EL REINO DE DIOS
Hoy escuchamos en el Evangelio:
«En aquel tiempo decía Jesús: —¿A qué es semejante el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?».
Y esta pregunta nos permite conocerte, Señor, un poquito más, porque te vemos preparando tus discursos, por decir así, tus enseñanzas, buscando ejemplos, pensando en voz alta. Y es muy bonito verte así, es como nosotros cuando tenemos que decir algo…
«¿A qué semejante el reino de Dios, ¿a qué lo compararé? Y respondes Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto. Creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas».
Bueno, sí, creo que a todos nos sorprende que, pensando en una comparación adecuada, te hayas decidido por un grano de mostaza, un grano chiquito.
Yo, la verdad, creo que no he visto en mi vida un grano de mostaza, pero por lo que aquí parece, resulta que es chiquito en comparación al árbol o a la planta que sale de ahí.
«Y de nuevo dijo Jesús: —¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina hasta que todo fermentó».
Pues lo mismo, Tú escoges, Señor, una imagen verdaderamente humilde. Vamos a decirlo así, porque es algo chiquito; y no sé si a nosotros se nos ocurriría una comparación tan desproporcionada, ¿no?
UNA REALIDAD PEQUEÑITA
Entonces, cabe que nosotros procuremos ver el sentido de esto. Y es tradicional en la Iglesia y en la interpretación de este pasaje del Evangelio, cómo una realidad pequeñita que crece y crece de una manera asombrosa. Y eso se puede utilizar para comprender la fuerza de tu poder, Señor.
Y a mí me parecía que podría, para abundar en el ejemplo de lo pequeño que se vuelve grande, en citar unas palabras de Víctor Hugo que leía hace poco, que dicen lo siguiente:
“Nada hay más poderoso que una idea a la que ha llegado su momento”.
Me parecía eso, que nosotros también podríamos intentar meternos en esa comparación, y darnos cuenta de que efectivamente Tú, Señor, cómo que nos quieres hacer ver que hay algo grande que se esconde en lo chiquito.
Somos personas que nos movemos entre cosas chicas, entre realidades, sucesos normales, y que si no tuviéramos esta referencia Tuya, podríamos de alguna manera mirar como algo que nos sobrepasa el Cielo.
Y gracias a esta comparación Tuya, Señor, podemos ver que está al alcance de nuestras manos y que en realidad.
Así como enseñaba san Josemaría, hay algo santo, hay algo Divino que se esconde en las cosas pequeñas de cada día.
En ese sonreír, en ese dar las gracias, en ese mirar de una manera positiva a las personas y a sus acciones, en tener una reacción serena…
PONER AMOR EN TODO
Todo esto tiene un valor. Y resulta que el que se proponga dirigirse hacia el Cielo, pues no ha de pensar en grandes aventuras, a veces difíciles, o muy retadoras.
Tú, Señor, lo que nos estás proponiendo es que nosotros pongamos amor en las cosas que tienen las dimensiones de un granito de mostaza o del polvo de la levadura.
Entonces ésto nos hace asequible el poderte seguir, el poder irnos pareciendo a Ti. Porque se trata de que yo ponga cuidado, esmero y sobre todo cariño en las cosas chiquitas.
Por ejemplo, el orden de mi habitación, el orden de mi pantalla del celular o del escritorio de mi computadora. Y por ahí, pues también el orden de los cajones de mi clóset, del gabinete del baño, etc…
Y no solo es el orden, es el cariño, la atención que ponemos al poner cada cosa en su sitio, como Tú lo harías, Señor. Así como Tú lo hiciste cuando estuviste aquí en la Tierra.
No te imaginamos en una ruma de cosas caóticas, sino te imaginamos en un contexto limpio, ordenado, amable, agradable. Pero eso es porque ponías cada cosa con amor y en su lugar.
Es eso y podemos vivirlo hacia afuera, como digo, en nuestras cosas, en nuestros aparatos electrónicos, pero también en nuestras prioridades, en nuestras ideas.
Vivirlos en nuestro orden interior y en las cosas chicas que también todos tenemos y sentimos en nuestro interior que estén en su sitio y que tu amor los alcance, Señor.
UN DETALLE CHIQUITO
Me parece que en el fondo, lo que nos vienes a enseñar con este pasaje del Evangelio, es que si nosotros nos lo proponemos, podemos acumular verdaderos tesoros.
Lograrlos a punta de ir sumando cosas chiquitas, hechas con amor y por amor, si es posible, hacerlas Contigo, Señor.
Y de verdad es muy bonito el caer en la cuenta que esas pequeñeces te interesan y las quieres protagonizar con cada uno de nosotros. De verdad, esto es súper bonito.
Vamos a volver a esta cita que leí:
“Nadie más poderoso que una idea, una idea a la que ha llegado su momento”.
Pues esta idea puede tener ahorita su momento y podemos, cada uno de nosotros, ser protagonistas de una aventura. En la que tú y yo, Jesús, podamos ir aportando muchas cosas buenas que influyan de verdad a nuestro alrededor.
Partiendo de cosas chiquitas hechas con cariño, pues vamos a ir por ahí; y seguro que así imitamos también a la Virgen Santísima.