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CÓMO MEDITABA JESÚS

La fuerza del amor

MEDITA COMO JESUCRISTO

En estos días de Navidad ví un videíto en el que se contaba una anécdota que sucedió en la India hace algunos años. Un discípulo se acercó al gran gurú Maharaj Ji y le pidió que le enseñara a meditar;  que le diera algún modo, algún tip para meditar. Y tras pensar un rato dijo: “Medita como Jesucristo”.

Él se fue con sus amigos y preguntaron ¿qué te dijo el  gran Maharaj Ji? Me dijo que meditara como Jesucristo. ¡Ah, caray! ¿Cómo meditaba Jesucristo? Pues no sé. Así que alguno de ellos tuvo que volver con el gran gurú a preguntarle ¿Gran gurú, cómo meditaba Jesús?

Y tras un silencio, como que el tiempo se detuvo y el gurú, tras dejar salir una lágrima de sus ojos, dijo: Jesús se perdía en el amor.

Me gustó la anécdota, Jesús se perdía en el amor, suena bien. Y si vamos al Evangelio para ver la vida de Jesús, para ver Tu vida Señor, vemos que efectivamente Tú te dejas perder en el amor.  Tanto, tanto, tanto, que perdiste la vida por amor y nos lo dices:

“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

JESÚS SE PERDÍA EN EL AMOR

Y Tú te dejaste crucificar por amor por amor a tu Padre que te envió al mundo a morir por nosotros, por amor a nosotros, para darnos vida sobrenatural. Todo eso tiene una coherencia y una lógica de acuerdo a los valores que Tú has venido a mostrarlos.

Tú le dices a tus apóstoles que vas a morir en la cruz. Y tras la incomodidad de san Pedro que te quiere disuadir les explicas:

“Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda, la encontrará” (Mt 16, 25).

¿Qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? ¿Qué podrá dar para recobrarla? Hay que entregar la vida. Hay que perder la vida por amor. Perdernos en el amor, como Tú señor que te pierdes en el amor. ¿Cómo meditaba Jesús? Jesús se perdía en el amor.

Jesús, Tú Señor, eres oración, toda tu vida es oración, toda tu vida es amar, hacer la voluntad de tu Padre por amor a Él. Tú eres la palabra del Padre. Tú eres, podemos decir, completamente oración, eres la Palabra de Dios, la Palabra que el Padre nos da y Tú mismo eres el que nos conduce a Él. Nos enseñas: “Nadie va al Padre si no es por mí” (Jn 14, 6).

Lo dices también en el Evangelio y nos enseñas a orar. ¿Y cómo nos enseña a orar? Con el Padre Nuestro: “Cuando recen digan Padre Nuestro” (Lc 11, 2 ).

Ustedes son hijos de Dios. Somos hijos porque creemos en ti, porque nos unimos a ti, somos hijos en el Hijo. Tus primeras palabras en el Evangelio y en tus últimas palabras son oración, son palabras dirigidas a tu Padre.

UNA MISIÓN, UNA VOCACIÓN, UNA LLAMADA

Podemos recordar aquellas primeras palabras que Tú diriges, que están recogidas en el Evangelio, cuando te pierdes en el templo (no estabas perdido te quedaste en el templo) Y tus padres, la Virgen y san José, volvieron y al no encontrarte en la caravana tuvieron que regresar a Jerusalén a buscarte y Tú estabas en medio de los doctores. Hablando con ellos, preguntándoles, respondiéndoles.

Y ellos te  preguntan:

“¿Por qué nos has hecho esto? Te estábamos buscando angustiados. Jesús les respondió: ¿No sabían que tenía que ocuparme de las cosas de mi Padre?” (Lc 2,48-49).

Les respondes. Estás ya actuando conforme a ese plan. Tú  vienes aquí a la tierra no a hacer tu voluntad, no a hacer tu proyecto personal sino a cumplir una misión. Tu vida tiene ese sentido de misión.

Todos los bautizados también tenemos esa misión. Una misión, una vocación, una llamada a hacer algo en este mundo. Jesús se perdía en el amor. Tus últimas palabras en la cruz es encomendarle tu alma, tu espíritu. a tu Padre: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46 ).

LLENO DEL AMOR DE DIOS

¿Y cómo es que viviste así? Señor, viviste así con esa presencia de tu Padre movido por el Espíritu Santo. Tú estás lleno de del amor de Dios, del Espíritu Santo.

Leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica, tras explicar que Cristo significa ungido; cita unas palabras de san Ireneo:

“En el nombre de Cristo está sobreentendido el que ha ungido, el que ha sido ungido y la unción misma con la que ha sido ungido. Y el que ha ungido es el Padre, el que ha sido ungido es el Hijo y lo ha sido en el Espíritu que es la unción”.

Entonces Señor, estás lleno del Espíritu Santo, te mueves movido por el Espíritu Santo. Vemos también el Evangelio, en varios pasajes, cómo es el Espíritu el que te guía. Pero también nosotros estamos, podemos estar inmersos, podemos sumergirnos en el amor porque el Espíritu Santo se nos ha dado. Tú nos has conseguido al Espíritu Santo en la cruz.

Dice el Evangelio que cuando cuando inclinaste la cabeza entregaste el espíritu, al morir en la cruz y entregaste el espíritu. Y leemos en otro punto del catecismo:

“Para entrar en contacto con Cristo es necesario, primeramente, haber sido atraídos por el Espíritu Santo. Él es quién nos precede y despierta en nosotros la fe. Mediante el bautismo, primer sacramento de la fe, la vida que tiene su fuente en el Padre, se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia”.

DEJARNOS TRANSFORMAR POR EL ESPÍRITU SANTO

Y viene otra cita de san Ireneo:

“El bautismo nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Verbo es decir al Hijo. Pero el Hijo los presenta al Padre y el Padre les da la incorruptibilidad.

Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios y sin el Hijo nadie puede acercarse al Padre. Porque el conocimiento del Padre es el Hijo y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo”.

Que buen modo de comenzar este año tratando al Espíritu Santo. Imitando a Jesús que se deja guiar por Él, que lo escucha, que se deja transformar por Él. Tú Jesús, te perdías en el amor.

Me acordaba de un punto de Forja en el cual san Josemaría habla de Jesús y él dice que es un loco perdido por el amor:

“El más grande loco que ha habido y habrá es Él. ¿Cabe mayor locura que entregarse como él se entrega, y a quienes se entrega? 

Porque locura hubiera sido quedarse hecho un Niño indefenso; 

(Pensamos ahora en la Navidad al ver al niño) pero, entonces, aun muchos malvados se enternecerían, sin atreverse a maltratarle. Le pareció poco: quiso anonadarse más y darse más. Y se hizo comida, se hizo Pan.

¡Divino loco! ¿Cómo te tratan los hombres?… 

Yo mismo?”

(Forja, 824).

Pues yo quiero Señor, imitarte. Quiero, como Tú, servir a los demás, darme a los demás, imitarte. Dejar que el Espíritu Santo me llene como también lleno a la Virgen. Pensamos en Ella cómo, por obra del Espíritu Santo, concibió a Jesús, cómo es la llena de gracia.

Padre nuestro, ayudarnos a sabernos perder también el amor de Dios, en el Espíritu Santo. Imitando a Jesús siendo muy dóciles a lo que el Espíritu Santo nos suscita en el alma, las cosas buenas que nos sugiere que hagamos.

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