Hoy Jesús nos explica un tema que es muy humano y muy sobrenatural: “la cizaña”. Todos entendemos qué es “sembrar cizaña” o “meter cizaña”.
Y que sepas que estas expresiones se las debemos a Jesús, por la parábola de la cizaña que nos explica hoy en el Evangelio (la verdad es que hay muchas expresiones o conceptos de origen cristiano en nuestro idioma).
Ahora, aunque lo expresemos en cristiano el problema es humano. Porque todo lo cristiano es humano…
Fíjate que los griegos no hablaban de cizaña, porque todavía no conocían la doctrina de Cristo, pero buscaban explicar las cosas a su manera.
Contaban que la diosa Éride o Eris no fue invitada a las bodas del héroe griego Peleo. Ella, despechada, acudió al banquete (de todos modos) con una manzana de oro que tenía grabada la siguiente frase: «Para la más bella».
Y la arrojó sobre la mesa principal. ¡Ya te imaginarás! Comenzó la disputa entre las presentes.
LA GUERRA DE TROYA
Y como no había consenso sobre quién era la más bella, el padre de todos los dioses, Zeus, decidió encomendar esta difícil elección a un joven mortal llamado Paris, que era hijo del rey de Troya.
La cosa tiene más enredos y un desenlace fatal, porque todo termina con la famosa guerra de Troya.
¡Vaya si esto no es sembrar cizaña! Y, por supuesto, todo termina mal. Esa es la famosa manzana de la discordia.
¡Qué capacidad de enredarnos, complicarnos, sembrar la semilla de la enemistad o de la sospecha entre unos y otros! ¡Cizañudos! Y nacen las rencillas, los enojos, etc.
Los dioses griegos son un reflejo de las miserias humanas. De dioses tienen poco… Pero los mitos ayudan a explicar y a comprender lo complejos que somos los seres humanos…
Y ahí tenemos la discordia sembrada por el enemigo.
Pero, te decía que esto de la cizaña es humano y es sobrenatural.
Porque Jesús explica la parábola diciendo:
“El enemigo que la sembró es el diablo.”
(Mt 13, 39)
Es cierto que los hombres, tantas veces, nos jugamos la vuelta entre nosotros, nos metemos zancadilla, nos hacemos daño. Es una pena, pero es así.
Ahora, también el demonio hace de las suyas y siembra cizaña: siembra confusión, discordia, sospecha.
Y ya ni siquiera respecto a otras personas, sino respecto al mismo Dios. No deja de ser la misma cantinela desde Adán y Eva cuando, hablando del fruto prohibido les dice:
“Ustedes no morirán en modo alguno; es que Dios sabe que el día que coman de él se les abrirán los ojos y serán como Dios.”
(Gn 3,4-5)
Ahí comienza la desconfianza.
Y NACE EL PECADO
Triste, porque le seguimos el juego y nos acabamos enredando y el resultado es fatal: peor que cualquier guerra de Troya…
Y las razones que nos sugiere la tentación parecen razonables, parecen sensatas… Ese es el problema: que la cizaña parece trigo. ¡Pero no lo es!
Y uno piensa: “esto no puede ser tan malo”, o “en este caso no pasa nada”, o “es que yo soy distinto”, o “es que no puede ser que Dios no quiera que yo sea feliz haciendo tal cosa” …
O mil y una razonadas sin razón que se nos ocurren y que siembran una sospecha respecto a lo que Dios nos pide o nos dice. Y de ahí nace el pecado. El pecado original y todos los pecados.
Es entonces que, en medio del trigo del paraíso, empieza a crecer la cizaña. Y en medio del trigo de nuestra vida, de esa buena siembra que ha hecho nuestro Padre Dios, el enemigo siembra la cizaña.
La cizaña es tan parecida al trigo que se confunde con el trigo; pero su grano y la harina que éste produce son tóxicos y hacen daño a cualquiera que los coma.
