Bueno Jesús, me meto en la escena del Evangelio de hoy y de una vez te digo que estoy con Marta. Sí, me quedo con Marta. Esta vez me quedo con ella y yo creo que los apóstoles también.
“En aquel tiempo entró Jesús en una aldea y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra y Marta se multiplicaba para dar a vasto con el servicio, hasta que se paró y dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano»”
(Lc 10, 38-40).
Entonces, ya dije que estoy de parte de Marta, pero ¿por qué? Porque hoy quiero ser uno de los apóstoles.
¿De parte de quién se pondrían los apóstoles?
Yo creo que, de Marta, porque pensarían: “ay no, no, ahora no queremos discursos; ahora no queremos estar en estado de pasividad, de silencio, de contemplación, ¡no! Ahora queremos comer y, además, comer mucho y comer rico y Marta cocina delicioso, hace unos postres que te caes para atrás… Ay no, por favor no, que alguien le ayude a Marta, ¡necesitamos ayuda!
Todo estaría super bien preparado.
Unos versículos antes en ese Evangelio de san Lucas, se nos narra el regreso de la misión de los 72 discípulos, en los que seguro estarán también algunos de los apóstoles.
Señor, mucha hambre, muy cansados y no estaban como para quedarse quietos.
No sé, en ese momento no me los imagino Señor como pendientes de Ti sino “queremos comer, queremos descansar”. Los apóstoles, además, eran hombres de acción, por eso creo que también se identifican un poquito más con Marta.
HOMBRES DE ACCIÓN
Los apóstoles, por ejemplo, esperaban, algunos, un reino mesiánico a la medida de este mundo, por eso estaban dispuestos a planes, proyectos, estrategias, acción pura; mejor dicho, acción pura, no tanto silencio, no tanta oración, no tanta contemplación.
En el Evangelio en el que aparece Marta y María siempre se ha visto como un evangelio en donde está muy clara la acción y la contemplación; la acción y la oración.
Pero tenemos que entender, Jesús, mirándote a Ti, que la oración y la contemplación es estar contigo, hacer las cosas contigo, caminar contigo.
También ahí estaban las santas mujeres (porque en el grupo de los apóstoles iban algunas mujeres). Yo creo que ellas ya estaban un poquito más preparadas para ser más contemplativas y menos llevadas a la acción porque estaban contigo hacía ya muchas semanas, muchos meses y habían aprendido un poco más.
Porque (tenemos que decirlo) las mujeres tienen una sensibilidad más especial para la oración, para la contemplación, para el silencio (pienso yo, no lo sé).
Y en este punto me quiero hacer una pregunta: ¿Cómo sería mi vida si me dedicara un poquito más a contemplar a Jesús?
¿NECESITO LA ORACIÓN?
Un día tendiendo la cama en la mañana pensé: Acabo de dedicar al sueño siete – ocho horas; o sea, eso es mucho tiempo, son muchas horas. Y ¿por qué? No es un capricho, es algo que necesita mi cuerpo, algo que necesito: descansar, dormir, desconectar…
Y ahora me pregunto, ¿necesito la oración? ¿Cuánto tiempo dedico a leer, contemplar, meterme más en el Evangelio para conocerte y tratarte más a Ti Jesús? ¿Le doy importancia?
Señor, pero es que, espera, tengo que salir a la calle; tengo muchas horas de tráfico; tengo que trabajar mucho para sostener a mi familia y no me puedo quedar quieto, pasivo, dedicándole unos minutos a la oración; no tengo tiempo…
No sé si alguna vez has tenido la experiencia de unos ejercicios espirituales, de un retiro espiritual, ¡qué gozo! ¡Qué paz tan grande! Y ahí sí entendemos lo que es la oración, la contemplación.
Está bien Jesús, entiendo que la oración y la contemplación sean muy importantes para mi vida, pero entonces vamos a hacer algo, déjame, me organizo y te dedicaré esos tiempos, pero… cuando tenga tiempo, en el tiempo que me sobre…
No vamos a tener tiempo que nos sobre. En el día a día necesitamos de la oración y de la contemplación; es más, primero la contemplación y después la acción, es cuestión de orden y el orden es dedicar a cada cosa el tiempo, el espacio y el esfuerzo justo y necesario que necesita esa cosa.
Por eso Señor necesito la oración; necesito dedicarme unos minutos cada día para hacer oración y es lo que hacemos en Hablar con Jesús cada día.
