UNA MOTA EN EL OJO
Hoy día, otra de esas parábolas de Jesús en el Evangelio de la Misa, nos puede servir ahora para rezar. Otra de esas tantas, tantas historias, parábolas, enseñanzas, que Jesús inventó pedagógicamente, cariñosamente, para nosotros.
Lo cuenta San Lucas. Dice:
“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su Maestro; si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: – Hermano, déjame que te saque la mota del ojo, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano”
(Lc 6, 39-42).
Es una parábola, una imagen que usa el Señor, sencilla, pero tan verdadera.
Quizá a todos nosotros nos ha pasado alguna vez que se nos mete algo en el ojo y uno se pone a parpadear y quizás como a lagrimear. Y uno está como centrado en eso, digamos, en desbloquear el ojo porque es muy molesto y porque el ojo es un órgano muy delicado y uno lo valora mucho, y porque molesta, porque pica. Bueno, uno realmente cuando tiene un obstáculo, cuando tiene algún problema en el ojo, uno realmente le dedica mucha atención a eso.
LIMPIAR PRIMERO MI OJO PARA AYUDAR A LOS DEMÁS A VER
El Señor usa esta imagen, el tener una viga dentro. Oye, si tienes un problema en el ojo, digo, aparte de que uno está concentrado en arreglarse el problema en el ojo, aparte de eso, es que es que no tiene mucho sentido. No veo bien como para poder ayudar en un detallito que tiene otra persona en su propio ojo (en el ojo de esa otra persona).
Claro, tiene toda la razón el Señor. Primero tengo que corregirme, que mejorarme yo, poder ver bien yo, para entonces ayudar a los demás a ver. Y entonces, claro, el Señor empieza su parábola con esta pregunta, como suscitando admiración o asombro:
“¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?”.
Ahí no es que alguien que tiene un problema de visión ayude a otro que tiene un problema de visión, sino que es que ya los dos están directamente ciegos. Entonces un ciego guiando a otro ciego, uff, ¡mal les va a ir!
NO SEAMOS HIPÓCRITAS NI SOBERBIOS
Y el Señor nos invita, nos ayuda a pensar, a no ser, la palabra que Él pone entre exclamaciones: hipócrita. A que no seamos tontorrones, hipócritas, soberbios. Va todo tan junto. Cuando nos ponemos hipócritas o soberbios, o hipócritas porque somos soberbios, está tan unido a estar tontorrones, o somos tontorrones porque somos soberbios, o soberbios porque estamos tontorrones… En fin, esto va bastante mezclado.
Bueno, el Señor quiere, y nosotros ahora que estamos rezando: “Oye Jesús, ayúdame a no ser hipócrita, a no ser tontorrón, a de verdad, con tu ayuda, con tu gracia, con tu gracia a través de los sacramentos, de la confesión; Señor, ayúdame a aprovechar la confesión, a aprovechar la Santísima Eucaristía; Señor, ayúdame a aprovechar el examen de conciencia, el conocimiento propio; Señor, ayúdame a aprovechar la oración para tener luz en mis ojos, y para poder ayudar a mis hermanos, y para poder ayudar a tanta gente que tengo alrededor de mí que necesitan ver también, que quieren verte a Ti, que quieren ser capaces de ver a los demás”.
LA LUZ QUE NOS DA EL SEÑOR
Pero todo esto parte por aquí: “Señor, ayúdame a esto que nos señalas Tú hoy día”. Porque en verdad estábamos ciegos hasta que vino la luz del mundo, hasta que vino el Señor y el Señor nos ha dado luz. El Señor, como a tantos ciegos del Evangelio, nos ha devuelto la vista.
Le hemos pedido al Señor: “Señor, ayúdame a no ser tontorrón, a no ser hipócrita, a no ser soberbio. Señor, dale luz a mis ojos, porque eso es tan bueno, pero luego también porque quiero ayudar a otras personas. Señor, dame todo esto”.
Pero quizás también ahora, aprovechando que estamos rezando, le podemos decir: “Oye, Señor, gracias por tanta luz que ya me has dado, gracias por tanta luz que, con el trabajo de un montón de gente, llega a tantos lugares con estos 10 minutos con Jesús”.