Uno piensa que pecando hace el bien. Mejor dicho: elegimos el pecado por su apariencia de bien.
Si me enojo y exploto es porque hay algo injusto y pienso que hago justicia reaccionando de esa manera.
O si me embarro en la impureza es porque necesito amor; pero la cizaña de la impureza no me sacia, al contrario, me intoxica. Y así cualquier pecado…
DIFÍCIL DE EXTIRPAR
Es la escena de nuestras vidas:
“En medio de ese trigo maravilloso que el divino sembrador ha esparcido en el campo de nuestra vida aparecen inesperadamente unas plantas feas y amenazadoras.
De repente, en este hermoso trigal, aparece la cizaña, planta de tallo ramoso, hojas estrechas y espigas anchas y planas cuyos granos contienen un principio tóxico.
Un parásito que crece espontáneamente en los sembrados y que es muy difícil de extirpar. (…)
Es muy desagradable al hacer nuestro examen de conciencia a diario, encontrar en medio de los regalos de Dios la cizaña de nuestro pecado está ahí.
Revisa en esta oración los que sueles cometer más a menudo y comprenderás enseguida que esos pecados son como la cizaña.
Tienen muchas ramas, porque aparecen por aquí y por allá. Tienen hojas estrechas, como los cuchillos que se meten en tu alma y te hacen sufrir.
Tienen espigas planas, que no se mecen con el viento del Espíritu Santo, sino que te dejan aplanado, a ras de tierra, en el barro.
Tienen granos tóxicos, que envenenan tu alma, la cansan, la ensucian y la oscurecen.
Es desagradable encontrarse con esta cizaña, pero al menos no es sorprendente, ya que normalmente sabemos por dónde nos viene, en qué momentos y cómo nos afecta”
(Julio 2021, con Él, Antonio de la Torre Munilla).
Sabemos que es el enemigo el que la siembra. Pero, ya que la sabes reconocer y sabes su origen: apóyate en la gracia de Dios, no te sueltes de su mano (confía en Él) y pon los medios necesarios para que ya no se siembre más cizaña.
HUMANO Y SOBRENATURAL
Como te decía: es un tema muy humano y muy sobrenatural. En lo humano: procura ser amable y comprensivo, no te enredes en discordias, en banderías, en críticas o divisiones.
En lo sobrenatural: confía en Dios que solo quiere tu bien y tu felicidad y no te dejes engañar por la astucia del enemigo que solo quiere confundirte, prometiéndote supuestos bienes que solo intoxican.
San John Henry Newman nos advierte de que no relajemos nunca la vigilancia ante el diablo, el decía:
“Preguntémonos: ¿cuántas veces pienso en que el diablo existe y que me tienta?
Él no deja de actuar porque no le tengamos en cuenta y, desde luego, si Dios nos dio a conocer su existencia y su poder, es para que no lo ignoremos y podamos guardarnos de él.
Nuestra paz estriba en no ocultarnos la verdad y en tener presente algo más: aunque Satanás está contra nosotros, Dios está con nosotros; que Quien está junto a nosotros es más grande que quien está en el mundo, y que Dios nos facilitará en toda tentación el camino para escapar, para superarla” (Esperando a Cristo).
Ahí lo tenemos: “La Cizaña”, que siembra confusión pero que se puede vencer, que se puede evitar, o al final, se puede quitar.
No queremos comportarnos con ligereza, deseamos estar vigilantes. Soñamos con una cosecha abundante que poder ofrecer a nuestro Señor.
Acudimos a nuestra Madre, que conoció la tentación, pero cuyo corazón no conoció el más mínimo brote de cizaña.
Madre nuestra ayúdanos a acoger la buena semilla que tu Hijo ha sembrado en nuestros corazones, de manera que podamos decirle: “buena semilla sembraste, aquí vengo a entregarte el buen trigo de mi vida”.
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