiente me sedujo y comí.”
(Gn 3, 13).
Entonces,
“Dios le dijo a la serpiente: – Por haber hecho eso, maldita tú entre todo el ganado y todas las fieras del campo. Te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida. Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; ésta te aplastará la cabeza, cuando tú la hieras en el talón.”
(Gn 3, 14-15).
En el arte religioso, muchas veces, se representa a nuestra Madre santísima pisando la cabeza de la serpiente. Aunque, realmente, ese texto hace referencia de que la descendencia de María es la que pisará la cabeza de la serpiente (o sea, del demonio), es decir, Jesucristo.
Dentro de todo, ese arte -que lo interpretó de ese modo-, nos puede hacer ver que fuerte es María. Por eso también se le llama la “Omnipotencia Suplicante” o simplemente porque es Madre de Dios.
MARÍA LO ALCANZA TODO
Así como en esa escena de las Bodas de Caná, que María intercede por esa pareja de esposos, recién casados, que se han quedado sin vino (tal vez no calcularon bien, vinieron más invitados e iban a quedar mal); y entonces, ella intercede y consigue de Jesús un milagro.
¿Cuántas cosas nos puede conseguir nuestra Madre? Señora mía, ¿cuántas cosas puedes conseguir?
Y ahora, nosotros, cada uno en su corazón, en su rato de oración, le pide eso que tanto necesita. Puede ser algo material -justamente algo que nos preocupa- o algo de nuestra salud; pero, sobre todo, algo de nuestra alma, de nuestra vida. Se lo pedimos, ahora, con esa confianza de que ella lo puede alcanzar todo de su Hijo.
Porque, al fin de cuentas, es Jesucristo perfecto Dios y perfecto Hombre, el que nos concede esa gracia que puede borrarlo todo, que puede hacer germinar esas flores hermosas en un desierto.
LA GRACIA DE DIOS
En estos días estamos, también, leyendo al profeta Isaías y habla muchísimo de cómo de pronto el desierto se vuelve fructífero -un desierto que es algo que donde no crece nada, unas pocas plantas pueden sobrevivir- o como las fieras ya no nos atacarán, ya no habrá el León que ataque.
Ese es justamente el gran milagro que puede realizar la gracia de Dios en nuestros corazones. Cuando a lo mejor notamos que venimos peleando mucho tiempo contra algún defecto, contra un pecado y pensamos que somos como un desierto, pues no. Levantemos, en ese momento, la mirada a Dios, que Él sí puede, tu y yo no podemos, pero sí queremos.
Madre mía sí queremos, sí queremos rechazar el pecado, no queremos envejecer, no queremos ser feos o afear nuestra alma.
Te lo pedimos Madre Santísima, tú qué tienes esa enemistad con la serpiente, con el pecado, con el demonio. Ayúdanos, para que también sepamos huir siempre de esas ocasiones de pecar.
Ayúdanos cuando nos podemos poner en ocasión de pecar o también el ambiente: las cosas que vemos, que leemos, que escuchamos o las amistades, malos consejos, conversaciones que, a veces, no son las más adecuadas, modos de vivir…
MARÍA NUNCA ABANDONA
Todo eso, nos puede llevar a alejarnos de Dios y no queremos nada de eso. Que no nos aleje, tampoco, la idea de ver a María tan perfecta -y es verdad que es perfecta-. Bendita tú entre las mujeres, le decimos en esos Ave María del Rosario.
Ella es perfecta, sí y, tal vez, por eso nos puede parecer como más lejana y no es así. Las madres nunca son lejanas, es una cosa muy rara y María siempre ha estado muy cerca de sus hijos.
Cuántas apariciones de la Virgen que han cambiado la historia del mundo, la historia de la Iglesia. María nunca abandona. Vamos a encomendarnos a ella cada día.
Qué bonito es esto que cada día, además de levantarnos y darle gracias a Dios por ese nuevo día, también nos pongamos en manos de María Santísima. Qué bonita también, es esa oración (a mí me la enseñaron desde que era pequeño): Bendita sea tu pureza, porque justamente, la Inmaculada Concepción nos habla de que María no tiene pecado y la vemos ahí a toda hermosa: sin mancha, sin pecado original.
MARÍA AYÚDANOS
Le pedimos a la Virgen Santísima, con esa oración:
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza…
Le pedimos que nos ayude a cuidar el corazón, nuestra capacidad de amar, que nos ayude a alejar todas aquellas cosas que puedan dañar esa santa pureza, esa capacidad de amar.
Hoy que vemos en el mundo, que se levanta toda una ola de sensualidad muy fuerte que, a veces, quieren hacer parecer como que es lo más normal o lo adecuado o el modo para vivir, el modo para ser felices. Ahí no está la felicidad, en esa sensualidad, sino en saber amar con un corazón limpio. Se lo pedimos a ella.
San Josemaría hablaba de que era necesario hacer una campaña de virilidad, una cruzadas virilidad. Porque, en efecto, a veces, la “santa pureza” exige saber huir de esas ocasiones de pecar. Y eso es justamente la valentía, la valentía de querer amar con un corazón puro, limpio.
Se lo pedimos a María Santísima, te lo pedimos Madre Inmaculada, que no permitas que haya nada que nos aleje de tu Hijo y que estemos siempre junto a Él.