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CON LA TENSIÓN NECESARIA

Tensión necesaria

Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando vean a Jerusalén cercada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Y los que estén en Judea, que se refugian en las montañas, los que estén dentro de la ciudad que se alejen y los que estén en los campos que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse”.

Comienza así el Evangelio que la Iglesia nos propone el día de hoy, en este jueves de la 34ª semana del tiempo ordinario. Estamos después de la fiesta de Cristo Rey, estamos terminando justo antes del adviento, y estas lecturas se vuelven cada vez más apocalípticas. 

El Señor hace esa profecía de la destrucción de Jerusalén que se hará real el año 70. Sabemos que los romanos destruirán ese segundo templo levantado por Herodes el grande, que reemplazaba el templo que habían hecho después de la deportación a Babilonia. Le había mejorado y de hecho, le había dejado como un esplendor que no habían conocido los tiempos anteriores. 

¿QUÉ ES LO QUE TENEMOS QUE HACER?

Sin embargo, el Señor les dice que ese templo, esa obra grande de la ingeniería humana y de la arquitectura y del arte, sería destruido. Lo que tenían más en el corazón. Y que no solamente sería destruido eso, sino que toda la ciudad. Por eso, les advierte que deberán huir cuando se den cuenta que está llegando ese momento. 

También ahora vemos muchas cosas que están sucediendo a lo largo del mundo. Guerras, guerra en Tierra Santa, sequías, desastres naturales y también una sequía espiritual bastante grande, que se verifica en la falta de vocaciones, en la falta de perseverancia. Son cosas duras. 

¿Y qué es lo que tenemos que hacer? Bueno, tenemos que darnos cuenta que vienen tiempos duros y actuar como dice el Señor. Hay que refugiarse, hay que plantar la cara, y ver que cómo vamos a hacer en nuestra vida para no perder la fe o para hacer que otros no la pierdan. 

RECHAZAR LO QUE NOS APARTA DEL CAMINO

Cuentan de un tren de línea que atravesaba periódicamente el desierto y los pasajeros se quejaban porque cuando se subían a ese tren llegaban al otro punto repletos de polvo. Y la compañía que manejaba, contrató a unos ingenieros para resolver esa dificultad. Al principio se concentraron en sellar los compartimentos con más eficacia. Poniendo dobles puertas, ventanas. Pero el polvo igualmente se metía y la compañía iba perdiendo clientes de modo sistemático. 

Finalmente se logró una solución, aumentando la presión interna de aire en los vagones. Pues bien, en nuestra vida ha cristalizado la madurez que nunca se consigue sin humildad. Y los ideales mantienen nuestras mentes como bien presurizadas, o sea, que cuando tienen esa presión necesaria, si nos esforzamos por rechazar contundentemente todo aquello que nos aparta del verdadero camino. 

Porque es importante tener presente que esa falta de fe nos puede venir siempre con esas tentaciones de bajar la intensidad de dedicarnos a disfrutar el mundo. Como antecedente, cuando se va a presentar ese vacío existencial, a veces vienen también esos problemas que nos remueven. Cuando en la familia o en el cónyuge, o incluso problemas nacionales o internacionales, nos traen penas o nos traen ese sentimiento de que las cosas no van bien. 

ALMA PASTEURIZADA

Tenemos que tener claro que no hay que dejar entrar ese sentido de desesperanza. Al contrario, hay que tener esperanza completa en Dios y la vida nos enseña que cuando dejamos que en nuestra alma entra el desamor o cuando no estamos completamente con la cabeza en el Señor, se van generando en nuestra interioridad como esos espacios libres que tienden a ser rellenados por aventurillas desleales. 

