Hoy la Iglesia nos propone un texto del Evangelio, que no lo voy a leer completo sino solamente una parte, porque empieza a decir que Jesús comenzó a proclamar:
“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”. (Mt 4, 17)
A mí me gusta mucho esta idea de que el Reino de los Cielos está cerca, de que ya es hora de convertirnos.
¿Y, qué se convierte? ¡Se convierte sobre todo el corazón! De hecho, continúa el texto:
“Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. Su fama se extendió por toda la Siria; y le llevaban a todos los enfermos y afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos. Y le seguían multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea, y de la Tras Jordania.” (Mt 4, 23-25)
O sea que llegaban de todos los sitios que estaban alrededor. A mí me parece impresionante.
VALE LA PENA
Me parece que vale la pena que pensemos: ¿Nos convertimos ahora que estamos empezando el año? ¿Nos convertimos ahora que estamos en este año Jubilar?
¿Estamos con la idea clara de que está cerca del Reino de los Cielos? Vale la pena pensar en que es en lo que me tengo que convertir.
¿Cómo tengo que tener yo mi vida dispuesta, para estar listo para el Reino de los Cielos?
Sobre todo, “es el corazón”; que acepte a Jesucristo, que tenga esa claridad de que Jesucristo es El Redentor, de que Él ha venido a salvarnos, de que después de esta vida viene el Reino de los Cielos.
Y para esto es importante, que Jesucristo esté cómodo en mi corazón.
Ahora, en mi búsqueda de cómo ayudar a las personas a alcanzar la felicidad, a que se preparen para el Reino de los Cielos, puedo decir que he llegado a la conclusión, de que el núcleo de este anhelo reside en la “calidad del corazón”.
Porque es lo único que nos da la posibilidad de amar de verdad, o sea de tener esa tendencia a Jesús, amar siempre hace que el corazón tienda a …
Y me he dado cuenta, mientras más personas he ido atendiendo en dirección espiritual, que lo esencial para tener este corazón, es la capacidad de amar.
Para formar este corazón, para buscar la felicidad personal, es impresionantemente necesario: una capacidad genuina y profunda de amar.
CAPACIDAD DE AMAR
Es decir, que los que quieren tener este Reino de los Cielos, o tender a el Reino de los Cielos, lo que tienen que hacer es tener esta capacidad de amar.
Este amor a veces se ve obstaculizado por elementos que dañan el corazón, o sea, ese corazón que tendría que tender al Reino de los Cielos, a veces tiene un problema de tener esa tendencia.
¿Y cuál es ese problema? Que el corazón como que se necrosa. Me contaba un médico, que cuando uno tiene un corazón que ha tenido un ataque del corazón, el corazón se necrosa.
Esto quiere decir que una parte se llena de sangre o unas arterias internas, dentro del corazón, dejan de transmitir sangre.
Eso mismo ocurre en el corazón, por así decir, cuando dejamos que, en el corazón -ya no en el físico- sino en el corazón moral, en nuestra conciencia, entren odios o entren resentimientos.
O una inclinación a poner el corazón en las cosas materiales, en lugar de Jesucristo, o a veces en el dinero, en la salud, en la vida misma.
Por eso me parece que es importantísimo: ¡purificar el corazón! Purificar el corazón de todos estos venenos emocionales, de estas cosas que nos restan la capacidad de amar.
Que también nos restan la capacidad de tender realmente al Reino de los Cielos, y por lo tanto de vivir una vida más feliz y más plena.
Vale la pena centrarnos en cómo cambiar eso, en la carta que escribió recién el Papa Francisco que se llama “Dilexit nos”, justamente reflexiona sobre el corazón como el centro de la vida humana.
No solo como el órgano que bombea sangre, sino que simboliza realmente el núcleo de nuestra humanidad, donde residen nuestras emociones, nuestras decisiones morales y nuestra capacidad de amar.
LA CONCIENCIA MORAL
Ya antes, Juan Pablo II, decía que el corazón del hombre no es algo solo físico, sino la esencia de su conciencia moral, el epicentro donde se toman las decisiones que influyen en la en la vida.
Y en ese núcleo íntimo de nuestro ser, es donde se encuentran la razón, la voluntad, y los sentimientos, es ahí donde se libran las batallas más significativas entre el bien y el mal, entre la generosidad y el egoísmo.
