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ORACIÓN PREFERIDA DEL JESÚS «THE CHOSEN»

confesión

El año pasado cuando estuve en la JMJ en Lisboa, hubo un momento que no buscaba, pero que se dio, realmente por casualidad y fue chévere, fue muy bonito.

Era viernes, ese día era el Vía Crucis y tenía muy poco tiempo para ir a visitar la ciudad de la Alegría, que era uno los puntos neurálgicos de la JMJ y realmente no había tenido tiempo para para ir a visitarla y fui con un amigo sacerdote que me acompañó a confesar durante la misa que celebré esa mañana del viernes.

Nos dirigimos para la ciudad de la Alegría, estábamos realmente cansados, nos tocó caminar un trecho largo, era al mediodía, teníamos hambre y teníamos un sándwich y una lata de Coca Cola. Dijimos: «antes de conocer y de visitar cualquier cosa vámonos a almorzar, pero vámonos hacia el río, nos ponemos debajo de un árbol y así descansamos un poco».

Fuimos pasando todas las zonas de la ciudad de la Alegría sin detenernos a contemplar nada, ni visitar nada. Había una zona de confesionarios, una capilla del Santísimo, una serie que se llamaba «la feria de las vocaciones», unas carpas muy bien organizadas con diferentes instituciones, carismas, que promovían ahí su mensaje.

THE CHOSEN

Entonces de repente escucho hablar a alguien en inglés, (a través de parlantes lógicamente), me voy acercando a esa voz y resulta que era la voz de Jesús, Hablar con Jesús y yo dije: «ese que está hablando es Jesús de la serie The Chosen.

Reconocí su voz, la fuimos siguiendo y allí estaba sentado debajo de un árbol y mucha gente sentada alrededor escuchando su testimonio; eran más de 200 personas.

Entonces le dije a mi amigo sacerdote: quedémonos aquí, almorzamos aquí y vamos escuchando a Jonathan Roumie, (es como se llama el actor de Jesús).

En algún momento quise acercarme para hacerle un video y tuve la suerte de que preciso, en ese momento, hubo alguien que le preguntó: “Oiga Jonathan, usted ¿cómo reza? ¿Cuál es su oración preferida?

Y él, que es un actor y además lo hace bastante bien, en ese momento se levantó, miró a la persona que le preguntó y le dijo: “Oye perdona, ¿cuál es tu pregunta? (yo estoy convencido de que todo eso fue una actuación, porque él había entendido cuál era la pregunta).

Pero se levantó, lo miró, lo señaló y dijo: “¿Cuál es tu pregunta?” porque de alguna manera quería decir: esta pregunta es muy importante, es clave.

ORACIÓN PREFERIDA

La pregunta fue: ¿Cuál es su oración preferida? Cuando usted reza, cuando usted hace su oración, ¿cómo reza? Entonces el actor respondió (voy a decirlo literalmente, él lo dijo en inglés, yo lo traduje al castellano):

“Creo que una de las oraciones que me ayuda a encontrarme a mí mismo y a rezar como un pecador es:

“Señor Jesucristo, Salvador del mundo, Hijo de David, ten piedad de mí que soy un pecador”.

Esta oración me ayuda para saber quién soy, porqué por qué estoy en este planeta, cuál es mi misión en el mundo y a quién necesito acudir para salvarme de las tentaciones”.
Además, que cuando se sienta, se arregla un poco el pelo, se tira un poco para adelante, coge el micrófono, hace un silencio -es un profesional de la actuación, de la retórica y lo hizo muy bien, todos estábamos muy impactados con esa respuesta.

Yo quedé muy impactado Jesús, la verdad, porque yo me hice las mismas preguntas, ¿cuál sería mi oración favorita? ¿Cuál sería mi manera de rezar? Y tendría que pensarlo.

Pero él, después de detenerse un instante, sale esto, con una fuerza y espontaneidad que a mí me impactó.

El Evangelio de la misa de hoy:

“Jesús se apareció a sus discípulos y después de comer, porque tenían hambre, Jesús le dice a Simón: -Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Y Simón le contestó: -Sí Señor, Tú sabes que te quiero. -Apacienta mis corderos.

Por segunda vez le pregunta: -Simón, hijo de Juan ¿me amas? Y él le contesta: -sí Señor, Tú sabes que te quiero. -Pastorea mis ovejas.

Por tercera vez le pregunta: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

(Jn 21, 15-19).

