Estamos ya cada vez más cerca de la fiesta de Pentecostés, para la cual nos estamos preparando.
Algunos estamos viviendo ese decenario al Espíritu Santo, intentando acudir más al Espíritu Santo para preparar esta fiesta del domingo.
También, la liturgia de la Iglesia nos ayuda de alguna forma. ¿Cómo? Pues nos va proponiendo algunos evangelios, como el de hoy, que nos ayudan en este cometido.
Hoy día nos habla san Juan en el capítulo 17, de parte de “El discurso del Señor en la Última Cena”.
Comienza con esta parte, que a mí siempre me llama la atención, de Jesús en su orar; dice:
“Jesús levantó los ojos al Cielo y oró diciendo…”.
(Jn 17,1)
¿DÓNDE TENEMOS LOS OJOS?
Jesús que levanta los ojos al Cielo, como refiriéndose al Padre, y a mí me gusta mucho esto, porque nuestros ojos nos indican muchas veces dónde tenemos la atención.
Si tienes los ojos puestos en el celular, es difícil que tengas la atención puesta en el Señor.
Si tus ojos están puestos en el Sagrario (en el caso de que vivas en un sitio o que puedas acudir a un oratorio o a una iglesia) es como mucho más lógico, que si estás en esos ambientes donde se encuentra el Señor.
CENTRAR NUESTRA ATENCIÓN
Tus ojos estén fijos ahí donde está Él, físicamente en el Sagrario y si no, cuando empiezas a hacer oración en tu habitación o en cualquier otro sitio, una imagen de la Virgen o un crucifijo… Todas estas cosas nos ayudan para centrar nuestra atención.
“Jesús levantó los ojos al Cielo y empezó a orar”
y, Señor, aquí nos queremos detener un momento, porque también queremos levantar ahora nuestro corazón al Cielo.
HACER UN RATO DE ORACIÓN
Como sabes, no es una bonita charla lo que intentamos hacer en este instante, sino un rato de oración, y una oración implica que tú mismo le digas cosas al Señor. Por eso, díselo: “Señor, quisiera aprender a orar como lo hizo Jesucristo.
Dios Padre, Tú que nos escuchas, queremos hacer lo mismo que hacía Tu Hijo Jesucristo cuando estaba aquí, y que los apóstoles dejaron por escrito, para que nosotros los cristianos nos enteremos y nosotros los cristianos lo vivamos”.
Fíjate como es la oración de Cristo, dice:
“Jesús levantó los ojos al Cielo y oró diciendo: Padre Santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a Tu Palabra, creerán en Mí”.
(Jn 17, 20)
JESÚS PIDE POR TI Y POR MÍ
Qué bonito, aquí Jesús estaba pidiendo directamente por ti y por mí, que no lo hemos visto, pero hemos creído y ¡ruega por nosotros! Ya vamos a ver que esa oración no es una oración indiferente, sino que ruega para que vivamos en unidad.
“Padre, quiero que los que Tú me diste, estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo. Padre Justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí y ellos reconocieron que Tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre y se los seguiré dando a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y Yo también esté con ellos”.
(Jn 17, 24-26)
“Gracias Señor Jesús, porque sabemos que estás con nosotros en este rato de oración, sabemos que estás con nosotros y te pedimos que nos ayudes a tener esta convicción en todas las cosas que hacemos, porque así daremos ejemplo de lo que somos, de que somos cristianos y de que tenemos que ser coherentes”.
LA INCOHERENCIA
Cuentan cómo un ciudadano estaba conduciendo y llegó a un semáforo que justo se pone en amarillo, para y la persona que venía atrás era una señora que cuando vio que no seguía adelante, empezó a tocar la bocina y a gritar improperios; a decir de todo porque, claro, estaba llegando tarde seguramente, al sitio a donde iba.
Y la mujer que estaba en ese carro, detrás de él, estaba furiosa y, para colmo, se le cayó el celular, se le regó el maquillaje… todo un desastre.
En medio de esa pataleta, oyó que alguien le tocaba el cristal de al lado y se dio cuenta que ahí estaba al lado, junto a ella, un policía mirándola muy seriamente.
El oficial le ordenó salir del coche con las manos arriba y se la llevó a comisaría, donde la revisaron de arriba abajo.
