Dicen que el invento más importante de los últimos años es el Copy-Paste. Sí, así como lo oyes, el comando de copiar y pegar en los aparatos que usamos es el comando más usado del mundo.
Yo creo que después del Copy-Paste el mejor invento moderno es el buscador (el search, la lupita), con el que uno busca en las carpetas, o dentro de los documentos, o en toda la computadora, o en internet.
Es más, lo inventó la misma persona, se llama Larry Tesler.
ANDRÉS Y JUAN
Se me venía a la mente porque de alguna manera todos somos buscadores. Todos andamos buscando. La escena del Evangelio de hoy nos lo muestra.
Es una escena conmovedora. Se trata de un recuerdo que cambiaría las vidas de Andrés y de Juan que es quien lo narra…
Estamos con Juan el Bautista a orillas del Jordán. Y vemos cómo levanta su dedo, sin vacilaciones, y señala a Jesús repitiendo:
“He aquí el cordero de Dios” (Jn 1,29).
Los que le escuchan quedan desconcertados. ¿Qué quería decir con eso? ¿Quién era aquel hombre?
“Dos de sus oyentes quedaron hondamente conmovidos y volvieron sus rostros a aquel personaje que el Bautista señalaba…
Ese par de oyentes se llamaban Juan y Andrés y eran pescadores galileos. Físicamente eran dos hombres muy distintos entre sí. (…)
Pero muchas cosas les unían. De entrada, les unía la búsqueda de algo que llenara sus vidas. Eran pescadores, de eso vivían y sus manos no se asustaban a la hora de llenarse de callos de remar y remar.
Pero aquello no era suficiente. Su corazón era más grande que sus manos. No podían haber venido al mundo sólo para sacar un mayor o un menor número de peces en el lago de Tiberíades. (…)
¿Qué era exactamente lo que buscaban? Probablemente ni ellos mismos lo sabían” (cfr. Vida y misterio de Jesús de Nazaret, I. Los comienzos, José Luis Martín Descalzo).
¿Pero será que tú y yo lo sabemos…? ¿sabemos qué buscamos?
Y tanta gente, toda la gente… ¿sabe lo que busca?
Dice el salmista:
“Como la cierva ansía las fuentes de las aguas, así te anhela mi alma, ¡oh Dios mío!” (Sal 42,2)
Y es que todas las almas ansían a Dios y buscan a Dios. Lo que sucede es que muchas veces no saben que es precisamente a Dios a quien ansían, a quien buscan…
DEJARON TODO Y SE LANZARON
Juan y Andrés deseaban, ansiaban. Por eso, “al oír hablar de un nuevo profeta, llamado Juan y apodado el Bautista, corrieron ciento cincuenta kilómetros para verle.
Habían dejado sus barcas y se habían puesto en camino. Debía de ser muy importante para ellos ya que dejaron sus casas y su oficio y se lanzaron al sur del país para escuchar a este nuevo profeta”.
Pero el Bautista no era exactamente lo que buscaban. Era un buen mensajero, pero no era “la Fuente” del mensaje, no era el Remitente.
Ellos esperaban y necesitaban algo más, a Alguien más…
Algo así nos pasa a todas las personas. Las cosas hablan de Dios pero no son Dios. Tampoco las personas, por muy buenas y santas que sean…
Pueden ser “buenos mensajeros” (porque son creadas por Dios) pero no son el Remitente…
En una excursión de montaña, hace ya unos años, mientras contemplábamos un paisaje impresionante, se le escaparon a uno aquellas palabras: “¿Quién, contemplando la belleza de la creación no se pregunta por su Creador?” ¡Tenía razón!
¡Cuántas veces nos sucede esto! Buscamos, pero a veces no le encontramos, incluso teniéndolo delante de nuestras narices…
Andrés y Juan “Eran buscadores, aventureros, gente con el alma abierta y hambrienta. Más tarde Jesús les diría:
“No me han elegido ustedes a mí, soy yo quien los ha elegido.” (Jn 15,16)
Pero es dudoso que Cristo los hubiera elegido si ellos no hubieran estado tan preparados para esa elección”.