Porque en verdad trabaja un montón de gente en esto, gente que se preocupa de que las grabaciones se transmitan a través de los países, de los kilómetros y kilómetros, y lleguen a un montón de gente.
“Señor, gracias por el trabajo de los administradores; gracias por el trabajo de los que coordinan; gracias por el trabajo de los que predican; Señor, gracias por el trabajo de los que reenvían. Señor, gracias por esta luz, porque es luz tuya y llega a nosotros”.
Bueno, es super bueno que pidamos al Señor, que agradezcamos al Señor.
¿QUÉ HACER CUANDO SE ESTÁ EN OSCURIDAD?
Y quizás en estos últimos dos o tres minutitos de oración que nos quedan, quizás algo que decía San Josemaría a propósito de la Epifanía, de cuando esos Reyes Magos -hombres sabios y hombres de mucho carácter, atravesar tantos kilómetros, enfrentar tantas aventuras, eran hombres de carácter, de arrojo, de audacia, y eran hombres muy sabios, pero se quedan oscuras, por decirlo así, se quedan sin la luz de la estrella.
Y en esa homilía, más bien en el comentario que hace y se puede leer en Es Cristo que pasa, en el comentario se dice esto:
“En el imprevisto ocultamiento de la estrella, y más aún en el sucesivo comportamiento de los Magos, encuentra el autor la ocasión para recordar la importancia de la prudencia en el camino interior del cristiano.
Cuando la estrella parece ocultarse; cuando el ideal de una vida regida por el sentido vocacional tiende, por cualesquiera razones, a debilitarse; cuando parece, en fin, que la fe no es firme, es el momento de conjugar firmeza con prudencia: el momento de recurrir a quien puede dar consejo, al buen pastor”.
[Y aquí viene un consejo, una idea de san Josemaría en esa homilía] “Permitidme un consejo: si alguna vez perdéis la claridad de la luz, recurrir siempre al buen pastor” (Es Cristo que pasa, Edición crítico-histórica).
Es un consejo de un santazo, de un padre espiritual, un consejo que él vivió -por eso está en el cielo. Lo ayudaron tanto. El padre Sánchez, por ejemplo, ese jesuita que lo ayudó un montón de años. Luego el Beato Álvaro del Portillo, también que le ayudó en la dirección espiritual de su alma tantos años, tantos decenios.
BUSCAR AL BUEN PASTOR
San Josemaría es santo, por la gracia de Dios, porque le puso todo el empeño del mundo y por la ayuda de esos directores espirituales, que era una manera en que Dios le ayudaba a Josemaría. A nosotros también.Y él nos da este consejo: Si alguna vez perdéis la claridad de la luz, recurrir siempre al buen pastor. Y el buen pastor ¿quien es? Eres Tú, Jesús, el Buen Pastor.
Pero también el Señor nos ha querido dejar a los doce (los apóstoles) y los obispos y sacerdotes que nos guían, y personas de buen criterio con la gracia de Dios que nos van ayudando.
El único mediador entre Dios y los hombres es Cristo Jesús, evidentemente. El Buen Pastor es el Señor. Él es la puerta por la que pasan las ovejas. ¿Verdad?
“Pero Tú, Señor, has sido tan bueno, que nos has puesto cerca de personas que, en tu Nombre, de parte tuya, con tu auxilio, nos guían, nos dan pistas y nos dan luz”.
Bueno, vamos a terminar quizá mirando la vida de la Virgen y de San José. Más santa que la Virgen, nadie, nadie. Santísima.
Y sin embargo, el que decía: -Bueno, ahora va pa´ Egipto. Oye de vuelta, ahora pa´ Tierra Santa. Oye, que en vez de aquí en Belén nos vamos a Nazaret. El que iba diciendo eso era José, porque a través de José quiso Dios manifestar su voluntad. A través de los sueños, se iba comunicando con San José y la Virgen tan dócil. Dócil al ángel, dócil a San José, dócil, cariñosa con Dios.