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P. Ricardo

6 min

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BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES

La visitación de María a su prima Isabel no es un mero gesto de cortesía, es el encuentro entre Isabel que representa a la humanidad que espera al Mesías, y el tan esperado por todos los pueblos. De allí surgen unas palabras que recitamos todos los días y nos ayudan a hablar con Dios.

QUE ALEGRÍA CONTEMPLAR EL BELÉN

Qué alegría saber que se acerca la Navidad y aunque esto es algo que vivimos todos los años, pidámosle a Dios nuestro Señor que nos ayude a estar siempre alegres.

Ya unos domingos atrás, san Pablo nos decía que nos alegremos en el Señor, que estemos siempre alegres porque Dios ha nacido. Y esto puede parecernos algo incluso normal, porque celebramos la Navidad todos los años.

Decimos que Dios se ha encarnado y uno lo puede tomar, tal vez como que es un evento que pasó y ya está. Y sin embargo, es algo extraordinario.

Dios Todopoderoso se hace pequeño como un niño y es lo que vamos a contemplar, lo que miramos, lo que contemplamos al ver esos nacimientos que armamos, en esa escena del Belén.

Y es verdad Señor, porque esta solemnidad de la Navidad hacia la que nos dirigimos y que faltan pocos días, ¡nos hablan de alegría!

SOMOS AFORTUNADOS

BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES

Y en el Antiguo Testamento encontramos a muchos personajes, muchos hombres y mujeres que esperaban Tu venida. Y nosotros estamos (o debemos estar) muy contentos y sentirnos afortunados, porque vivimos en tiempos en los cuales Jesús ya ha nacido. Tiempo en el que Jesús ya se ha hecho hombre.

En cambio, todos esos personajes del Antiguo Testamento esperaban miraban. Y tal vez no hayamos estado allí en Belén, pero con la imaginación podemos viajar.

Tal vez no hayamos estado como esos Apóstoles que conocieron a Jesús cuando estaba en la tierra. Pero tú y yo le tenemos en la Eucaristía y en el Santísimo Sacramento del Altar.

LA VISITACIÓN DE MARÍA

Visitación

En la escena del Evangelio de hoy que quería utilizar para hacer nuestro rato de oración, también nos habla de alegría, porque recoge aquel episodio que se llama “La Visitación de María a su prima Isabel”. Uno de los misterios gozosos del Rosario.
Y dice san Lucas:

“En aquellos días María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”.

Me llamó mucho la atención que san Lucas da ese dato, nos proporciona este dato que María se puso de prisa.
¿Y por qué nuestra Madre Santísima tiene prisa?

Porque el Ángel Gabriel le ha dicho que su prima, que ya que era estéril, que ya estaba entradita en años, ha concebido y que tendrá un hijo. Ya lleva seis meses de embarazo.

UNA NOTICIA PARA SALIR A SU ENCUENTRO

Pensemos que en esa época no había, ni siquiera telégrafo. Ahora nos enteramos de todo por las noticias de las redes. te llega un WhatsApp…Pero ahí no había WhatsApp, no había nada.

Y para que llegase una noticia de ese tipo, a lo mejor María se hubiese enterado ya después del nacimiento de Juan Bautista.

Pero el ángel le ha facilitado las cosas. Ha sido más rápido que un correo o que un WhatsApp. Y le ha dicho que Isabel está embarazada.

María, que en ese momento es madre de Dios, corre con prisa a la casa de su prima Isabel, que vive en la montaña. Y a lo mejor era un viaje incómodo.

A continuación viene la escena:

“Aconteció que en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.

Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:

¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 

(Lc 1, 39-45).

Pues esta visita, esta escena preciosa y al mismo tiempo familiar, pero que tiene mucho contenido detrás: María visita a su pariente, a su prima Isabel. Y además de ser un gesto de cortesía, María va a servir, no solamente a visitarla y ya está.

Sino que se queda allí para ayudar. Porque sabe que su prima ya tiene una edad avanzada. Es mayor y será difícil que ella sola pueda hacer una serie de actividades.

A lo mejor se sentiría un poco más cansada. Pero no es únicamente un gesto de cortesía, sino que allí hay algo más, más profundo. Y es el encuentro entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.

