San José, mi padre y señor, hoy es la solemnidad de san José, y dice la escritura:
“José hizo todo lo que le había mandado el ángel del Señor”
(Mt 1, 24).
Es una gran fiesta de la Iglesia, y es una gran fiesta porque san José fue un gran santo.
Fue un gran santo, no porque destacó él. ¡Él no quiso destacar! Nunca dijo: ¡Yo soy el padre del hijo de Dios! Como reclamando derechos y consideraciones de los demás.
EL PADRE DE JESÚS
Nunca buscó nada para él, y era efectivamente el padre de Jesús. ¿Por qué es santo? ¿En qué destacó san José?
En ser un esposo ejemplar. Quería mucho a María, la cuidó y la protegió toda su vida.
José era un caballero que sabía cuidar a su mujer, es un modelo y ejemplo para los esposos.
Hoy que vemos el atropello a la mujer, en un mundo que se ha alejado de Dios. Un atropello que en muchos casos es un maltrato habitual, como si la mujer fuera inferior o una esclava.
Pero ¡ojo! la Virgen le dijo al Arcángel san Gabriel que ella era la esclava del Señor. Quería decir con esto que estaba totalmente entregada a Dios, toda para Dios.
San José supo entender la vocación de María, supo entender que sea virgen, y que, si tuvo a Jesús por el Espíritu Santo, fue porque Dios lo quería así.
Para llegar a ese nivel de comprensión, tuvo que hacer méritos. Humanamente no entendía.
En un primer momento no lo entendía, no entendía lo que estaba pasando cuando se enteró que la Virgen estaba en cinta.
El mérito consistió en ser dócil al plan de Dios. Nunca pensó mal, ¡simplemente no entendía!
Pero creía en lo sobrenatural, creía que había una cosa buena que Dios esperaba de él y de la Virgen.
Fue el Ángel quien le avisó, como luego también el ángel le avisa para que huyan a Egipto.
Los ángeles también intervienen en todo momento, en todas las épocas y ahora también y nos sacan de tantos apuros.
Y así fue con san José, se quedó muy tranquilo después del consejo del ángel. Todos tenemos un ángel custodio y se llama así porque nos cuida, es custodio, y esa es su misión: ¡cuidarnos!
EL ÁNGEL DEL SEÑOR
Debemos preguntarnos si conocemos a nuestro ángel, si lo tratamos, si es nuestro amigo, si le hemos puesto un nombre…
Muchos le ponen un nombre a su ángel de la guarda y lo llaman así, por su nombre. A nuestro ángel le gusta que lo llamemos para que nos ayude, y hoy vemos como el ángel le saca de apuros a san José.
Por eso la escritura dice:
«José hizo lo que le había mandado el ángel del Señor»
(Mt 1, 24).
Obedeció y se quedó tranquilísimo, con una gran paz, José fue un buen padre. San Josemaría lo llamaba: “Nuestro padre y señor, san José.”
San José trató mucho a Jesús, ¿Cómo habrán sido esas conversaciones de Jesús con su padre?
Cuando Jesús era niño, después cuando Jesús era adolescente… allí en Nazaret, cuando trabajaron juntos en el taller…
Esas conversaciones que tendrían, conversaciones largas y san José le enseñaba, y Jesús aprendía…
Jesús debió ser un buen artesano, como su padre san José, pero a José se le conoce más por ser el padre de Jesús.
Era un excelente artesano, ¡pero dedicó su mejor tiempo a ser padre! Es por eso que es modelo de todos los padres.
Sin abandonar su trabajo, pues tenía un gran prestigio profesional, pero se dedicó a Jesús en todo momento. Para cuidar de Jesús niño y de Jesús adolescente.
Se preocupó mucho junto a María, cuando Jesús se escapó para enseñar en el templo.
Cuando lo encontraron y Jesús les dijo, que debía ocuparse antes en las cosas que miran el servicio de mi Padre, -así les dijo Jesús-
LA VOCACIÓN DE PADRES
Y ambos José y María, entendieron mejor la vocación de Jesús y la vocación que ellos también tenían como padres de Jesús
Entendieron mejor el querer de Dios. Más tarde Jesús en su vida pública, cuenta la parábola del hijo pródigo.
Ahí nos enseña cómo era la conducta del padre, que siempre estuvo esperando al hijo que se había ido de la casa. Se fue con el dinero y gastó el dinero malamente.
El hijo que estaba perdido, que estaba ahí comiendo con las algarrobas de los cerdos.
El hijo mismo se arrepiente allí, y dice:
«Voy a volver a la casa de mi padre, y le diré: padre, he pecado contra el cielo y contra ti; no soy digno de ser llamado hijo tuyo»
(Lc 15, 21).
Pero cuando nos fijamos en el padre, el padre siempre lo estuvo esperando. Y cuando el padre se da cuenta de que el hijo ya está viniendo, sale corriendo para recibirlo y cuando llega, él lo abraza y lo besa.
¡Qué emoción tenían el hijo y el padre en ese momento! Ese reencuentro del hijo pródigo con el padre y luego prepara un gran banquete.
O sea, el padre no guardó resentimiento, no le dijo: hijo, como es posible que haya hecho esto, ¡nunca más lo vuelvas a hacer!
No, no le reclamó nada, lo recibió como si hubiera ganado un premio, como si se hubiera portado muy bien.
El hijo también se sorprendió del cariño del padre, él le había dicho: Trátame como a uno de tus jornaleros, no me trates de otra manera, porque ya no soy digno de ser hijo tuyo.
EL PADRE DA LO MEJOR
Sin embargo, el padre le da lo mejor, a pesar de los males que había hecho y cómo se había apartado de él. Pero el padre lo recibe con todo el cariño.
Así hace Dios con nosotros cuando estamos verdaderamente arrepentidos de nuestros pecados.
Así debe ser un padre, así fue san José, que se volcó en atender a María y a Jesús con sumo cuidado y mucha delicadeza.
¡Cuánto aprendemos de José, cuando nos fijamos en él! Cuánto aprendemos a cuidar a la familia, aprendemos a ser cabeza, a orientar, a dirigir.
Aprendemos a transmitir lo mejor para los demás, cómo se esforzaría José en transmitirle lo mejor que podía a Jesús. A Jesús niño, a Jesús adolescente.
Igual nosotros tenemos que aprender de José, a tratar muy bien a los demás.
Hoy en la fiesta de san José, que también es el santo de san Josemaría. San Josemaría fue padre de una gran familia extendida por todo el mundo: el Opus Day.
Hoy también celebramos su santo, ahora lo estará celebrando en el Cielo con san José y con muchos otros santos, que están allí junto a él.
Qué celebración más grandiosa sería imaginarnos a san Josemaría en el Cielo, allí con el Señor, con la Virgen, celebrando la fiesta de san José.
A él le pedimos que interceda por nosotros, para que podamos ser santos.
Y a la Virgen le decimos cada vez que rezamos el Ave María:
«Acuérdate, ahora y en la hora de nuestra muerte”
Que se acuerde ahora, para que nosotros podamos caminar bien, para que podamos hacer la voluntad de Dios, como lo hizo san José.
Para que podamos ser fieles, y luego cuando llegue la hora de la muerte, nuestra madre nos llevará en sus brazos a Dios Padre.
Y seremos felices también allí, junto a san José, junto con san Josemaría y a tantos santos, mirando a Dios cara a cara.
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