PRIMERO LA MISA
Cuando Jesús sube en Cuerpo y Alma a los Cielos, confía en que sus discípulos y apóstoles irán por todo el mundo a predicar el Evangelio y esto llevará consigo mucha acción, pero sabrán cuidar en primer lugar la oración, los encuentros personales con Jesús.
También en la Eucaristía: pan y palabra. El pan y la palabra, ahí está la clave de la contemplación. Sin misa y sin oración nunca vamos a poder ser contemplativos, nunca vamos a entender lo que es la oración.
Necesitamos la oración; tiempos de oración. Necesitamos tiempos para leer el Evangelio, para meternos en el Evangelio. No mucho tiempo, bastan unos minutos, cinco minuticos cada día para ir conociendo más la vida de Jesús, conociéndolo más, tratándolo más, también la misa.
Tengo un amigo que dice: “Después de la misa, lo que sea. Que se venga lo que se tenga que venir”. Pero primero la misa.
Y la misa puede estar al comienzo de la mañana, a media tarde o en la tarde, pero ya la tengo; en mi corazón y en mi cabeza está como lo más importante del día; la pongo en mi horario y la pongo en mis prioridades; también la oración.
Y si me tengo que levantar un poquitico antes en la mañana, pues lo hago. O si en algún momento, Señor, tengo que hacer este ratico de oración en el carro, en el bus o caminando, bendito sea Dios, pero la haré contigo; la haré caminando contigo.
Jesús, ayúdame a entender la importancia de la oración, de la contemplación. Y aquí llegamos a la respuesta de Jesús:
“El Señor le contestó: «Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, sólo una necesaria. María ha escogido la mejor parte y no se la quitarán»”
(Lc 10, 41-42).
Me imagino a los apóstoles escuchando esa respuesta. En ese momento no sé qué habrán entendido con sus estómagos hambrientos y ansiando comer la sopa de Marta, los postres y la comida que había preparado tan rica, pero quizá después en el corre, corre del día a día, habrán recordado esa frase.
Pedro, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé… primero lo primero. Primero la oración, primero la contemplación, primero la misa…
SAN JUAN PABLO II
Tengo dos anécdotas de san Juan Pablo II que son impresionantes, son muy bonitas. Yo he pensado en una JMJ o en los viajes pastorales del Papa, es impresionante, el Papa no tiene un minuto en su día.
Pues una de esas anécdotas ocurre en Campo Grande, Brasil y un día coincidió que era el aniversario de su elección y ese mismo día visitó tres ciudades distintas.
En una de esas ciudades tuvo misa y actos multitudinarios y ya, por la noche, todo el mundo se fue a descansar, pero el Papa le pidió al nuncio que le prestara la capilla porque quería celebrar misa.
Después de un día de tres ciudades, gente, ya había celebrado misa… ¿por qué el Papa necesitaba celebrar otra misa? Pues así lo quería hacer porque el Papa necesita un momento de oración, de contemplación y de contacto con Jesucristo.
Otra anécdota, esta es en la montaña donde el Papa alguna vez iba a descansar y se quedaba varios días y salía a caminar, a leer.
Pero un guarda le contó una vez a don Joaquín Navarro Valls (secretario de prensa de san Juan Pablo II): “Oiga, estoy preocupado, pues esta madrugada, a las dos de la mañana, vi encendidas las luces de la habitación del Papa”.
Entonces, don Joaquín le dijo: “Sí, esos son momentos en los que el Papa se levanta para ir al oratorio a rezar”.
LLEVAR TODO A LA ORACIÓN
Bueno señores, estamos muy lejos, definitivamente, de llegar a ser hombres de oración, hombres de contemplación, hombres que quieren dedicar tiempo a la oración. Pero bueno, estamos luchando y por eso, estos minutos de Hablar con Jesús.
“Te inquieta y te acongojas con muchas cosas y sólo una es necesaria”.
Señor, que las preocupaciones y las angustias las lleve a la oración. Me parece que eso es lo que es necesario. En la oración llevaré esas angustias, esas preocupaciones, hablarlas con Jesús y hacer que el alma quiera.
En estos días también estaba rezando y con esto, Señor, terminamos este ratico de oración, la idea más o menos, que quien contempla llega a descubrir, en el día a día, que lo que se hace es divino, ese es el fruto de la contemplación.
“Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir”
(San Josemaría, Conversaciones 114).
Eso lo conseguiremos si hacemos más oración, si le dedicamos más tiempo a la contemplación, a mirarte, a escucharte, a disfrutar de tu compañía y de tu presencia, Señor.