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CAZADORES DE RECOMPENSAS

Recompensas el corazón y la fe

Recuerdo, como contaba un sacerdote con sorpresa que había venido alguien a hablar con él en un estado bastante triste, de casi desesperación. Y la sorpresa era porque este hombre se había llevado un golpe en la vida. Pero no como en otros casos de alguien que tuvo algún gran fracaso y le cuesta mucho digerirlo y volver a levantarse; en algún ámbito de su vida quizá, en el trabajo, en la salud, en la familia. (Recompensas)

Lo que sorprendía es que su desesperación venía de que había tenido éxito en lo que  mas ambicionaba, que era en  su carrera profesional. Que le fuera muy bien, se ve que era una persona capaz, que aspiraba muy alto. Y dedicó todos sus mejores esfuerzos a ir creciendo, a ir subiendo en su profesión, tener un cargo cada vez más importante.

Y con tanto esfuerzo y con muchos años y relegando muchas cosas, lo había conseguido. Y ahora venía con una gran crisis a este sacerdote. Porque se da cuenta que no había valido la pena. Que aquello por lo que luchó, dejó tantas cosas de lado, no valía la pena. No era lo que se esperaba.

BUSCAR NUESTRA RECOMPENSA EN EL CIELO

Y ahora quién le iba a devolver su vida, su tiempo invertido, las cosas que había dejado a un lado y que esas personas, que hubieran requerido más atención, se encontraba muy pobre.

Y me acordaba de este ejemplo, que siempre me llamó la atención a mí también, cómo lo contaba ese sacerdote porque hoy Jesús, en el Evangelio que se lee en la Misa, nos ayudas a que tengamos rectitud de intención en lo que hacemos. Que nos fijemos por qué hago yo las cosas en mi corazón.

“Cuídense de no practicar la justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos. De lo contrario, no tendrán recompensa de su Padre Celestial”.

Y no decís que cuando hagamos limosna nos vayamos tocando la trompeta haciendo alarde como los hipócritas o cuando rezamos, que no lo hagamos de manera que todos lo noten para que nos reconozcan y nos alaben. Porque si lo hiciéramos así, tendríamos nuestra recompensa acá en la tierra por quedar bien con los hombres.

Y quizá nos podría pasar, no lo sé. Pero tantas cosas buenas, que después resulte que uno no tiene el premio en el Cielo porque ya recibió su paga acá en la Tierra. Y realmente es todo un tema este de tener rectitud de intención.

RECTITUD DE INTENCIÓN

Gracias a Dios, puede ser que mirando tu vida y yo la mía, encontremos que hacemos muchas cosas buenas. Muchas horas de trabajo en el día, muchas cosas por los demás. Para servir a la sociedad, para servir a la familia, para ayudar a otros.

Incluso cosas que podrían parecer más personales. Como puede ser tener algún “hobbie”, hacer deporte, descansar. También pueden ser cosas muy buenas para servir, porque si uno no descansa después se funde; no va a estar de buen humor y con energías para hacer lo que tiene que hacer.

Y sin embargo, aunque tuviéramos la gran fortuna de querer, al menos teóricamente así de partida, dedicar nuestra vida a Dios y a los demás, por eso rezamos, asumimos compromisos, ayudamos. Puede ser que en el día a día se nos meta un poco esto de otras intenciones, como les pasaba a estos del Evangelio, que no hacían nada malo, al contrario, hacían cosas buenas; dar limosna o rezar, hacer ayuno…

Todas cosas buenas pero, quizá un poco sin darse cuenta, se les había metido una intención egoísta. Que los demás los reconozcan, que los alaben, quedar bien, tener una buena estima, ser estimados entre los demás. Y por eso qué oportuno si nosotros, a lo largo del día no sólo una vez, quizá varias, renovamos esa intención de hacer todo por Dios y por los demás.

¿POR QUÉ LO HAGO?

Hay una frase que a mí me gusta mucho de san Josemaría cuando era joven:  “Quería hacerlo todo por amor”. Ojalá, Señor, también yo quiera lo mismo. Porque ese es el primer mandamiento, amarte a vos sobre todas las cosas, amar al prójimo. Y que lo podemos llevar a cabo día a día en tantas cosas, en tantas actividades.

Sin embargo, que me dé cuenta también cuando se me mete otra intención. Ahora mismo, si estoy haciendo la oración por cumplir o realmente vengo a buscarte, Jesús; vengo a encontrarme con vos, quiero acercarme más a vos hablando con vos en este rato.

Sí, en el trabajo se me mete otra intención. Que lo que quiero es ganar plata o ascender o que reconozcan mis talentos, afirmarme. No son cosas malas, querer ganar un sueldo, querer ser reconocido. Pero si es eso lo que me mueve, quizás ya tenga mi recompensa acá en la tierra y me esté perdiendo una recompensa en el cielo.

Si lo hago también por servir a mi país, por servir a la sociedad, por servir a los que tengo al lado. Y lo mismo en los deberes con mi familia, en la relación con los demás. Por eso  qué bueno si nos preguntamos ¿ yo por qué hago esto? Y si descubrimos, que no será raro pienso,  que se me metan otras intenciones un poco más egoístas, rectificar.

QUE ME MUEVA EL AMOR

Porque cuando hacemos las cosas por amor, realmente no sólo podemos esperar esa recompensa Jesús, que vos querés darnos en el Cielo. Sino que también ya nos premias con una alegría y con una paz que de otro modo no tendríamos.

La alegría de olvidarse de uno mismo, de servir, estar para los demás. Porque fuimos hechos para eso. Por eso ¿qué busco en esto que estoy haciendo? Si me enojo, si me entristece y si me pone nervioso, ¿qué estoy buscando?.

Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a ver lo que vale la pena. Como decías Señor, en casa de Marta y María, ella eligió la mejor parte. Qué busquemos, que estemos buscando unirnos a vos Jesús, y servir de verdad a los que están a nuestro lado.

Se lo pedimos a nuestra Madre, que no se dejaba distraer por otras intenciones, que las que la unían mas a su hijo y las que eran para el bien de los demás.

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