JESÚS EL GRAN ESPERADO

BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES

¡María, nuestra Madre Santísima, lleva en su vientre al Mesías! Y lo mismo Isabel, quien es esa imagen del Antiguo Testamento que espera, y María que lleva a aquél “tan esperado”.

Como tú y yo ahora, estamos esperando la venida de nuestro Señor, el nacimiento de Jesús y celebrar ese evento que cambió la historia del mundo.

Pues Isabel está a la espera. Y María con “el esperado”, que es el Nuevo Testamento. E Isabel lleva además a Juan el Bautista, aquel que va a hablar únicamente de Jesús, de el Mesías tan esperado. Nuestra Madre Santísima lleva la realización de todas esas promesas. Esas promesas hechas por Dios de aquel que va a salvarnos, salvar a Israel y a salvar a toda la humanidad.

Ya no únicamente de una ocupación política de un pueblo, que como sucedía, que llegaban los Asirios o los egipcios y atacaban a Israel, y en ese caso los romanos. Sino lo que es la verdadera esclavitud. Que es la esclavitud del pecado.

Y así esas dos mujeres, Isabel, María, que son parientes, se encuentran y movidas por el Espíritu Santo se reconocen. Y sobretodo reconocen el fruto que está en sus respectivos vientres: Juan y Cristo.

SE LLENA DEL ESPÍRITU SANTO

Y vemos en esta escena, como en el pequeño Juan, que están en el vientre materno, oye la voz de María, y reconoce además a Jesús, al Mesías.

Y por eso Isabel se llena del Espíritu Santo y pronuncia las palabras que tú y yo en el día pronunciamos muchas veces, las repetimos muchas veces:

“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”.

Pues todo esto nos puede servir a ti y a mí, por supuesto, para nuestro rato de oración, pero también para que cuidemos de esas oraciones vocales, esas oraciones que hemos aprendido desde niños.

Las que nuestros padres seguramente nos enseñaron a recitar: el Avemaría, el Padrenuestro, e incluso algo más sencillo, pero muy importante: hacer la señal de la cruz. Ellos al comienzo nos hacían la señal de la cruz.

También cuando fuimos bautizados, nuestros padres y padrinos nos hicieron la señal de la cruz. Y así aprendimos tú y yo a tratar a Dios con oraciones vocales. Con oraciones sencillitas y compuestas.

EL AVE MARÍA: UN VERDADERO ENCUENTRO

El Ave María no es cualquier oración, son palabras tomadas de la Biblia, tomadas de las Sagradas Escrituras. Por eso, cada día, cuando reces un Ave María, o cuando reces el Rosario, te des cuenta de lo que estás diciendo.

Estamos en cada una, conmemorando ese encuentro entre Isabel que lleva al precursor, que lleva a Juan el Bautista, que representa el Antiguo Testamento, que espera en Dios, que tiene sus ojos puestos en Dios, y María, aquella joven sin mancha, sin pecado, que también ha sabido esperar, pero que ahora lleva al “tan esperado”, que lleva al Mesías, y que es toda humilde, sencilla y que toda su vida ha mirado a Dios.

Y además, porque ha tenido a Dios en su vientre inmaculado, en su casa, en su vida. Por eso, cuidemos de las oraciones vocales, porque nos ayudan a tratar a Dios.

No sustituyen esa oración que hacemos de tú a tú. Como la que tú y yo estamos haciendo ahora. En la que decimos: Señor, te quiero mucho, Señor ayúdame en esto. Señor en esta Navidad te pido esto para mi familia, o para mí. Ayúdame en estas dificultades o con ese defecto.

UNA ORACIÓN PARA ACERCARME MÁS A DIOS

Pues las oraciones vocales nos ayudarán a estar más familiarizados con Dios. Y al mismo tiempo, al contemplar esta escena vemos la fe de Isabel y vemos la humildad de María.

Pues pidámosle que nos ayude a tener una fe grande, una fe en Jesucristo, una fe en Dios y que también, así como estas dos mujeres, tú y yo, sepamos esperar en Dios.


Citas Utilizadas

Ct 2, 8-14 ó So 3, 14-18a

Sal 32

Lc 1, 39-45

Reflexiones

Madre mia, te pido me ayudes a sensibilizarme para ayudar en el momento oportuno a quienes me necesiten y saber esperar en Dios.

Predicado por:

P. Ricardo

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