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EL CAMINO ANCHO

camino

Leemos en la primera lectura de hoy, un pasaje del profeta Isaías en la que hay abundancia de imágenes.  Una de ellas es un Camino Ancho.  Te leo el párrafo donde aparece esa imagen:

“Brotarán aguas en el desierto y correrán torrentes en la estepa.  El páramo se convertirá en estanque y la tierra sedienta, en manantial.  En la guarida donde moran los chacales, verdearán la caña y el papiro.  Habrá allí una calzada ancha que se llamará: “Camino Santo”; los impuros no la transitarán, ni los necios vagarán por ella”

(Is 35 1-8).

¿Te das cuenta qué cantidad de imágenes leímos simplemente en este párrafo? La lectura de hoy es mucho más larga, no te la voy a leer toda, pero con esto tenemos cómo la imaginación se puede ir fácilmente:

“Brotarán aguas en el desierto y correrán torrentes en la estepa…”

¡Qué agradable! ¡Qué bonitas estas promesas que nos hace Dios!

“Habrá un camino, una calzada ancha que se llamará: “Camino Santo””.

Un camino rodeado de fecundidad, de verdor; un camino seguro, un camino ancho; no estrecho, sino ancho.  ¡Qué bien! Hay un camino.  Pero ¿a dónde conduce ese camino?

Es bueno que haya un camino, pero es más importante saber a dónde vamos, a dónde nos dirigimos.

Y ahora que estamos en adviento (el adviento es un tiempo de preparación, es un camino), nos recuerda que somos peregrinos; que esta tierra no es nuestro destino último. Estamos aquí de paso, estamos aquí un tiempo para encontrarnos con Dios.  Dios es nuestro destino.

Somos como ríos que llegan al mar, a la inmensidad del mar.

Nosotros somos personas creados por Dios, que estamos hechos para el Cielo, para relacionarnos con Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo y con todos los santos.  Ese es nuestro destino: la eternidad, llegar a donde está Dios; ese es el fin.

Y para llegar ahí tenemos un camino, un camino ancho, un camino seguro, un camino hermoso.

¡Qué bien que Dios nos ha creado con esta vocación de la santidad! Que nos da los medios, que nos da el camino.

SAN FRANCISCO JAVIER

Me acordaba, hace unos días celebramos a san Francisco Javier, que vivió, que coincidió con san Ignacio de Loyola.

Francisco era un joven con muchas cualidades humanas y con un futuro en este mundo muy prometedor.  Y san Ignacio le decía:

“¿De qué te sirve ganar el mundo entero, si pierdes tu alma?”

(Mt 16, 26).

Palabras del Evangelio que le repetía una y otra vez.  Y Francisco Javier, de tanto escucharlas, se convenció de que este mundo es un camino y que tenemos que buscar la santidad.

Así, también nosotros estamos llamados a no estacionarnos en este mundo, a buscar la santidad, a caminar en el camino hacia la santidad.

No nos pase como aquel a quien se dirigía san Agustín diciéndole: “Corres bien, pero fuera del camino”.  O sea que por tanto que avances, no te va a servir de nada, porque no te estás acercando a la meta, no te estás acercando al fin.

“Tú Señor nos das un camino ancho, un camino seguro, un camino santo”.

“Los impuros no la transitarán, ni los necios vagarán por ella”.

Por esa senda ancha.

“¿Cuál es ese camino? Ese camino es Tú Señor; Tú Jesús eres el camino, Tú lo dices:

“Yo soy el camino, la verdad y la vida.  Nadie va al Padre si no es por Mí”

(Jn 14, 6).

Efectivamente, Tú eres el único mediador entre Dios y los hombres”.

“Nadie puede llevarnos al Cielo, sino aquel que viene del Cielo”

(Jn 3, 13).

“Pero Tú Señor, Tú que eres el camino, Tú mismo has hecho un camino para bajar a la tierra.  Tú caíste a la tierra, no apareciste de la nada aquí en la tierra, sino que hiciste un camino, un camino ancho, un camino santo, un camino completamente puro, un camino inmaculado.

¿QUÉ CAMINO ES ESE?

Pues la Virgen santísima, tu Madre santísima.  Ella es el camino que Tú escogiste para venir aquí al mundo”.

Hay un himno mariano, una cancioncita que se le canta a la Virgen muy bonita, que se llama: “Ave Regina Caelorum” o “Hola Reina de los Cielos” y ahí se le dice: “Salve radix, salve porta, ex qua mundo lux est orta”. Que se traduce como: «Hola raíz, hola puerta, por medio de la cual la luz amaneció para el mundo».

A través de ella (a través de ti Madre santísima) vino Jesús.

Vino a través de este camino que eres tú y tú misma eres el camino que nos lleva a Dios.

Leía también (preparando esta meditación) una historia que aparece en un libro de san Alfonso María de Ligorio, una visión de un fraile, Fray León, el dichoso compañero de san Francisco de Asís:

“Un día vio dos escaleras: una de color rojo, sobre la cual estaba Jesucristo y otra de color blanco, en la cual estaba la Virgen.

Empezaron algunos religiosos a subir por la primera y, a los pocos peldaños, caían al suelo; volvían a subir y volvían a caer.

Entonces oyeron que los animaba a subir por la otra y así lo hicieron con toda felicidad, porque la Virgen les iba dando la mano, con la cual, llegaban todos arriba”

(San Alfonso María de Ligorio.  Las glorias de María).

Es una imagen con sus limitaciones, por supuesto, pero que nos habla precisamente de cómo tú, Madre nuestra, nos llevas a Jesús.  Tú eres amable, tú eres un camino fácil, un camino donde encontramos todo el amor, toda la ternura de una madre que todos necesitamos.

TENER EL PROPÓSITO DE MEJORAR

Todos necesitamos ese cariño, esa mirada amorosa que nos diriges, que nos anima, que nos comprende, que nos exige conforme podemos ir dando.

Vamos a celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción el día 8, estamos preparándonos estos días para esa gran fiesta y leímos que este camino es un camino por el cual nos impulsa:

“No transitarán ni los necios…”

Nosotros somos impuros, somos pecadores, somos un poco necios también, pero hacemos el propósito de no serlo más, hacemos el propósito de echarle ganas para dejar la impureza, para dejar el pecado, para adquirir sabiduría, para no ser necios.

Hacemos el propósito de luchar, cada quien, contra lo que más le cuesta, contra lo que más lo aleja de Dios.

Voy a pensar un poco qué es lo que más me aleja de Dios, cuáles son los pecados más recurrentes, los pecados que más daño me hacen y que cometo.

Madre mía, dame fortaleza, que sea esa escalera blanca donde tú me vas ayudando a subir.  No quiero pecado, no quiero necedad.

los necios no transitarán por ella”.

Que yo sepa escuchar los consejos -el necio es el que no escucha y que piensa siempre que tiene la razón, que no cede.

Que yo sepa dejarme ayudar (importantísimo para poder llegar a la meta de nuestra vida).

Termina esa cancioncita que te decía diciendo: “Vale o valde decora, et pro nobis, Christum, exora”. Que significa: “Oh hermosísima, oh hermosísima y reza a Cristo por nosotros”.

Así terminamos este rato de oración.

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