““Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo. El que coma de este pan, vivirá eternamente; y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Los judíos discutían entre sí diciendo: “¿Cómo este Hombre puede darnos a comer su carne?”
Jesucristo les asegura: “Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida””
(Jn 6, 51-55).
No nos podemos desentender de esta gran realidad. “Gracias Señor por estar tan cerca de nosotros. Gracias por hacer que nos demos cuenta de que Tú estás con nosotros hasta el fin del mundo. Que te quedas hecho pan para que nos podamos acercar”.
Hoy es la gran fiesta del Corpus Christi, una fiesta que nos lleva, justamente, a considerar el valor de la Eucaristía.
“Señor, te has querido quedar con nosotros y hacerte Uno mismo con nosotros; que te podamos recibir”.
MANIFESTACIÓN DE AMOR
Hay muchas formas en las que una pareja se pueden expresar amor: verse a los ojos, tomarse las manos, decirse cosas bonitas… pero en el matrimonio la forma más exclusiva y la más grande de manifestarse ese amor es cuando se vuelven una sola cosa.
Con el Señor pasa lo mismo: podemos rezar, podemos decirle cosas bonitas, podemos estar delante de Él adorándole, pero la mayor manifestación de amor es cuando somos una sola cosa con Él; cuando le recibimos en la Eucaristía.
Y es que es el mismo Señor que quiere que le recibamos porque es nuestro médico, es el que viene a curar las heridas, es el que nos ayuda a tener visión sobrenatural. Es esa comida que nos ayuda a seguir caminando en medio del mundo.
Hay que estar -por supuesto- bien dispuesto, uno no puede estar en pecado mortal. Si está en pecado mortal, primero tiene que ir a confesarse.
¡Pero es el Señor mismo el que está al lado nuestro! El que quiere que estemos cerca de Él. Es como tener la cura a todas las enfermedades y está a un paso de distancia y es a lo que tenemos que acudir.
HISTORIA DEL CORPUS CHRISTI
La fiesta del Corpus Christi la quiso Dios directamente para hacernos valorar la Eucaristía. Se celebra más o menos desde hace unos 700 años.
La historia comenzó en Bélgica en el año 1230 en un monasterio a las afueras de Lieja. Una famosa religiosa llamada Juliana de Monte-Cornillon, tuvo una visión en la que se le aparecía una luna radiante, pero ensombrecida por uno de sus bordes.
Más o menos en el borde estaba negro y el Señor le hizo entender el sentido de esa enigmática visión.
La luna radiante significaba la Iglesia Militante, mientras que la sombra hacía alusión a la ausencia de una fiesta dedicada, específicamente, a la adoración del Cuerpo de Cristo.
Las visiones de la mística, de esta Juliana de Monte-Cornillon, fueron examinadas por una comisión de teólogos entre los que figuraba un sacerdote que se llamaba Jacobo Pantaleón.
Años más tarde, para que veas cómo Jesús mueve las cosas, este sacerdote fue elegido Papa con el nombre de Urbano IV y dos años después de su elección, en 1263, se produjo el prodigio de la misa de Bolsena.
No sé si te acuerdas, es un sacerdote que se llamaba Pedro de Praga, que era un hombre muy piadoso, fue tentado con dudas sobre la real presencia de Jesucristo en la Eucaristía.
EL MILAGRO
Él iba de camino a Roma y se detuvo en una población bastante conocida que se llama Bolsena, iba a decir ahí la misa (los sacerdotes piadosos decimos la misa todos los días) y al partir la Hostia consagrada -en esa misa- se dio cuenta que se convirtió en carne lo que tenía en los dedos, de que salían gotas de sangre que cubrían el corporal.
El corporal es esa telita que se usa en la consagración para ponerla sobre el altar y sobre el que se hace la consagración.
Entonces este hombre lleno de terror suspendió la misa y se llevó los corporales a la Sacristía.
Urbano IV, este Papa, se encontraba en una ciudad bastante cerca de Bolsena, que se llama Orvieto y al conocer todo esto pidió que se le llevaran los corporales.
El Papa, con toda la corte, recibió los corporales de rodillas y esos corporales se conservan en Orvieto (yo los he visto personalmente, es una cosa realmente sobrecogedora).
Este milagro, junto al recuerdo de la visión de la religiosa que el mismo Papa había examinado cuando era joven, hizo que el Papa instituyera en toda la Iglesia la fiesta que ya se había celebrado en Lieja años antes.
En el libro del Deuteronomio Dios nos habla de un alimento misterioso. Este alimento misterioso que nos sirve a todos para seguir caminando.
“En aquel tiempo el Señor dio de comer a su pueblo un pan que nadie conocía”
(Dt 8, 3).
FORMAMOS UN SOLO CUERPO
Muy bien, ese pan es el símbolo de otro pan que es el de la fiesta de hoy. Dice la Escritura que
“El hombre no solo vive del pan natural”
(Mt 4, 4),
sino de otro pan que es sobrenatural y ese alimento del Cielo es el que llamamos Corpus Christi: el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo.
Se nos da como verdadera comida, como dice el Evangelio con el que empezamos este rato de oración.
“Que no nos acostumbremos Señor a tu presencia jamás. Que este cuerpo que se compone de cabeza y miembros, estemos siempre unidos”.
Eso que explicaba también san Pablo:
“Aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo”
(Rom 12, 5).
El Corpus es alimento para que crezcamos. Nos hace vivir una vida distinta y eterna. “El que come de este pan vivirá para siempre” nos dice Jesús.
En definitiva, el alimento nos lo deja el Señor para tener fuerza, para superar las dificultades, los desánimos, el cansancio; para llevar una mejor calidad de vida sobrenatural.
“Señor Jesús, pan del Cielo, danos la vida eterna. Bendito seas Jesús en el santísimo sacramento del altar”.
COMER
Dios quería ser nuestro y para eso se hace alimento, algo que se come y que llega a formar parte de la intimidad de cada uno; que se hace uno con nosotros. (Y luego dicen que el verbo comer no es poético…)
El amor nos lleva a comer al Señor. Jesús quiso que el verbo “comer” apareciera en el Evangelio y lo hizo, porque explica muy bien la unión que quiere tener con nosotros. ¡No hay mayor unión que esta!
Por eso, pasmarse todos los días, Dios te llama. El Sagrario tendría que ser algo que nos da la vuelta, que nos hace tener dolor y contrición por las veces que no le cuidamos.
Si lo piensas, es impresionante, no hay varios “Jesucristos”, sino solamente Uno: el que está en el Cielo; es el mismo que comemos.
Esta fiesta del Corpus Christi nos reúne a todos como se reúnen las familias para comer; incluso, en ese comedor familiar.
Allí salimos para ver nuestra verdadera comida, sabiendo que siempre nos aprovecha, aunque a veces nos distraigamos; lo mismo que a una persona hambrienta le alimenta un plato de comida, aunque esté acatarrada y no saboree lo que come.
Este Cuerpo se formó en la Virgen María y, de alguna manera misteriosa, ella también está siempre presente en la Eucaristía.
A ella acudimos hoy al terminar este rato de oración para pedirle que nos ayude a ser cada vez mejores hijos de Dios; que sepamos prepararnos bien para recibirle en la Eucaristía y manifestarle todo nuestro amor.
“Señor, gracias por quedarte con nosotros; gracias por permitirnos comerte y hacernos uno contigo. Igual que María te llevó en su vientre, nosotros te llevamos en nuestro cuerpo cuando comulgamos”.