Eran buscadores, como tú y yo lo somos. Buenos buscadores, como tú y yo queremos serlo…
Con decisión y timidez “al mismo tiempo, se pusieron a seguir a Jesús, sin atreverse a abordarle (…).
¿QUÉ BUSCAN?
Veían su pelo largo y su espalda ancha, admiraban la seguridad con la que caminaba.
Por un momento les pareció que retrasaba su paso, tal vez para dejarse alcanzar, pero también ellos aminoraron la marcha ¿Se habría dado cuenta de que le seguían? (…)
Tal vez fue en una curva, en un giro, donde él se volvió y preguntó:
¿Qué buscan? (Jn 1,33)
Y se les quedó mirando con ojos enigmáticos…
Jesús “no comienza con saludos, ni habla del tiempo como quien intenta empezar un tema de conversación con un desconocido”. Va directo al fondo del asunto: ¿Qué buscan?”
“Y es que sabe que Él ha venido para encontrar a los hombres, pero también para ser encontrado por ellos. Busca a todos, pero antes que nadie a los buscadores.
Habla para todos, pero sabe que sólo será oído por quienes tienen oídos para oír.
Andrés y Juan, ante esta pregunta tan directa, ven aumentar su desconcierto y contestan con otra pregunta:
“Maestro ¿dónde vives?” (Jn 1, 38)
Por un lado, empiezan por llamar «maestro» a alguien que, según todas las apariencias, es uno más como ellos.
Por otro, no responden a lo que se les ha preguntado y, en cambio, se meten indiscretamente en la intimidad del desconocido.
Jesús podría haber respondido: «¿Y a ustedes qué les importa? o ¿Quiénes son ustedes para invitarlos a mi casa?».
LE PIDIERON SU AMISTAD
Pero, Jesús sabe que la respuesta de los dos asustados es mucho más profunda de lo que parece.
Él les ha preguntado «qué» buscan y ellos responden «a quién» buscan. No buscan una cosa, ni siquiera una idea o una verdad. Buscan a una persona…”
“Y no buscan una persona a quien conocer, buscan a alguien con quien vivir, alguien cuya vida y tarea puedan compartir.
Por eso no temen ser incorrectos y se atreven a preguntar por su casa”.
“Ahora la sonrisa de Jesús pierde lo que tenía de enigmática y se revela totalmente afectuosa, y les dice:
«Vengan y lo verán.» (Jn 1, 39)
Le han pedido su amistad y él la abre de par en par. (…)
‘Aquí es’, les diría él al llegar. Comenta el evangelista san Juan:
“Y fueron y vieron donde moraba y se quedaron con él aquel día, Era alrededor de la hora décima” (Jn 1,39).
La descripción del relato es asombrosa”. (…) Nada se cuenta de la conversación, sólo se dice que fue íntima y larga.
Y el evangelista señala con exactitud la hora que no olvidaría jamás, como no olvida el enamorado, la esquina y la hora en que conoció a su verdadero amor.
“Supieron que habían encontrado todo lo que buscaban. Sus corazones inquietos se sentían como llegados a casa. Habían encontrado alguien a quien seguir y algo por lo que luchar. (…)
Hablaron, pues, desde las cuatro de la tarde hasta bien entrada la noche. Y, probablemente, no pudieron dormir de tanto gozo” (cfr. Vida y misterio de Jesús de Nazaret, I. Los comienzos, José Luis Martín Descalzo).
Te lo vuelvo a preguntar ¿tú y yo, qué buscamos? ¿lo hemos encontrado?
¡Busca, busca! Porque Dios busca a los buscadores, y se deja encontrar por ellos.
Deja una respuesta