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P. Rafael

5 min

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CERCA DE TI, SEÑOR

El evangelio de hoy nos enseña cómo debemos buscar a Dios: con desesperación, cómo si fuese el último salvavidas del Titanic.

DURANTE LA COMUNIÓN

Un amigo de Kenia me contó que una de las primeras cosas que le llamaron la atención al asistir a Misa en español era que uno de los cantos que acá empleamos a veces durante la comunión, en su país sólo se cantaba en los velorios. El canto es “Cerca de Tí, Señor”, que fue compuesta en inglés (Nearer, my God, to Thee) y que en el texto original hace referencia al episodio de la escalera de Jacob que recoge el libro del Génesis (Gn 28,11-19).

Curiosamente, a este canto también se le conoce como “la Melodía del Titanic” (hasta que llegó Celine Dion), porque se cuenta que la orquesta del barco tocó este himno mientras se hundía el barco. Al parecer, al director de la orquesta le fascinaba esta melodía y manifestó más de una vez que quería escucharla en su funeral.

EL PRODIGIO DE VERTE

Aunque la imagen de los músicos tocando en pleno naufragio es clásica, hay quienes dicen que se trata más bien de una leyenda. Pero cierto o falso, ya es la imagen simbólica de quien aparenta que no pasa nada cuando las cosas van fatal. No sabremos si se hubiesen salvado, pero la tradición parece indicar que ni siquiera intentaron ir a los botes salvavidas.

Hay dos posibilidades: o no se daban cuenta de la gravedad de la situación, o pensaban que ya no tenían esperanza.

Y esta historia tiene que ver con el evangelio de la Misa de hoy, porque, aunque es muy breve, nos hace meternos en la escena como un personaje más: acaba de producirse el prodigio de verte, Señor, caminando sobre las aguas. Aún no nos hemos repuesto del susto de aquel espectáculo y ahora vemos como apenas desembarcados en la orilla, multitudes te reconocen y comienzan a seguirte por doquier.

LA VALENTÍA DEL TESTIMONIO

CERCA DE TI

El espectáculo no solo es asombroso sino conmovedor, porque se nota en estas multitudes la desesperación de estar precisamente, como dice este canto, cerca de ti Señor.

“Cuando la gente se enteraba donde estaba Jesús – dice el evangelista- le llevaban los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza”

(Mc 6, 55-56).

Así de desesperados están con sus problemas, que están dispuestos a aferrarse a lo más mínimo, como los náufragos del Titanic. Hay un detalle que lo demuestra:

“y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto”

(Mc 6, 56).

Porque sabían que una oportunidad, aunque mínima, podía significar su salvación, como los náufragos del Titanic.

ESPERANZA INTELIGENTE

La desesperación de estas gentes nace de la extrema necesidad. Te necesitaban a Ti, Señor, con todas sus fuerzas, como si fueses el último salvavidas del Titanic. Reconocían su lamentable situación (el evangelio habla de dolencias físicas) y por eso acuden a ti con ese ímpetu.

También esta imagen nos interpela porque deberíamos nosotros tener en todo momento esa actitud. Más que hablar de desesperación sería mejor hablar de esperanza inteligente.

Como dice san Pablo:

“Yo sé en quién he puesto mi confianza”

(2Tm 1,12).

Podemos pedirte Señor que te busquemos con esa desesperación de quien sabe que Tú eres nuestro único salvavidas, el último del TItanic. Y en ese bote no cabían todos  pero en cambio en tu salvación, Señor, si cabemos todos, solo hay que querer.

OBRAS SON AMORES, NO BUENAS RAZONES

No reconocer esta necesidad que tenemos de Tí puede ser un poco como ser un músico del Titanic. Incluso podemos estar diciendo “Cerca de Ti, Señor, quiero estar” y al mismo tiempo despreciar las oportunidades para alcanzarte. “Obras son amores y no buenas razones”: no bastan las palabras. Queremos estar cerca de Ti, Señor, con una desesperación que se manifieste con hechos.

Por ejemplo, retrasar la confesión “porque no tengo conciencia de pecados graves”, es muy de músico del Titanic. Sobre todo sabiendo que lo único que nos puede apartar del amor de Dios es nuestro pecado.

“¿Quién nos separará?”– se preguntaba san Pablo- “Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”

(Rm 8, 38-39).

Tocar a Cristo

COMO LA PRIMERA VEZ, COMO LA ÚLTIMA VEZ, COMO LA ÚNICA VEZ

Solo el pecado podrá apartarnos de Dios, como dice san Juan:

“Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad”

(1Jn 1,6).

Por fortuna, Dios nos da el sacramento de la Reconciliación que nos aplica los méritos de la Cruz de Cristo y arranca con fuerza todo lo que nos apartaba de Él. Es un modo excelente para manifestar concretamente este deseo de “Junto a ti Señor” “Cerca de Tí, Señor, quiero estar”.

Lo mismo podemos decir de la Eucaristía. ¡Qué más cerca podemos estar de Dios que cuando recibimos su cuerpo sacratísimo en la comunión! ¡Más cerca imposible! Es el momento estelar del día. Y faltar a Misa el domingo o incluso entre semana pudiendo ir, es muy de músico del Titanic.

A San Josemaría le servía mucho repetir aquella frase en latín que en español significa: “Como la primera vez, como la última vez, como la única vez”, que habla de su desesperación -o más bien de su esperanza- por participar de la Sagrada Eucaristía.

EN CADA MISA

San Pío X decía que “si los ángeles pudieran sentir envidia, nos envidiarían por la Sagrada Comunión”. Tenemos el mejor salvavidas a nuestro alcance. Las gentes que te buscaban, Jesús, por los alrededores de Generasaret, te rogaban tocar al menos la orla de tu manto, los que la tocaban se curaban.

En cada Misa Tú, nos concedes mucho más. Ya ni siquiera tocarte ¡recibirte dentro de nosotros! Y reconocemos que deberíamos envidiar la desesperación de aquellas gentes que leemos en el evangelio de hoy.

En la misma clave podemos entender nuestra oración personal, como en estos 10 minutos contigo, Jesús. Un Dios que me ve, que me oye, que me habla, que me hace ver cosas con mayor claridad. Al descuidar estos ratos de diálogo contigo, Señor, te estamos manifestando que no nos eres tan necesario. Nos puede más la flojera, el aburrimiento, las distracciones.

SÍ QUIERO

En el bote salvavidas de Jesús siempre hay espacio, pero hay que correr hacia Él con desesperación. Uno de los puntos de Camino que nos devuelven a la coherencia de vida es aquel en el que san Josemaría nos interpela:

“Me dices que sí, que quieres. —Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer? —¿No? —Entonces no quieres”

(Camino 316).

Madre nuestra, ayúdanos a querer estar cerca de tu Hijo y que ese querer no sea solo de palabras, que sea con hechos concretos. Que aprovechemos los medios que tenemos para estar cerca de Él. Hemos encontrado un tesoro en el campo, una perla preciosa (Mt 13,44-46), el último salvavidas del Titanic y no queremos perderlo.


Citas Utilizadas

Gen 1, 1-19

Sal 103

Mc 6, 53-56

Reflexiones

Madre nuestra, ayúdanos a querer estar cerca de tu Hijo. Que aprovechemos los medios que tenemos para estar más cerca de Él.

Predicado por:

P. Rafael

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