Señor, hoy que estamos haciendo este rato de oración, en “Hablar con Jesús”, queremos pedirte que nos ayudes a tener un corazón puro.
Ayúdanos a rectificar el corazón, a tender realmente al Reino de los Cielos, a quitar las cosas que hacen que esté necrosado, que esté como oxidado, que nos quita esa fuerza.
Es bonito pensar, que el Señor tiene como una guía para cada uno, el otro día escuchaba un testimonio que realmente me llamó mucho la atención, es una chica chilena que se llama Consuelo Martínez.
Ella habla que viene de una familia muy Católica y después decide cuando tiene 19 años en convertirse en religiosa.
Pero pasó varios años ahí y se dedicaba solo a la oración vocal, cuenta ella, no hacía una oración mental en ese sitio, sino solamente oración vocal, rezaban todos los días 3 horas.
No sé exactamente cómo se llamaba el sitio donde estaba, pero ella va contando que de repente sintió que algo no estaba bien.
Y por cosas de la vida, por un accidente de unas abejas, ella se termina saliendo y se va con sus padres.
La cuestión es que viaja, parece que estaba en otro país y vuelve a Chile y ahí se termina desvinculando después de un proceso.
EL PODER DE LA ORACÍÓN
Ella cuenta que, a pesar de sus esfuerzos por mantener la fe, se fue alejando de la oración y después se alejó de Dios y buscó la felicidad en el éxito mundano.
Se casó con un hombre que no era católico y su vida espiritual seguía como decayendo.
Hasta que un problema económico, les llevó a rezar de nuevo con fuerza la novena al Sagrado Corazón de Jesús, y atreves de esa novena, Consuelo descubrió el poder de la oración y sintió la gracia de Dios.
Sin embargo, cuenta ella, que también experimentó un miedo intenso, que ella atribuye al demonio.
Ese miedo la atormentó durante más de un mes, hasta que finalmente dio un paso y pudo confesarse y se libró de ese miedo terrible.
Consuelo comparte esa experiencia para enfatizar la importancia de la oración, especialmente de la oración mental, la necesidad de ir curando el corazón de las heridas, de no dejar que se necrose el corazón.
Por eso hay que buscar esas cosas que nos ayudan a limpiarnos y que nos ayudan a tener esa capacidad de amar, que nos ayudan a estar convirtiéndonos constantemente a tender al Reino de los Cielos de nuestro corazón.
Por eso hay que luchar por perseverar en la oración, incluso cuando nos enfrentamos a dificultades.
ESTE MUNDO ES TRANSITORIO
La oración nos ayuda a reconocer las tentaciones del mundo, a resistirlas, a recordar que la felicidad verdadera se encuentra solamente en Dios.
Sacar como esas ganas, esa esperanza, ahora que estamos en el Jubileo de la Esperanza, de nuestro propio camino espiritual.
Que tu camino sea que Jesucristo está cerca de ti, que le tienes que corresponder a esa forma de amarte tan grande, que se queda en la Eucaristía solamente por ti, que está en el rostro del que sufre para que tú le encuentres.
Pasas a través de una serie de problemáticas para que te esfuerces en reconocerle ahí, para que esas cosas que a veces nos cuestan un poco más, los problemas, las dificultades, nos ayudan a ver que este mundo es transitorio.
Que nos demos cuenta que lo importante es el Reino de los Cielos, que es hacia allá a donde vamos.
Que nuestro corazón tiene que entender cuántas tonterías pasan en medio de la vida, que cuando uno les da demasiada importancia se ahoga y hace que ese corazón se llene de odios, de resentimientos, de pesadumbre.
Señor, ayúdame a limpiar el corazón, ayúdame a quitar esas cosas que me dificultan verte en todas partes, que escuche tu voz diciéndome:
“Conviértanse porque el Reino de los Cielos está cerca”.
Señor, que me encuentre con estas personas que venían a verte desde Galilea, desde la Decápolis, desde Jerusalén, desde Judea, y desde la Tras Jordania.”
Yo también quiero estar caminando entre ellos para llegar a estar cerca de Ti, Señor, para no perdernos en las cosas del mundo, ir hacia donde Tú me quieres llevar.
Señora, ayúdanos a purificar el corazón, ayúdanos a ser realmente caminantes que vayan buscando siempre y en todo; el Reino de los Cielos.