ACTUAR COMO CRISTIANOS
Le tomaron fotos, las huellas dactilares y le pusieron en una celda. Después de un par de horas, un policía se le acercó, le abrió la puerta y la señora fue escoltada hasta el mostrador donde estaba el agente que le había detenido.
Tenía el agente, los efectos personales. Le empezó a devolver y le dijo: Señora, lamento mucho este error, pero quiero que me comprenda.
Yo le mandé a bajar del carro mientras usted estaba tocando la bocina fuertemente, queriendo pasarle por encima al automóvil que tenía enfrente, maldiciendo, gritando improperios, diciendo palabras soeces.
SER COHERENTES
Porque mientras usted decía eso, me fijé que en su retrovisor colgaba un rosario; que su carro tiene un sticker que dice: “¿Qué haría Jesús en mi lugar?”
Que en la parte de atrás tiene otro sticker que dice: “Yo escojo la vida”
Y que tiene otra cosa abajo que dice: “Sígueme el domingo a la Iglesia” y, finalmente, el emblema cristiano del pez.
Claro, como es de esperarse, me supuse que el carro era robado. ¿Cómo una cristiana iba a actuar de esa forma?
Esta simpática historia muestra la importancia de ser coherentes entre lo que creemos y lo que hacemos.
Para ser cristiano, no basta ir a la iglesia los domingos o leer la Biblia de vez en cuando, porque el cristianismo es un estilo de vida: el estilo de vida de Jesús.
Así que la próxima vez que vayas en auto, recuérdate de esto, pero también; que nosotros estamos llamados a ser uno, como el Señor es uno.
Esto, que puede ser algo súper sencillo, realmente es algo que manifiesta cómo nos comportamos, cómo somos, cómo la gente nos ve desde fuera.
PONER NUESTRO CORAZÓN EN EL SEÑOR
Una persona que hace oración, que intenta escuchar la voluntad de Dios, que pone los ojos en el Señor, que eleva su corazón constantemente, es lógico que también en su actitud.
Corresponda a que luche por ser mejor persona; a que domine su carácter; a que sea más delicado con los demás; a que sepa pedir perdón cuando se equivoca; a que, en definitiva, se esfuerce por representar a Cristo ahí donde va.
Cierto es, no todos somos la Madre Teresa de Calcuta y, a veces, se nos hace difícil mantener la compostura o, efectivamente, a veces vamos tarde, con prisas, nuestro carácter puede cambiar.
SER UNO CON EL PADRE
Pero si queremos ser como dice Cristo, como le pide Jesús a Su Padre, -que seamos todos uno, para que donde Él esté se note su amor- se tiene que ver en nuestra vida también, que se note el amor o por lo menos, tu esfuerzo por practicar ese amor.
Que no puede ser que: “hay ya, es que soy yo así, es que tengo un carácter fuerte, es que, es que, es que…”
No podemos pasarnos sólo en excusas, para justificar unos comportamientos que son muchas veces anticristianos. Vamos a intentar volver a poner nuestro corazón en el Señor, hacer lo que Él nos pide que hagamos, que es ser uno con el Padre.
DONDE ESTÁ JESÚS SIEMPRE HAY PAZ
Jesucristo muchas veces en su vida, habrá tenido que enfrentar también cosas de este estilo y vemos que actúa con fuerza.
Por ejemplo, cuando está en el Templo y tiene que expulsar a los mercaderes; o cuando tiene que decirles cosas a los fariseos para corregirles.
Por supuesto que dice cosas fuertes, pero donde está, siempre hay paz, siempre hay amor y cuando corrige, lo hace en el momento apropiado.
¿Por qué puede hacer eso Jesucristo? Porque es Dios, pero también porque tiene esa conversación constante con el Padre.
PONER LOS OJOS EN DIOS
Que tú y yo hagamos todos los días este rato de oración, tiene que llevarnos a que también seamos coherentes con nuestra vida. Que sepas poner los ojos en Dios. Jesús levanta los ojos al Cielo, y pide por ti y por mí.
Seguramente, Dios le hace caso, y hoy nos va a ayudar a que el Espíritu Santo nos vaya cambiando, para ser más parecidos a su Hijo Jesucristo.
Le pedimos al Espíritu Santo esto y se lo pedimos a través de la esposa del Espíritu Santo: la Virgen María. “Señor, queremos ser más coherentes, queremos vivir nuestra vida de una forma que haga atractivo a los demás seguirte también”.