San Pedro es un genio, porque la respuesta le hace mucha gracia a Jesús. Incluso, yo te imagino a Ti Señor sonriendo, con una sonrisa de: aquí me pillaste; o sea, aquí ya no tengo qué más decirte, ni cómo preguntar, no, ya no te puedo decir nada más.

TÚ LO SABES TODO, TÚ SABES QUE TE QUIERO

Porque a esa tercera pregunta de si lo quiere, san Pedro le dice:

“Señor Tú conoces todo, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero”.

Jesús, ahí ¿qué puedes decir Tú? Nada, porque la sonrisa de Jesús habrá sido un bálsamo, un alivio, ya no tuvo que preguntar más.

Señor, esto es lo que se dice siempre que me acerco a la confesión; cuando nos acercamos a la confesión nos entregamos para decirle a Jesús:

Jesús sabes que te quiero, a pesar de mis miserias, a pesar de mis pecados, a pesar de mis debilidades, Tú sabes que te quiero.” 

Esa es la fórmula que yo aprendí de chico y ahora es la que utilizo como sacerdote. Recibo al penitente, lo saludo:

«que el Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados».

Y el penitente dice:

«Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo».

EL AMOR ES LO MÁS IMPORTANTE

¿Qué es lo más importante en la confesión? Los pecados. ¡Por Dios! Si fueran los pecados, sería terrible. ¿Cómo van a ser más importante los pecados? ¿Cómo van a ser más importantes esas miserias, que el amor?

El amor siempre será lo más importante. Siempre que me acerco a confesarme Señor, lo más importante es el amor. Y por eso te lo digo: Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo. A eso vengo, a decirte que te quiero, que te amo.

Estamos a punto de celebrar la solemnidad de Pentecostés y en el sacramento de la penitencia también recibimos el Espíritu Santo.

Fíjate esto dice el sacerdote (que en ese momento no es el sacerdote, sino Jesús) cuando da la absolución:

“Dios Padre misericordioso que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el Ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz”.

Entonces da la absolución que es la fórmula y lo importante viene aquí:

“Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Son las palabras de Jesucristo, no es el sacerdote que perdona, por favor, es Jesucristo y derrama el Espíritu Santo.

La gracia que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

EN LA CONFESIÓN NOS ENCONTRAMOS CONTIGO

Señor, en el colegio que yo trabajo (un colegio de niñas), en el confesionario pasan todas las niñas a confesarse. Y a mí me gusta pensar que cuando las niñas entran ahí o un penitente (porque muchas veces entran mamás o papás), miran el crucifijo que está allí, algunos lo tocan incluso, quizá algunos lo besan.

Me gusta, me parece muy bonito, que allí esté el penitente, que además está en lugar privado, porque no va a encontrarse con don fulanito o con don menganito  o con don pepito, van a encontrarse Contigo.

Y por eso su conversación de ese momento es privada, el sacerdote no tiene por qué conocer y ver al penitente. Lo puede hacer, pero la sede del confesionario  facilita que se salvaguarde la discreción. Es un derecho que tiene el penitente, no necesita revelar su identidad personal.

Además, en la sede del confesionario se evita el peligro de ir a buscar una compensación emocional o afectiva, que implique a la persona. Yo voy a encontrarme con Jesús,

CONFESIÓN EN UN CONFESIONARIO

La confesión tiene un carácter sobrenatural, sagrado, divino; es una cosa muy seria. Mejor dicho hay un lugar para cada cosa y cada cosa debe estar en su lugar.

Si yo voy a un hospital y voy a confesar a un moribundo, no le voy a decir: «oiga señor, mire tiene que levantarse y tenemos que bajar al confesionario de la capilla».

O en una JMJ con miles de jóvenes y en un campo abierto, con sentido común, en un aeropuerto: «venid si alguien se quiere confesar con un sacerdote en un sitio abierto», se confiesa y ya está. Pero si se puede acceder a un confesionario, qué maravilla, porque esa es la sede propia de la confesión, del sacramento.

Señor, ojalá que hoy repitamos muchas veces esa oración de San Pedro:

«Señor Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero»

Y que cuando vaya a la confesión tenga mucha ilusión de decírtelo, con todo mi corazón, porque además así haré un acto de contrición, que es un acto de amor, que es dolor por haberte ofendido, el dolor de mis pecados, pero sobre todo, quiero ir a hacer un acto de amor:

«Señor Tú lo sabes todo, Tú sabes que te amo».

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