El amor fiel, tenemos claridad de que genera una solidez afectiva. Tenemos el corazón lleno de lo que tiene que tenerse y no estamos encontrando en otras cosas, como esas tentaciones para escapar de nuestra propia realidad. Hay que tener el alma presurizada, digamos, con una buena tensión interna. Como esos vagones del tren que, mientras no tenían esa presión interna, entraba todo el polvo. Pero una vez que ya lo tienen, entonces el polvo no pasa. 

San Efrén, hace muchísimos años utilizaba una expresión semejante “a olla que hierve, ninguna mosca se atreve” Si es que tenemos realmente el corazón lleno de Dios, es difícil que se meta esas ganas de pecado. De pasarla bien, de distraernos, pero con cosas que a veces nos alejan del Señor. 

AQUÍ ESTOY YO

Soy ingeniero en sistemas, y hace muchísimos años recuerdo que me pidieron ir a arreglar una computadora en una oficina donde trabajaba una persona que había dejado todo. Había dejado su casa, había dejado a su familia y se había mandado a cambiar. Fue un tema bastante doloroso. 

Pero me fui a recoger esa computadora y cuando abrí la computadora me di cuenta que la primera imagen que tenía era una mujer de un busto pronunciado. No estaba desnuda, pero con un escote. Me llamó la atención en esa computadora lo primero, y luego el computador estaba lleno de imágenes de desnudos. 

Esa persona trabajaba ahí de forma completamente anónima, nadie iba nunca a ver qué hacía y se ha ido cargando poco a poco de esa tontería. Que diferencia, después de varios años, que vi el computador de un sacerdote la primera imagen que cuando se encendía la computadora era la Virgen dolorosa. Y era como si encendía para decirle, “aquí estoy yo”. 

Y es que eso, es lo que tenemos que intentar poner siempre a Dios al inicio de todo. Porque tenemos que tener ese corazón completamente lleno de Él. Nosotros los cristianos, no podemos vivir como si nuestro amor no fuese verdadero. Es decir, egoístas, desamorados, que no tienen ninguna causa por la cual dar la vida. 

TENSIÓN INTERIOR

Nuestro Maestro nos ha enseñado que debemos dar la vida todos los días “el que quiera seguirme, que coja su cruz y me siga”. Y dirá “No hay amor más grande que el que da su vida por sus amigos” Y damos la vida no solamente en actos gigantescos y completamente. No de martirio sino que son a veces cosas pequeñas que es esforzarnos por hacer la vida agradable a los demás. 

Es subir esa tensión interior para seguir sonriendo, cuando tal vez lo que queremos es gritar. Tal vez tener esa conciencia de que es buscar los ojos de la persona que te está hablando mal o ceder ante un detalle pequeño o un detalle mediano que sabes que te gustaría que sea de otra forma. Es una manifestación concreta del amor de Dios, porque mira, el amor de Dios es inseparable al amor del prójimo. 

“Puedo amar a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco a partir del encuentro íntimo con Dios. Un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento” decía el Papa Benedicto XIV. Por lo tanto, que busquemos nuestra forma de ir creciendo en esa tensión interior. 

BIEN AFINADOS

No de esa tensión mala que sube a la cabeza y que da dolores de cabeza o del que come con mucha sal digamos, no, no, de esa tensión de amor. Ese estar como la cuerda de una guitarra que tiene una tensión para sonar bien. El músico la tiene que afinar cuando está mal afinada. Es bueno tener algo de tensión. 

Porque si no tenemos algo de tensión, no sonamos bien, no estamos coordinados. Y entran las moscas porque no está prendida la olla, o entra el polvo porque la tensión del vagón no es suficiente. Es importante que tengamos ese mínimo de tensión. 

Vamos a pedirle a la Virgen María que nos decidamos a hacer esto. 

Este 28 de noviembre festejamos el Aniversario de la erección de la Obra del Opus Dei en Prelatura Personal y es un motivo de acción de gracias. Ahora también que se están haciendo los estatutos, aprovechamos para encomendar. 

Ponemos estas intenciones en manos de nuestra Madre, la Virgen.

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